Capítulo 23: El principio de la pugna

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Albert Colt se colocó sobre el cuerpo desnudo de Alissa y ambos se sincronizaron como dos engranajes cuyo movimiento era simétrico y continuo. La besó y sintió sus labios sobre él. La pequeña corriente eléctrica que les había seguido a continuación, se incrementó y les puso todo el cuerpo muy alertas. Sin duda, jamás se había sentido así.

Le rozó el cuello con su lengua mientras ella gemía suavemente con la cabeza inclinada hacia atrás. Ella olía a rosas y Albert tuvo la tentación de poseerla de una vez pero reprimió ese pensamiento cuando la miró a los ojos.

Se estaban tocando y su miembro estaba tan erecto que le rozaba la entrepierna de ella cuya humedad se esparcía por la parte inferior de sus muslos.

—Estás muy mojada. —afirmó Albert mirándola con ferocidad.

Alissa se recogió el cabello a un lado y bajó la vista para verse mejor.

Estaba muy excitada.

Demasiado.

Desde hacía días quería tener a ese hombre para ella y ya el hecho de estar junto a él sobre su cama le parecía un sueño… un caliente y vívido sueño.

—Muy mojada para ti, Albert Colt. —masculló y abrió las piernas.

Entonces Albert descendió con su lengua por el prominente pecho de Alissa y con un movimiento recto y mojado, llegó a su ombligo. Ella volvió a gemir, encorvándose.

El preámbulo la tenía demasiado entretenida. Ningún hombre con los que había estado le hacía sufrir tanto como éste. Todos eran monótonos y siempre iban de una vez a la acción, pero Albert…

Ufff, ese hombre… La envolvía en una llamarada del cual la tenía presa en su red sin respiración y sin salida.

Gimió de nuevo cuando Albert llegó a su entrepierna. Se veía como un depredador: salvaje y famélico.

Él, muy caliente y sudado, abrió las piernas de Alissa hacia ambos lados con sus musculosos brazos. La miró directamente a los ojos y el placer refulgió ante la tenue luz de la luna que entraba por la ventana. Alissa tomó la cabeza de él, y la acercó más a su órgano. De pronto, su lengua, tocó su introito más húmedo que nunca. Su mirada se le nubló cuando Albert comenzó a realizar pequeños movimientos circulares. El placer era inigualable. El dolor, placentero.

—Tómame, Albert Colt. Tómame, ya. —gimoteó Alissa con espasmos en su cuerpo.

Albert continuó sin prestarle atención. Notaba como ella se estremecía ante su furia y eso lo estaba volviendo loco.

Se detuvo.

Ella soltó el gemido sin piedad. Sudaba y su cara estaba roja por el aumento de adrenalina.

Albert tomó el preservativo en sus manos y abrió el envoltorio.

Alissa se movió y cambió la posición rápidamente.

—No. Ahora es mi turno, Albert Colt. —comentó quitándole el preservativo.

Él dudó y quedó con sus manos libres en el aire. Alissa en cambio, colocó al revés el material de látex en su boca y luego, con un movimiento practicado lo puso entre sus labios y adoptando una posición sensual, bajó la cabeza hacia el miembro viril de Albert y tocando con su boca la punta del mismo, descendió poco a poco hasta colocar el preservativo sobre él. Con la ayuda de su mano derecha completó su faena y cuando levantó la mirada Albert Colt estaba realmente sumido en la desesperación de poseerla.

Ahora era el quién temblaba.
Estaba desesperado. Esa mujer, sin duda, era una extraordinaria mujer.

No esperó.

No tenía mucho en lo que pensar.

—Joder, Alissa Maddison, ven aquí. —rugió y la poseyó con fuerza.

Finalmente, todo a su alrededor: resplandor de la luna, ambiente cálido y dos cuerpos que se sacian hasta la cúspide de un hermoso final, se fundieron en uno sólo.


Al otro lado de la habitación, en el pasillo, Gregor sostenía entre sus manos el envoltorio con el preservativo. Se le habían adelantado y le habían ganado una carrera del cual no tenía intención de perder. Tembló de irá. Estuvo a punto de derribar la puerta y acabar con todo a su paso.

Se controló.

Entró en silencio en su habitación. Puso el pestillo y hurgó en sus gavetas para vislumbrar la transparente bolsa con el material blanquecino. Cuando colocó la primera línea blanca sobre la mesa de noche, su mano temblaba por lo que se le dificultó un poco.

Se inclinó. Y aspiró.

Su mundo dio un giro sobre su propio eje. Su cuerpo se liberó y las cadenas de su alma se soltaron como una ave que se libera al exterior.

Tomó su celular. Y marcó un número.

Un segundo…

Dos segundos…

Tres segundos…

Cuatro segundos…

—¿Qué sucede? —preguntaron al otro lado.

—Cambio de planes…—trastabilló Gregor—. No vamos por Leonard Maddison. Sino por Albert Colt.

Y entonces, eufórico y alterado, colgó.

Secretos de una ninfómana 🔞 (Completo)✅ (En físico) 😍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora