Diez: Me Agradas

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No pensaba que Maddie se divertiría de algún modo pasando la tarde en una cena que prometía estar llena de momentos incómodos y tensión, pero, como cualquier estúpido enamorado, no lo pensé en aquel momento y simplemente accedí a su propuesta.

—¿En serio harías eso por mí?— Cuestioné, mis ojos seguramente iluminados de una tonta manera, y ella asintió con una sonrisa. —¡Muchas gracias!— Instintivamente, la abracé y fue inevitable notar su perfume mientras me devolvía el abrazo... chanel. Oh, Dios, dame fuerzas.

Una vez encontramos la mesa donde mi padre y Ámber Mercier se encontraban teniendo una cálida charla, nos dirigimos hasta allá.

—Buenas tardes, querido Justin. ¿Quién es ella? ¿Tu novia?— Preguntó Ámber, haciendo que las mejillas de Maddie se hicieran coloradas, mi padre se atragantara con su vaso de agua y mi mandíbula se apretara. Tu cita no es muy oportuna, padre.

—No, no lo es.— Me limité a decir. —Esta es Maddie, mi compañera de clases.— Remarqué esta última frase mientras Maddie estrechaba manos con Ámber. —Maddie, esta es Ámber, la... prometida de mi padre. A mí padre, Jeremy, ya lo conoces.— Bien, llámenme inmaduro, adelante. No es fácil que las palabras “prometida de mi padre”salieran de mi boca.

Y aquí está. El primer momento incómodo de la noche. Si tres son multitud, imagínense cuatro. Sí... Ámber no debería de estar aquí.

El mesero llegó, tendría unos veinticinco años.

—Bienvenidos a Brasserie Berry.— Dijo de manera cortés. —¿Ya decidieron que pedir, o desean ver el menú un poco más?

—Creo que veremos el menú.— Dijo mi padre. Pude notar como aquel mesero cuyo nombre deduzco era “Marco” por su placa de reconocimiento, le prestaba mucha atención a Maddie. Esta, a su vez, se acercaba a mí. ¿Qué?

—¿Es esta una cita doble?— Preguntó con toda la cortesía y discreción que podría juntar. Estaba a punto de responder que no, pero Maddie se me adelantó.

—Sí, lo es.— Sonriendo, tomó mi mano. Juro haber sentido un choque eléctrico correr por todo mi brazo, pero disimulé. Mi alegría, extrañamente, era incontenible por primera vez en mucho tiempo. Pero, ¿por qué me alegraba por algo que claramente era una farsa?

—De hecho...— Ámber empezó a hablar, seguramente para llevarle la contraria a Maddie, pero mi padre la interrumpió dándole un apretón en la mano.

—Oh, comprendo.— Dijo el mesero, cuya mandíbula se apretó. Rápidamente escribió el pedido de todos y se marchó, algo molesto y frustrado quizá.

—Lo siento mucho, Justin. No quería que ese chico siguiera insinuándome cosas, perdón.

Le dije que todo estaba bien y que no me molestaría por tal cosa. La verdad simplemente estaba agradecido por que por un momento, aunque fuese por un minuto, supe que se sentiría ser algo más que su amigo, y que se refugiara en mí y tomara mi mano.

Aunque yo sabía que aquello no sucedería en la vida real, por Dios, mírenme, ¿quién se sentiría a salvo a mí lado?

—Entonces, Justin, cuéntame de tu vida.— Dijo Ámber.

—No hay mucho que contar. Desde que mi madre falleció hace unos años me dedico a ir al colegio y de vuelta a mi casa, y no hacer más nada que dedicarme a los estudios para tratar de hacerla orgullosa. Porque sé que desde donde está, nos ve a mí y a mi padre. Y no quiero decepcionarla.— Miré a mi padre, quien tenía una mirada de “por favor, no hagas esto ahora.” Pero no me importaba.

—Oh, bien.— Ámber tragó saliva y miró hacia su regazo.

—¿Qué hay de ti?— Cuestioné.

—Bueno, nací en Francia, y vine aquí hace poco para dirigir la empresa de mi padre. Conocí a Jeremy puesto a que él trabaja allí, y la conexión fue inevitable.— Ella tomó su mano. Yo simplemente asentí. ¿En qué momento te olvidaste de mamá, papá? ¿en qué momento pensaste que había alguien mejor, más linda, más inteligente?

El resto de la cena no fue más fácil que esto. Se resumió en silencios incómodos, momentos tensos y preguntas ocasionales para aliviar los mismos.

—Toma, hijo.— Mi padre me ofreció las llaves de su coche. —Lleva a Maddie.— Me dio una palmada en el hombro y se alejó hasta Ámber.

—Espera, Maddie no vino conmigo.— Pero era muy tarde para decírselo. Ya lo había perdido de vista. —Escucha, Maddie...— Dije acercándome a ella.

—¿Sí?

—Mi padre me dejó las llaves del coche, ¿te gustaría que te llevara?

—Uhm, claro.— Dijo. —La otra opción sería irme con Kyra y su novio, y me molestarán hasta convencerme de conducir para que ellos puedan darse amor en el asiento trasero.— Río. Aquella fue la melodía más dulce que había oído en meses. —Además... me agradas.— Sonrió.

El camino hasta su casa fue mucho mejor de lo que me imaginé. No había reído así en tanto, tanto tiempo.

Hicimos bromas, reímos y en realidad me hizo olvidar la agridulce tarde que tuve.

Ella... ella me estaba reparando.

Y quería devolverle el favor.

Chanel → j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora