capítulo 2

31.1K 650 82
                                    

Son dos meses. Dos meses que mis padres han contratado a Aaron constantemente, como si hubieran encontrado la solución a todos sus obstáculos entre ellos y su trabajo como abogados: yo. A pesar de que nuestras interacciones han sido regulares, incluso inclinándose a ser de mi poco agrado, no siento que lo detesto, ni que él a mí. Nuestra relación se ha limitado al saludo y, a veces, a la despedida. Yo como en mi habitación cuando mi madre deja dinero para pedir comida y él come en la cocina o la sala de televisión, a la que mi madre le ha dado el privilegio de entrar a la semana de contratado. Hemos sido felices estando lejos. Nos hemos familiarizado, hasta cierto punto, con la presencia del otro, y ha dejado de ser incómodo encontrarnos en la cocina o el pasillo. Incluso hemos entablado conversaciones tribiales, escuetas y, para el gusto de ambos, cortísimas. Lo único que no me gusta, sin embargo, es el molesto y exagerado cariño que mi madre le tiene al "señor perfecto".

—Te juro que de lo único que habla conmigo es de él —me quejo. Estoy sentada en un columpio y Lucas está a mi lado, apoyado en el soporte de éste. Fumo un cigarillo, y hacerlo un poco temprano, en la tarde, me cuesta un poco, como si el sol secara mi garganta el doble. Decido apagarlo y tirarlo. Me echo para adelante con impulso, y el columpio se mueve un poco—. Aaron esto, Aaron lo otro. De sus maravillosos padres y de las aventuras que compartieron cuando eran jóvenes. Incluso —bajo la voz, como si de un secreto se tratara— habla de qué clase de chica le convendría.

Lucas niega con la cabeza, riendo.

—Creo que tu madre tiene un serio crush con tu niñero.

Le hago cara de asco y conversamos un poco antes de que tenga que irse. Paul ha llegado de España, y tiene que ir a verlo en el aeropuerto. Me he ofrecido a acompañarlo, pero me aseguró que sus padres y él lo tienen todo bajo control. Además, entiendo que la bienvenida sea exclusiva para la familia. Me quedo sola, y decido fumar otro cigarrillo. El chirrido del columpio a mi lado me lo impide, y cuando volteo a ver, no me sorprendo al encontrarme con Aaron. Se para frente a mí, y tengo que caminar hacia atrás con el columpio para verlo bien, con el sol detrás de él iluminando su cabello.

—Mi madre te mandó a buscarme —afirmo.

Aaron sólo asiente y me pide un cigarrillo. El único que me queda es el que tengo en la mano y decido dárselo. Me encojo de hombros mentalmente, igual fumar en la tarde no es buena idea. Mi garganta se siente casi rasposa.

—Regresan mañana.

Siento mi mirada tensarse. ¿Ha dicho mañana? Dentro de los dos meses que Aaron ha hecho de función como mi niñero, nunca se habían ido por tanto tiempo. Esforzándome para no hacer ningún ruido que me delate, dejo salir lentamente el aire contenido.

—Mira el lado bueno. Seré tu compañía —siento que Aaron sonríe. El sol es tan fuerte, que su luz me impide verlo más que como una sombra. Sé que a él tampoco le agrada la idea, pero imagino que mis padres serán generosos con su paga esta vez.

No me siento cómoda con la idea. Pasar la tarde en mi cuarto mientras él ve la TV es una cosa. Que duerma en una habitación cercana a la mía, es otra. ¿Cómo es que mis padres permiten que un chico de su edad se quede a dormir? Ignoro lo que dice y, sacando mi teléfono del bolsillo, envío un mensaje a Matthew, pues Lucas no está. Si alguien puede sustituir a Lucas temporalmente, es Matthew. El pelirojo más buena onda que conozco, y un buen amigo. También es mayor, y ahora que lo pienso, es de la edad de Aaron, pero su carácter le da para pasarse por un niño.

Desgraciadamente, me olvido de que Matthew es un chico de gente, y creo que mencionar que mis padres no estarán le da el derecho de pensar que puede invitar a más personas. No es mucha gente, pero la suficiente para tener que alzar la voz en medio de una conversación. Aaron y yo apenas llegamos cuando la puerta principal se abre, y entra Matthew con una sonrisa. Se acerca a abrazarme y ve a Aaron, a quien saluda con un medio abrazo que sólo los hombres suelen darse. Aaron me mira sin decirme nada, con curiosidad. Y pasan unos minutos más antes de que empiece a llegar más gente. Es muy tarde para decir nada, pues apenas llegan, todos se instalan como si fuese su casa. Aaron no cuestiona, y parece decidir que lo mejor será permanecer alejado, pero entonces llegan unos amigos suyos, lo saludan y lo llevan a la cocina, donde colocan varios six-pack de cerveza que han traído. Nadie pregunta por qué Aaron está aquí, y tal vez sea porque varios de sus amigos también lo están.

TravesurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora