Capítulo 17

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Shouto se detuvo en la entrada de la habitación de su hijo, se cruzó de brazos mientras escuchaba.

Era lo mismo de siempre, su hijo hablaba solo como si estuviese hablando con alguien de verdad. Al principio, cuando lo escuchó por primera vez, lo dejó pasar porque pensaba que se sentía muy solo y que había inventado un amigo imaginario. Lo dejó pasar en los últimos años.

Pero ya Daichi le estaba preocupando. Ya había entrado a la escuela y varias veces al mes interactuaba con los hijos de Touya.

Lo peor de este amigo imaginario es que lo hacía sentir mal porque Daichi insistía en que hablaba con Izuku.

"No te sientas mal. Un amigo imaginario es normal." Tenya le había dicho un día en la oficina. "Mi esposa es psicóloga. Ella dice que es muy normal. Déjalo ser."

Lo había dejado ser, pero en su camino a la superación de su gran pérdida, el que su hijo hubiese creado a alguien imaginario y que cumpliera un rol materno... Bueno, no lo tomaba tan bien.

Tocó con los nudillos y la cara sorprendida de su hijo volteó hacia él. Era increíble cómo la maraña de rizos rojos despegaba del suelo y corría hacia él para trepar por sus piernas.

—¡Papá! —gritó con alegría mientras sus garras se aferraban al pantalón de su padre.

—Ey, Pequeñín. —lo tomó en sus brazos y lo elevó. Daichi rio cuando sus rizos fueron despeinados.

—¿Qué hay de comer, papi?

Shouto lo dejó en el suelo y Daichi se acomodó el haori y caminó junto a su padre, sus pies dando pequeños saltos mientras tarareaba algo. Abrió la nevera y sacó algunos envases.

—No tendremos una comida muy rica, pero te lo compensaré en la cena.

Daichi tomó uno de los envases y los abrió, notando el tonkatsu frío con arroz. Automáticamente su estómago sonó y se imaginó el tonkatsu caliente y el vapor yendo a sus fosas nasales.

—Mmh, Tonkatsu. Pido este. —anunció. Shouto ahogó una risa mientras veía a su hijo halar una de las sillas hacia la encimera para subirse y poner la comida en el microondas.

—No te olvides del plato de papá. —canturreó por detrás, evitando que cerrara la puerta para poner su plato en el microondas.

—Udon. Rico. —cerró la tapa y sus dedos chocaron con los botones hasta que comenzó a trabajar. Menos de un minuto con cuarenta y estarían comiendo. —¿Me das de tu udon?

—¿Vas a compartir tu tonkatsu con tu padre? —Shouto preguntó. Sabía que su hijo difícilmente compartía el tonkatsu; tampoco esperaba que lo compartiese.

Caminó hacia el sofá para sentarse y sus huesos crujieron al estirarse. Daichi se subió al sofá con él y lo abrazó.

—Quizás. No se veía suficiente tonkatsu para los dos. Tal vez no lo comparta. Pero del udon vi que es demasiado para ti. Comparte conmigo.

Shouto solo rio y sus dedos cardaron suavemente los cabellos de su hijo. Hablaron sobre un tema trivial del que Daichi preguntó hasta que el microondas sonó y solo fue cuestión de tiempo para que ambos terminaran de nuevo en el sofá y los envases vacíos, tirados en el fregadero.

Hubo un movimiento y eso lo obligó a abrir los ojos. Ver a su hijo llamando a algo con su mano, no le dijo nada, pero le llamó la atención ver cómo ponía empeño en su gesto.

—¿Qué haces?

—Mamá está en la esquina parado. Le estoy diciendo que venga a sentarse, pero no quiere.

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