capítulo 16

2.1K 127 38
                                    

Me despierto con el sonido de la lluvia. Mis párpados se sienten pesados, resistentes a mi estado consciente, y mi mente parece media dormida todavía.

Entrecerrando los ojos, busco a mi alrededor hasta que encuentro un pequeño reloj que me dice que son las 4 a.m., y la luz roja de los números se queda en mi visión un segundo después de dejar de verla.

Siento que un calor me encierra en un abrazo del que me es imposible querer apartarme, y sonrío cuando su brazo me acerca más a él, entre sueños. He dormido con otros chicos antes, pero dormir con Aaron debe ser una de las cosas que más paz me ha traído en mucho tiempo.

Revivo nuestra noche y consigo hacerlo sin el calor que suele sobrecogerme siempre que lo hago. Las imágenes despiertan una serie de fuertes emociones, un poco conflictivas. ¿Qué es lo que me hace querer eso de Aaron? ¿Qué me hace desear darle todo el control? ¿Por qué me siento tan atraída por esa parte de él que consigue todo lo que quiere de mí?

Por una parte, siento alivio porque sé que para Aaron lo nuestro no es sólo es sexo pero al mismo tiempo curiosidad sobre lo que es esto en realidad. A pesar de que entendí, hasta cierto punto, lo que trató de decirme con caricias y deseo carnal, necesito que ambos lo vocalicemos.

Sentir una mano en mi cabeza me reactiva, y me doy cuenta de que Aaron también está despierto. Una caricia es suficiente para calmar mis dudas. Sé que le importo. Es imposible que no lo haga cuando su comportamiento me lo demuestra, pero a la vez soy consciente de que esto sólo pasa después del sexo.

—Princesa, ¿estás despierta? —su brazo me acerca mucho más a él, consciente de mi estado alerta—. Algo te preocupa —dice, elevando mi mentón. Estoy de espaldas a él, pero consigo acomodarme lo suficiente para verlo de costado. No respondo—. Puedes confiar en mí —Y le creo cuando me lo dice. Sé que puedo confiar, pero no sé si debería.

Apenas nos conocemos y a la vez conocemos mucho del otro, pero eso en ámbitos diferentes. No quiero creer que esto se limita a noches de placer y nada más, quiero más.

—Aún no sé qué quieres de mí —me limito a decir, y no es mentira. Aún tengo esa duda, insesante y molesta, como una pequeña pulga entre las sábanas, que no me deja vivir mi vida con la normalidad que ahora creo perdida.

Me doy la vuelta para verlo de frente, esperanzada de que eso lo incite a decirme la verdad. Todo este tiempo he querido que me lo diga directamente, pero Aaron ha resuelto en evadir la conversación a toda costa. Esta vez, cuando veo sus ojos color chocolate en la tenue luz, sé que está consciente de que no tiene escapatoria. Un brillo en ellos destella comprensión, tal vez incluso empatía.

—¿Sinceramente? —Su voz se escucha ronca y deliciosamente grave, y tengo que forzar que mi mente preste atención—. Te quiero sólo para mí —dice, después de torturarme con el suspenso acariciando mi rostro, sus fríos dedos trazando líneas imaginarias a través de mi frente, mejilla y mentón—. Te quiero mía —su frente se acerca a la mía y se apoya por unos segundos, su mano encuentra mis dedos y los entrelaza con los suyos—. Sólo mía —repite, y sus labios ahora rozan mi frente, con el mismo miedo de que un toque más directo sea igual al de un martillazo—. Pero no creo justo pedirte eso —termina, y sus ojos, cálidos y sinceros, vuelven a los míos con una nueva sombra de emoción.

Una montaña rusa. Mis emociones se han subido a una montaña rusa, han anticipado la subida del camino de rieles, desde donde parecían flotar y querer saltar para volar, sólo para terminar en la espera del principio, donde la adrenalina no quiere formar parte.

Alivio no es lo que siento al escuchar lo último que dice.

—¿Por qué? —pregunto, mi voz un suspiro, en disputa con los gritos dentro de mi cabeza—. Yo quiero eso —digo, convencida y a la vez confundida—. Y si ambos queremos eso...

TravesurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora