Bruscamente sintieron sus cuerpos impactar contra el duro suelo, escuchaban el ruido provocado por aquellas personas que los habían secuestrado, sus manos estaban atadas con gruesas cuerdas que lastimaban sus muñecas y su visión estaba obstruida por la bolsa oscura que habían colocado en sus cabezas. El más alto de los dos intentó reincorporarse pero fue rápidamente empujado al suelo otra vez de una patada, mientras que el contrario permaneció en el frío piso intentado mantener la calma y que su mente se quedara callada.
"Déjame salir"
Comenzó a respirar agitadamente por su boca al oír aquella voz de su cabeza aumentar cada vez más y más, las demás voces ajenas comenzó a escucharlas lejanas, las únicas que se mantenían latentes era aquella del payaso, la suya propia discutiendo con el ente y la de su hermano llamándole aunque iba perdiéndose como un eco.
-Quiero verlos- Ordenó una voz ajena para después escucharse como unos rápidos pasos se aproximaban hasta ellos y les quitaban bruscamente las bolsas.
Ambos parpadearon un par de veces para ajustar su vista, parecía ser un galpón donde solo el foco encima de sus cabeza era el único encendido, todo lo demás estaba sumido en oscuridad, solo podían ver siluetas moverse entre las sombras.
-Vaya, así que estos son los protegidos de Gambino- Volvió a hablar aquel misterioso hombre con diversión. -Vamos a darle una advertencia al viejo, mátenlos-
El rubio cenizo apretó con furia su mandíbula y miró de reojo a su mayor, se sentía impotente por no poder hacer algo al respecto, ni siquiera había comenzado nuevamente su vida cuando ya estaba por terminar todo, pero no podía acabar todo así, había muchas cosas que todavía deseaba hacer junto a su hermano. Concentró su mirada desafiante en los secuestradores e intentó con sus fuerzas liberarse de sus ataduras, pero el fuerte grito de su consanguíneo atrajo la atención de todos los presentes y la suya con miedo en sus ojos celestes.
"Pogo se encargará de esto"
-No... ¡No!- Vociferó el rubio golpeando su frente contra el cemento del suelo.
El menor del dúo intentó acercarse pero se detuvo cuando los golpes cesaron y la cabeza del mayor quedó contra el piso. El cenizo tragó saliva notoriamente al percatarse de lo que estaba pasando, su hermano había caído inconsciente pero sus dedos comenzaron a moverse, era un mal momento para lidiar con aquel ser, o quizás podía llegar a ser una esperanza para salir vivos de aquella situación.
Aunque aún no se acostumbraban ni conocían bien la mente tan retorcida que tenía aquel payaso.
-¿Que clase de advertencia sería esa? es estúpido- El rubio se fue reincorporando lentamente por la dificultad de sus manos atadas, portando una enorme sonrisa inquietante en su rostro.
-¿Qué demonios?- Pronunció con extrañeza el que parecía ser el jefe de esa organización.
-Si lo que quieren es meterse con el jefe de la mafia, deberían atacarlo directamente a él, nada de una advertencia de mierda, eso es de putos cobardes- Prosiguió con su voz cantarina. -Si ustedes gustan, podría ayudarles con sus deseos-
-¿Por qué harías eso?- Interrogó desconfiado.
-Ambos podemos sacar provecho de esto, tú te deshaces de él y yo no tendré que soportarlo- Comentó con desinterés pero sin borrar la sonrisa de su rostro.
El jefe de aquel grupo le hizo una seña a uno de sus hombres, el cual asintió y se aproximó hasta el rubio, sacó un cuchillo de su cinturón y cortó las cuerdas que apresaban sus muñecas. De inmediato el payaso llevó su mano izquierda a la muñeca derecha para masajearla e hizo lo mismo con la contraria, intentando aliviar el dolor sobre las marcas que dejó la cuerda. Al estar liberadas sus manos entendió que el sujeto que era el jefe estaba interesado en sus palabras, había conseguido evitar que lo mataran, pero aún así continuaban apuntándole con sus armas.
-¿Entonces tu que harías?- Interrogó el jefe cruzando sus brazos y mirándole seriamente.
-Fácil- Simplemente respondió y dio media vuelta para acortar la distancia con el rubio cenizo que observaba todo en silencio, con sus ojos bien abiertos y confundidos.
-¿Pogo?- Murmuró perdido el de orbes celestes sin dejar de ver la figura de su hermano.
El nombrado al estar frente al italiano borró completamente su sonrisa, se agachó hasta su altura y metió una de sus manos dentro del saco del Gambino, consiguiendo sacar su móvil mientras continuaba mirándole fijamente y sin expresión alguna en su rostro.
Se reincorporó y al dar media vuelta para enfrentar a aquel grupo volvió a dibujar una enorme sonrisa en sus labios, levantó su mano con el teléfono y lo lanzó hasta el jefe, quien lo atrapó pero sin comprender el para qué.
-¿Por qué nos entregas esto?- Preguntó con una ceja enarcada hacia el payaso.
-Ahí está el contacto de la persona que buscan, llamen y acuerden una reunión- Contestó simple.
-Ese viejo nunca haría caso a algo así, no funcion...-
-¡Pero claro que lo hará!- Le interrumpió exaltado. -Si se resiste sólo díganle esto: tenemos a Carlo Gambino- Giró un poco para señalar al rubio cenizo que permanecía arrodillado en el suelo.
-¿Gambino? ¿Él es un Gambino?- Pronunció sorprendido el sujeto igual de estupefacto que sus hombres. -Ya veo el por qué del parecido- Dijo más para si mismo, ya que desde que lo vio fue como ver casi la misma imagen del Don de la mayor mafia de Italia.
-¿No lo sabían? Tienen en frente al mismísimo hijo del mafioso más grande de toda Italia- Habló de forma cantarina y con su típico tono divertido.
Ante aquella declaración, todos levantaron sus armas y apuntaron con ellas a Carlo, quien simplemente endureció su entrecejo, ese desgraciado lo estaba vendiendo en bandeja de plata.
-Entonces será mejor que nos deshagamos de él- Dijo el jefe apunto de dar la orden de disparar.
-¿Eres estúpido?- Interrumpió el payaso obteniendo nuevamente toda la atención en su persona. -Si quieres tener al Don de la mafia Gambino a tus pies, debes utilizar a su hijo para atraerlo y obviamente deberá estar vivo. Claro, si es que no quieres que el viejo venga directamente a perforarte toda la cara con balas-
Todos los integrantes de aquella organización estuvieron de acuerdo con sus palabras y bajaron sus armas.
-Que grupito de cuarta, patéticos- El rubio cenizo escupió las palabras con burla y rabia.
Los hombres soltaron palabras contra el de orbes celestes y nuevamente le apuntaron con sus pistolas listos para matarlo por tal ofensa, pero el payaso fue mas rápido para reaccionar ya que giró en su dirección y cerró su puño para después dejarlo caer sobre el cenizo, dándole un puñetazo en la cara que hace voltear su rostro y le obliga a guardar silencio.
-Calladito te vez más bonito- Le susurró con molestia y disgusto en sus facciones, tomándolo del cabello para que le viera directamente a los ojos.
-Llévenselo al otro cuarto, vamos a divertirnos un poco con él hasta que nos pongamos en contacto con el Gambino que de verdad importa- Ordenó el jefe después de unos minutos en completo silencio. -Y tú- Señaló a Pogo, quien soltó al Gambino cuando los demás se acercaron para llevárselo, formo una sonrisa otra vez en su rostro y miró con atención al sujeto que lo llamó. -Si realmente estas de nuestro lado, demuéstralo-
Después de aquellas palabras uno de los hombres se acercó y extendió su mano entregándole una llave inglesa algo grande al rubio, quien la tomó algo extrañado, aunque cuando le señalaron la habitación donde cuatro personas se estaban llevando a Carlo para encerrarlo comprendió a lo que se referían.
-En mis tiempos lo hacía con un bate de béisbol, pero supongo que esto servirá- Pronunció mientras jugueteaba un poco con la herramienta.
Al parecer siempre estaba obligado hacer aquel acto con las personas más importantes de sus recipientes.
-Aquí vamos de nuevo- Murmuró para sí mismo, caminando lentamente con la llave inglesa en mano hasta el cuarto donde estaba encerrado el rubio cenizo.
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La Nostra Grandezza
DiversosMi deber siempre es ver por mi mafia, por mi hermano y por mí. Si buscas dinero, fama y poder, con los Gambino lo encontrarás pero debes mantenerte bajo nuestras reglas. Así que ¿Estás con nosotros?