Capítulo 19: Preparativos

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El médico había firmado el alta de Albert Colt tras observar los diferentes estudios de ese día y cuyos resultados eran totalmente favorables.

La cirugía había sido un éxito y por tanto, no había forma de que éste siguiera recluido allí. Le otorgó el informe médico y le indicó, además, fármacos para el dolor. Norma Walfs agradeció a Dios en más de tres ocasiones y cuando estaban cerca del servicio administrativo un guardaespalda de seguridad se les acercó y se les presentó.

—Vengo de parte del señor Leonard. —informó—. Debo estar con ustedes hasta que acudan a la cena.

Norma Walfs entornó los ojos y abrió la boca muy sorprendida. No lo disimuló en lo absoluto por lo que el guardaespalda no le quedó más remedio que reir por su gran descaro.

—Gracias, gracias. —contestó ella—. ¡Ouch! Ayúdeme con esto.

Y le entregó el maletín con las pertenencias de su hijo quién a su vez le fulminó con la mirada.

—Lo siento. —masculló Albert tomando la maleta—. Sólo téngale un poco de paciencia.

El guardaespalda hizo un gesto de tranquilidad y les flanqueó con seriedad mientras salían del hospital. Se había decidido ir al hotel para descansar y esperar hasta la cena dónde el mismo Leonard había llamado y ofrecido un chófer particular que les llevaría directamente hasta la Mansión Maddison.

El simple hecho de nombrar a la <<Mansión>>, a Norma se le aceleraba el corazón. Admitía, aunque no lo dijo en voz alta porque la verdad no hacía falta que lo expresara cuando era muy evidente, que le encantaba estar rodeada de gente muy importante. Era tan superficial, que sólo le importaba el hecho de acudir a un buen sitio y sentirse realmente cómoda.

Entretanto, Albert, era un manojo de emociones. Su mente estaba pensando en una sola persona. Una persona que aparecía a cada momento y lo retenía preso en una fantasía tan voraz. Pensaba en muchas cosas; su forma de hablar tan sensual, por ejemplo: le fascinaba. Su figura tan descomunal lo volvía loco con el simple hecho de imaginarse recorrer su cuerpo y tocar toda la extensión de su hermosa y traslúcida piel. Sus ojos... ¡Dios, esos ojos! Cuyo fulgor era tan similar a las mismas llamas del infierno: lo tenían totalmente envuelto en un vicio del que no quería escapar y deseaba por mucho probar hasta fundirse en uno sólo.

Cuando llegaron al hotel, el guardaespalda le entregó una tarjeta de color negro al joven de la recepción y éste último tomó sus pertenencias de manera muy histriónica. Enseguida, el guardia de seguridad brindando su innecesario apoyo, les condujo por el desolado corredor hasta la habitación.

Una vez cerrada la puerta el guardaespalda se quedó afuera como un centinela con los brazos cruzados.

—¡Ésta es la vida que tanto merezco!. —declaró Norma dando una vuelta sobre sus pies. Su falda ondeó en el aire.

Albert dejó las cosas en el rincón. No prestaba atención a su madre pues no estaba para tonterías, a decir verdad.

—¿Qué crees que debería ponerme, cariño?. —interrogó con voz preocupada.

Él la miró y se encogió de hombros.

—Lo que sea mamá, lo que sea...—

Norma Walfs no dijo nada y comenzó a sacar su indumentaria al mismo tiempo que descartaba lo que no era idóneo para llevar a tan prestigiosa invitación. Albert observó por encima de su hombro y notó que toda la ropa era del mismo color monótono y opaco. Además, de la exagerada presencia de parafernalias, biblias y otros objetos religiosos tan innecesarios pero importantes para ella. Asumió que verdaderamente su madre estaba loca.

—Voy a ducharme. —murmuró Albert.

Norma lo ignoró por completo.

Él entró al baño y se miró en el espejo. Evaluó la cicatriz de su cabeza: mínima y delicada, y decidió que lo mejor era quitar todo el cabello que estaba alrededor de la misma. Tomó la máquina de afeitar y concluyó que era hora de un cambio radical. Era hora de ponerse en acción para asumir el verdadero rol de un hombre que va a conquistar a una hermosa mujer.

Era la hora del cambio. Era la hora de un nuevo comienzo.

...

A varios kilómetros de la Mansión Maddison, el Magíster caminó por el sombrío lugar con el arma homicida en su mano izquierda. Le gustaba mucho ese lado porque era el dominio principal del raciocinio y del pensamiento crítico global. Además, que le proporcionaba la lógica y el control de las acciones que el mismo deseaba ejecutar. Su estilo era dictarorial y muy crudo, por eso cuando disparó directamente a Antonio Flores había sellado un aviso para todos sus súbditos presentes aquella mañana. No quería más errores y aquel que tuviera la osadía de cometerlos... no viviría para contarlo.

—Magíster, hoy volverán a reunirse en la Mansión Maddison. —le informó una voz rasposa detrás de él.

Silencio. No hubo respuesta alguna.

Por el contrario, el Magíster aspiró el humo del tabaco y éste inundó sus pulmones con rapidez. Lo retuvo un breve instante y luego lo expulsó.

—Perfecto. Por fin Leonard Maddison sabrá lo que es la verdadera venganza. —sentenció.

Guardó la pistola en su cintura y finalmente salió al exterior.

Secretos de una ninfómana 🔞 (Completo)✅ (En físico) 😍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora