Capítulo 18

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Shouto condujo con calma. Todo el camino se mantuvo en silencio. Cuando llegaron, tomaron turno en la sala de espera, el pequeño cachorro estuvo entre las piernas de su padre, jugando con un pequeño carro de juguete.

—Todoroki. Siguiente.

Tomó la mano de su hijo y juntos caminaron al consultorio de la doctora. Cerraron la puerta y de inmediato se sentaron frente a la mujer. Una beta con hermosos celestes en sus ojos y el aura que delataba que tenía la suficiente experiencia para lidiar con niños.

Shouto dio un vistazo rápido al consultorio. Lleno de certificados y méritos.

Daichi se concentró más en el juguete encima del escritorio de la doctora. Shouto iba reprenderlo cuando iba a tocarlos, pero ella lo detuvo.

—Por favor, déjelo. Es un juguete para niños. Está bien si juegan con él.

Ella se lo dio amablemente y él agradeció. Su sonrisa brillante apareció.

—Bien, pequeño Todoroki, ¿por qué no juegas en la mesa de allá? Habrá más juguetes para ti.

Él la miró sorprendido y luego miró hacia la mesa que había pasado desapercibida. Sus ojos se iluminaron y corrió para jugar con los juguetes.

La risa ahogada llamó la atención de Shouto. Ella se dio cuenta y lo miró.

—Bien, Todoroki, ¿cuál es la situación de Daichi?

Él se sorprendió de que supiera su nombre, pero después se acordó de que Iida lo había ayudado en esto. Específicamente su esposa. Quizás le habñia dicho a la doctora.

Miró la placa en su escritorio. Tan pulcramente limpia y brillante. Hadou Nejire.

—Él... tiene un amigo imaginario. —ella lo escribió en un papel aprovechando la pausa que hizo. —Es un amigo imaginario un poco complejo, lo llama mamá.

Shouto le contó la historia y ella lo escuchó atentamente.

—Ya veo. ¿Cuántos años tiene? —él respondió y ella se sorprendió. —¿Siete? Parece de cinco.

—Nació prematuro.

—Oh. Discúlpeme. —ella miró hacia el niño y sonrió. A Shouto le pareció ver una sonrisa de ternura. —Bien. Empezaré a trabajar con él, ¿le molestaría salir? Será una sesión de cuarenta y cinco minutos.

Cuando se fue, ella caminó hacia Daichi y se agachó, lo veía motivado para poder formar el rompecabezas.

—¿Te gusta el rompecabezas? —asintió, ella se sintió bien con el tipo de respuesta. Lo observó por un poco más. —Daichi, ¿puedes decirme cómo van las cosas en casa?

Duró unos momentos en silencio hasta que logró poner la pieza que le faltaba. Respondió, pero nunca dejó el rompecabezas. A Hado le pareció tierno el que hiciera muecas para armar los rompecabezas.

Le fue preguntando más cosas para acercarse a él y le gustó que fue fácil de llevar.

—¿Sabes por qué estás aquí? ¿Papá no te dijo?

Él se encogió de hombros. Murmuró algo, pero ella no lo forzó a repetirlo.

—¿Y mamá?

Cuando preguntó, vio que algo en él cambió, no supo qué, pero sí hubo un cambio.

—Mamá está enojado con papá por traerme aquí. —murmuró de nuevo. Eso sí lo pudo entender.

Ella se sorprendió, pero se quedó en cuclillas. Su cabeza descansó en su brazo que se apoyó en su rodilla.

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