capítulo 0

49.1K 763 22
                                    

Capítulo 0

El ruido de los autos se escucha por debajo, y siento que el calor de la noche me abraza, casi con cariño. El viento es mínimo, pero algo fresco. Mi falda no hace muchos movimientos y me siento segura de que no me causará problemas en el balcón del séptimo piso. El humo blanco de un cigarrillo flota hasta desaparecer en el cielo oscuro. Sigo su rastro hasta su origen y me encuentro con el perfil de Alex, quien aparece pensativo mientras mira el pasar de los autos. Su mirada se fija en un carro y sonríe, como si reconociera quién lo está manejando. Estoy disfrutando tanto del fresco ambiente que sólo un verano puede ofrecerte a las nueve, casi diez de la noche, que no presto atención a este detalle. Mi brazo se apoya en la barandilla del balcón mientras acerco el cigarrillo que tengo en mi mano. El metal se siente tibio. He estado mucho tiempo fuera de casa. Me pregunto si el niñero que contrataron mis padres se habrá dado cuenta de mi ausencia. Siento la necesidad de alzar mis hombros, pero recuerdo que Alex está cerca y no entendería. Doy una pitada a mi cigarrillo. Veo que Alex también lo hace. Me siento bien aquí, y en la libertad de decidir si quedarme más tiempo o no.

Eso es, hasta que Alex y yo nos exaltamos al escuchar la puerta principal abrirse. Alex me señala, con un dedo sobre sus labios, que haga silencio. La persiana me impide ver quién ha llegado, pero Alex está en un ángulo del que sí puede ver si es que mueve un poco la cabeza y parece estar aliviado. Supongo que un amigo suyo ha entrado a su departamento. Escucho un suspiro antes de imaginarme a quien quiera que haya entrado lanzarse al sofá de la sala. Alex abre un poco más la puerta que da al interior, sin mover la persiana.

—¡Ey!

La persona que está en la sala se queda en silencio antes de lanzar algo a la puerta de vidrio, las persianas se mueven. No es lo suficientemente fuerte para hacer algún daño. Un cojín, me imagino.

—Me asustaste, idiota —La voz de un chico suena. Un poquito ronca, no tan grave pero suave. Me pregunto quién es. Hasta ahora, he permanecido en un solo lugar, en silencio, como si fuera un espía de la CIA.

Alex parece ver algo en el rostro del chico, y se muestra confundido.

—¿Y ahora qué te pasa? —pregunta, como si la actitud del desconocido fuera recurrente. Escucho un fuerte suspiro.

—Los señores Martin me encargaron a su hija y la niña estúpida decide salirse de la casa como si tal —Espera. Dejo caer mi cigarrillo, y cuando me doy cuenta lo recojo y trato de apagarlo en la barandilla. Alex me mira con los ojos abiertos, entendiendo. Está al tanto de mi estrategia de escape del niñero que mis padres, "los señores Martin", contrataron para cuidarme—. No sé qué tiene en la cabeza. Tú la conoces, es esa tal Mía Martin —Pongo mis ojos en blanco. Alex deja salir una sonrisa ladeada, mirándome con burla—. Sé quién es y toda la cosa pero... —escucho que se acomoda en el sofá, como dirigiéndose más de frente a Alex, que logra ser visualizado en parte desde la sala. Todavía sigo prácticamente escondida—. Maldita sea, loco, es una consentida del diablo —Me río. Ya sé de quién se trata.

Me escapé antes de llegar a verlo, así que sólo ahora tengo la oportunidad de reconocer quién es. Aaron Blanc. Ni más ni menos. Nunca he entablado una conversación con él, ni me ha parecido necesario. Es amigo de Alex, y lo he visto varias veces. Lo he saludado cuando mis padres invitan a los suyos a cenas, pero nada más que eso. Por eso, no me parece haberle demostrado ser "una consentida del diablo", y me sorprende que lo diga con tal facilidad.

—¿Quién te manda a buscar trabajo de niñero? —cuestiona Alex, y lo aplaudo mentalmente. Exacto.

—Sus padres son amigos de los míos —explica, un poco resignado—. No podía decir que no. Además, no estoy trabajando y no podía rechazar un poco de dinero por cuidar a una niña, pero no me imaginé que sería un dolor de cabeza.

TravesurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora