Capítulo 4

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Se detuvieron frente a la blanca puerta y el cenizo dio dos golpecitos sobre la madera simplemente para dar el aviso de que estaban allí e iban a entrar, el mayor soltó un sonido ahogado y dio un paso hacia atrás como si sus piernas quisieran huir lo más lejos posible, pero rápidamente fue interceptado por el más alto que pasó un brazo por detrás de su espalda y lo empujó sin mucha fuerza hacia delante. Antes de entrar le dio una sonrisa para brindarle seguridad y procedió a abrir la puerta.

El rostro del rubio se transformó con una sonrisa triste cuando vio a la persona de allí dentro, estaba feliz de verla pero su corazón entristecía por el estado en el que seguía.

-Toni, ven aquí- La mujer recostada sobre la cama extendió sus brazos en su dirección con una tranquila sonrisa en su rostro, su voz denotaba la misma dulzura y cariño que la última vez que la vio. -Deja que te abrace, mío bambino-

-Mamma- Murmuró bajito quitándose todos los temores y avanzando con seguridad hacía su progenitora.

Igual que un pequeño el rubio se dejó envolver por los cálidos y pálidos brazos de su madre, procurando en todo momento no ejercer mucha fuerza y no aplastarla.

-Tu también ven aquí- Invitó con suavidad y alegría hacia el menor que seguía de pie sobre el marco de la puerta.

-A mi ya me saludaste- Intentó denegar por primera vez expresando timidez.

-No importa, quiero tener a mis niños en mis brazos así que ven aquí Carlo Gambino y deja que mamá te abrace- Esta vez utilizó un tono un poco más autoritario, sus orbes verdes mirando con seriedad los celestes del cenizo.

-Pero...-

-¡Carlo! Que la palabra de la mamma es ley, ven aquí ahora mismo- Intervino Toni provocando una dulce risa en su madre y que el menor resoplara como un pequeño regañado.

La mujer reía de felicidad por tener a sus dos hijos en sus brazos otra vez, su corazón llenándose de alegría por poder ver nuevamente en persona a sus pequeñas estrellas, como ella los llamaba de niños.

-Veo que cumplieron sus promesas de permanecer juntos y cuidarse el uno al otro- Dijo acariciando con sus pálidas manos el cabello de ambos a la vez.

El par de hermanos hicieron una mueca que rápidamente escondieron para que la mujer no lo viera, evitarían hablar de aquel tema ya que no querían afligirla, no deseaban darle un disgusto a su madre cuando apenas estaban reencontrándose después de mucho tiempo.

-Carlo ya me ha contado un poco de España ¿Quieres ahora contarme un poco tu sobre lo que vivieron, Toni?- Preguntó con amabilidad la mujer inclinándose un poco para ver el rostro de su primogénito, río bajito cuando lo vio dormido. -Al parecer estaba muy cansado-

-¿Qué?- Pregunto confundido el menor levantándose un poco para corroborar las palabras de la mujer, extrañándose de verlo desmayado sobre el colchón.

Desmayado...

-Merda- Murmuró y rápidamente se levantó de la cama para tomar en brazos al rubio.

-¡Esa boca, Carlo!- Regañó la de orbes esmeraldas, preocupándose al notar tan alterado a su hijo más pequeño.

Sin perder el tiempo el cenizo salió por la puerta corriendo despavorido con su hermano en brazos, intentando llegar a la puerta de salida de la casa. Le había prometido que no hablaría sobre el tema del ente a sus padres, así que tampoco podía dejar que lo descubrieran.

Cuando consiguió por fin llegar al jardín sintió una punzada sobre su abdomen y como era empujado con una patada sobre su costado.

-No me toques, pobre- Habló con asco el payaso que poseía el cuerpo de su hermano.

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