Nueve: ¿Quieres Compañía?

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Me encontraba en clases, sentado al lado de la chica más maravillosa que se podría encontrar, deleitándome de cómo ella era la única en un salón con treinta y un alumnos que no estaba de acuerdo a la opinión del profesor de ciencias naturales.

—Los científicos han demostrado que, de hecho, toma la quita de un segundo enamorarse.— Dijo un Redmond muy seguro de sí mismo.

Entonces todos empezaron a parlotear sobre que esto era muy cierto. La mayoría eran chicos hablando sobre chicas que han visto en bares y que no han podido sacar de su cabeza. Este mundo simplemente se había convertido tan superficial.

—Yo no creo eso profesor.— Dijo Maddie levantando la mano, y el silencio se formó. De algún modo estaba orgulloso, no pregunten por qué. Me encantaba el hecho de que no se regía por las opiniones de los demás. —¿Cómo podemos asegurarnos de estar enamorados de alguien en menos de un segundo? Es técnicamente imposible. ¿Sólo nos estamos fijando en un rostro, un par de ojos y unos labios, hoy en día? Me parece inconcebible.

El profesor Redmond acomodó sus lentes en el puente de su nariz, prestando atención a lo que Maddie tenía para decirle, como el resto de la clase.

—Para estar enamorado hay que tener completa consciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor.— Dijo, de manera tan natural, que me sorprendió a mí y a todos en aquella sala.

Instintivamente comencé a aplaudir, y todos me siguieron. Pude ver de cerca como el rubor subía por sus mejillas, y no pude ser más afortunado en aquel momento por tal vista.

La clase siguió y culminó en poco tiempo. Al final de ella, Redmond llamó a Maddie para felicitarla por sus palabras y decirle que ella tenía algo muy especial y que fuese lo que fuese, se apegara a ello.

—Bro, ¿que harás hoy? Se me ocurría que podíamos ir al...

—Lo siento, Michael.— Lo interrumpió. —Se supone que Ámber Mercier cenará con nosotros hoy. Ugh, cómo quisiera que la tierra me tragara antes de que el reloj marque las seis en punto. No quiero conocer “más a fondo” al reemplazo que mi padre tiene para mi madre.

—Bueno, Justin.— Dijo Michael haciendo una mueca, más como sintiéndose mal por mí. —Será para la próxima.

Asentí, y me dirigí en silencio hacia mi casa, solitaria, puesto que mi padre había salido a trabajar.

Subí las escaleras hasta mi habitación, en la cual me encerré.

No sabía que haría, o como actuaría, estaba realmente muy estresado.

Necesitaba hablar con alguien. Así que hice lo que todo chico soltario haría cuando no tiene con quien hablar... escribir.

“Querida mamá,

hoy cenaré con mi padre y su prometida.

Mamá, no quiero hacerlo.

Siento que al asistir, te estoy traicionando,

Chanel → j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora