Capítulo 16

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-Vaya vaya, hasta que finalmente decidiste venir y veo que has sido muy obediente en llegar solo- Lo primero que se dejó escuchar fuera del enorme galpón fue la voz arrogante de aquel tipo que lideraba el grupo secuestrador.

-Quiero verlo- Se limitó a responder el hombre recién llegado de traje y gabardina negra, si tono al pronunciar sus palabras se dejaba oír demandante.

-Primero aclaremos que aquí las cosas se hacen a nuestra manera- Nuevamente tomó la palabra el líder del grupo con una para nada disimulada mueca de molestia. -Deja esa arrogante actitud de jefecito que justamente aquí y ahora no eres nadie-

-He cumplido con mi parte, traiganlo- Pero aún así el de orbes celestes se mantuvo imperturbable.

-¿Acaso la edad te está afectando, viejo? ¿¡Eh!?- Esta vez habló otro miembro del grupo mucho más bajito que el resto, dando agresivos pasos en dirección al Gambino para intentar golpearlo.

-No lo toques- Le detuvo el jefe de la banda. -De él quiero encargarme única y exclusivamente yo-

Con aquella orden dicha, el hombre de abaja estatura se detiene a pocos pasos frente al mafioso y antes de voltear para volver a su lugar, sin cuidado alguno escupió muy cerca de los pies del Gambino. Ya algo satisfecho terminó por regresar a su sitio con una sonrisa socarrona en sus labios por su acción de humillar al más poderoso de la ciudad, pero frunció su ceño con enfado cuando notó que el de ojos claros continuaba manteniéndose firme, como si la actitud del poderoso jefe mafioso la llevara en la sangre de manera innata.

-¿Por qué no entramos para discutir un asunto bastante importante?- Dijo con falsa amabilidad el cabecilla de todos aquellos.

-No voy a dar ni un paso hasta que no tenga a mi hijo aquí delante- Demandó con seriedad y firmeza.

-¿Así que quiere a toda costa ver a su hijito? ¡Entonces traiganlo de una vez!- Borró todo falso gesto amigable de su rostro, metió su mano dentro de su saco y de ella sacó una pistola.

Tiró el arma, con el seguro puesto, en dirección al hombre bajito que hace unos momentos intentó golpear al jefe Gambino, pero antes de que la pistola tocara las manos de dicho sujeto, otra mano intervino en medio interceptando el arma.

-No se molesten, yo mismo me encargaré de traerlo- Se entrometió  una nueva voz con fría diversión dejándose ver entre aquel tumulto de gente, obteniendo más la atención de unos asombrados y confundidos orbes celestes.

-¿Toni?- Por unos momentos su mente se paralizó por la sorpresa, quedándose estupefacto por lo que sus ojos veían, sin duda alguna era su primogénito, pero ¿Por qué estaba del lado de aquel grupo?

El rubio de ojos celestes simplemente lo miró con seriedad y volteó para entrar al galpón y hacer su cometido, dejando al señor Gambino algo desestabilizado por la actitud de su "hijo".

Pogo continuó tranquilamente su paso hasta adentrarse en aquella habitación donde estaba encerrado el rubio cenizo, lo vio aún arrodillado empujando algo con uno de sus pies, logrando ver fugazmente que era la punta de una soga.

-Ha llegado el momento, Carlo Gambino- Pronunció de manera cantarina mientras jugueteaba con el arma entre sus manos. -Espero que estés listo para lo que vendrá-

El nombrado simplemente elevó un poco su cabeza hasta chocar sus celestes con los oscureciendo orbes de su "hermano", otorgándole una mirada completamente seria que fue devuelta por una de diversión por parte del payaso.

-El show está apunto de comenzar~-

Por el silencioso ambiente de estar en un lugar alejado de la ruidosa ciudad, una risa tétrica empezó a oírse para minutos después ser reemplazado por un estruendoso disparo, que provocó risas en la banda criminal y un sobresalto imperceptible sobre el jefe Gambino.

-Ayundenle a traer el cadáver- Ordenó con malicia el líder, riendo estrepitosamente al notar lo tenso que se encontraba el de orbes celestes.

Dos de sus hombres acatan la orden y siguen los pasos que anteriormente había echo el primogénito de los Gambino.

Una vez entraron en el cuarto lo primero que se detuvieron a observar fue el cuerpo inmóvil del rubio cenizo contra el suelo y luego dirigieron sus ojos al rubio que reía con diversión. Ambos sujetos empiezan a largar carcajadas acompañando al contrario, pero el payaso al escucharlos reír se detuvo y formó una mueca molesta que a los milisegundos borró para que no lo notaran. Calmando un poco sus grotescas carcajadas, uno de los hombres se acerca hasta Carlo para cargarlo, intentó levantarlo pero en cuestión de segundos empezó a sentir una punzada en su brazo. Por el shock sólo atinó a guardar silencio y dirigir su vista a donde sentía un invasivo filo incrustado en la piel hasta la carne, pudo ver que se trataba de una navaja incrustada en su brazo sostenida firmemente por una mano ajena, que subiendo un poco más su visión, observó en el antebrazo un tatuaje de un cuchillo. Estuvo a punto de alejarse al reaccionar, pero el otro fue más rápido para actuar, ya que bruscamente sacó el arma de cuerpo a cuerpo del brazo del hombre y procedió a clavársela en una pierna, ocasionando que el sujeto gritara de dolor.

-¿¡Qué demonios está pasando!?- Interrogó aún algo conmocionado al ver que el supuesto cadáver se movía atacándolo.

Ante el grito de su compañero, el otro tipo sacó una pistola que descansaba en su cinturón y apuntó a quien estaba apuñalando a su compañero, nuevamente otro disparo se escuchó en aquella habitación, pero esta vez el cuerpo del hombre con el arma cayó desplomado sin vida al piso con una herida de bala justo en la cabeza y un charco de sangre formándose debajo suyo.

-T-tu nos tra-traicionas-te- Balbuceó el sujeto que tenía dos apuñaladas, con sus ojos abiertos de par en par y lagrimas saliendo de ellos por el dolor de las cortadas.

-Nunca los traicioné ¡Al contrario!... Jamás estuve con ustedes- Escupió su respuesta con odio y malicia. -Pogo nunca sería amigo de personas de bajo recursos como ustedes- Habló con tranquilidad y una ancha sonrisa malévola, dando unos pasos hasta el contrario para finalmente apuntarle justo en medio de la frente sin borrar en ningún momento su espeluznante imagen retorcida. -Porque Pogo odia a los pobres-

Y nuevamente un tercer disparo se escuchó dentro de aquel galpón dejando a todos los de fuera completamente confundidos.

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-Se han escuchado tres disparos dentro de la edificación ¿Procedemos?- Interrogó uno de los hombres de la mafia Gambino que se encontraba a varios metros lejos del galpón, vigilando en todo momento con la mira del francotirador que tenía entre sus manos. 

-¿Mi esposo está bien?- Interrogó la rubia mujer a través de una radio donde estaban en esa frecuencia únicamente ella y aquel hombre de máxima confianza dentro de la organización, quien era su hermano menor.  

-Afirmativo, lo tenemos en visual constantemente, ante cualquier altercado procederemos a abrir fuego para protegerlo- Respondió dejándola más tranquila.

-Entonces continúen según lo planeado, esperen su señal para actuar- 

-Entendido- Contestó para abandonar aquella frecuencia y entrar en la que estaban todos los miembros de la mafia esperando expectantes. -Nuestro segundo al mando ha dicho que esperemos la orden del jefe- Informó recibiendo varias respuestas afirmativas.

Ahora solo quedaba esperar.




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