Catorce: Debía Cuidarte

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La seguí a través de las escaleras y del living, ignorando las expresiones desconcertadas de mi padre y su prometida.

Salió por la puerta, y continué tras ella.

No iba a dejar que se fuera pensando que me acerco por lástima.

—¡Madison por favor, espera!— La tomé por el brazo, ella me miró con los ojos abiertos. Muy pocas veces le decía Madison, muy pocas. —Escúchame, te lo suplico.

—No me gusta que me digan Madison.— Se limitó a decir.

—No me acerco por lástima, créeme.— Expliqué, ignorando lo que ella dijo. —Yo inspiro lástima. ¿Okay? No digas lo contrario pues desde hace mucho sé claramente como son las cosas. La parte lógica de las cosas sería que tú te me acercaras por lástima. —Al oír esto, trató de zafarse de mi agarre e irse molesta, pero se lo impedí.— Sin embargo... —Enfaticé, para que me escuchara. —Jamás pensé eso. Confié en ti.

Ella suavizó sus gestos y se relajó bajo mi agarre. Incluso dio unos pasos hacia mí.

Maddie sabía en el fondo de su corazón que habíamos pasado por las mismas cosas y si hay alguien que la entendiera a la perfección, sería yo.

—Yo me acerqué porque me cautivaste, Maddie. Tus sabias palabras, tu valentía, tu forma de ser. Y desde aquel momento en el que me senté a tu lado por primera vez en clases, supe que tendría que llenarme de valor porque a partir de ese momento me propuse a conquistarte. No te conocía, pero era lo único que quería hacer entonces.

Miró al suelo, tragando saliva, procesando todo lo que le había dicho. Por la mirada en sus ojos deduje que nadie más se lo había dicho nunca en su vida.

Pero, ¿por qué? Ella es tan hermosa.

—Cuando te vi en el cementerio, Dios, fue duro. Fue casi igual de duro como saber que exactamente hace seis años ese día, mi madre había muerto. Te vi ahí, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para contenerme de ir a abrazarte y consolarte. Pero no lo hice, porque sabía que te sentirías avergonzada, y no querías que nadie te viera de esa forma. Y desde ese momento supe que más que conquistarte, debía cuidarte.

Se liberó de mi agarre. Dios, ¿se irá? ¿no habrá creído lo que le dije? Dios, todo es verdad.

Para mi suerte, no fue así. Extendió sus brazos y los envolvió en mi cuello, y enterró su rostro en la hendidura del mismo.

La sostuve fuerte y firmemente, consciente de que era mi mundo lo que estaba sosteniendo.

Y por nada, nada del mundo lo dejaría caer.

—Muchas gracias, Justin. Gracias.— Murmuró sin soltarse de mi, alejándose un poco para besarme.

—Te quiero tanto.— Le dije.

—Te quiero mucho más.— Me contestó.

Chanel → j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora