Capítulo 10: Nuevas vidas

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En la inmensa oscuridad que cubría todo el lugar solamente se podía sentir un pesado dolor que sacudía los cimientos de una infinita caída libre. La bruma era tan densa que le dolía concentrar la mente. Sabía que estaba irremediablemente mal porque entre el caos y la adversidad, apenas se podían percibir frío y angustia.

Cuando el sonido de la bala se elevó por la habitación y le perforó la piel con fuerza, las paredes se cerraron sobre sí, y luego todo se consumió. Todo se tornó negro y la penumbra se lo tragó completamente. Si en verdad, así era el fin de una vida por lo menos quería despertar y saber dónde se hallaba.

¿Estaría en el paraíso? Rodeado de césped y un sol resplandeciente en el inmenso firmamento. No, lo dudaba.

¿Sería entonces el mismo infierno de Dante lo que se cernía inexorable sobre él?

La respuesta le llegó pocos minutos después.

Tenuemente fueron apareciendo unas inentendibles voces que se entrecruzaban por su cabeza como aves en pleno vuelo. Eran totalmente carentes de sentido alguno; claro, que en aquel estado de total desconsuelo no se podía pensar muy bien. Sin duda, la muerte no le gustaba para nada.

—Aun no despierta—.

—Pues el doctor Frank dice que dentro de poco lo hará. —declaró otra voz.

Volvió la oscuridad. Las voces se perdieron en el vacío y el tiempo transcurrió muy lentamente.

—Mírala, lleva días ahí...—afirmaron.

—Si eso no es amor, no sé qué lo será.

—¿Crees —preguntó la primera voz—. Que así es el amor verdadero, Lucy?

La otra chica lo pensó muy bien, porque no dijo nada por un buen rato.

—Por supuesto, Cecil. Amor sin dolor no es amor. De eso estoy totalmente segura.

Las voces se interrumpieron nuevamente. Su cuerpo comenzó a relajarse. Pudo sentir su corazón latir en su pecho como si retomara su movimiento regular y continuo. El aire entró lentamente en sus pulmones y notó como la gravidez que le dominaba en aquel instante, desaparecía totalmente. Escuchó la máquina de signos vitales emitir su monocorde sonido. A los pocos minutos, sus ojos se fueron despejando y una inmensa pared blanquecina apareció en su campo visual. Había despertado. Había vuelto a la vida.

...

Llevaba tres días en el mismo lugar. En su mano, un pequeño vaso de plástico con los restos de un café ya frío y rebosante de azúcar le mantenían despierta y atenta por sí ocurría cualquier novedad al otro lado del cristal.

Se había levantado en varias ocasiones para mirar a través del panel que separaba la sala de espera y la habitación donde yacía el paciente sobre la cama clínica, inconsciente.

En un momento que no supo cómo había podido ocurrir pudo percibir que la máquina que estaba conectada al desnudo pecho del joven profirió un leve ruido. De inmediato, saltó de su incómodo asiento y se apoyó al cristal para observar mejor.

<<Despierta, por favor, despierta>>, se repitió mientras le inundaba la esperanza.

Pero no ocurrió nada. Todo seguía igual que hacía tres días.

No le gustaba recordar los momentos tétricos e infelices porque ya de por sí su vida era lo bastante oscura como para agregarle un toque más abrumador pero durante esos días de zozobra y de angustias aún por las noches cuando las enfermeras aparecían ataviadas con su indumentaria ajustada y provocativa para colocar el tratamiento correspondiente del día, justo en ese instante escuchaba las voces y por último, el cegador disparo que casi le ponía fin a su vida.

Secretos de una ninfómana 🔞 (Completo)✅ (En físico) 😍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora