EXTRA 4: MALAS ENSEÑANZAS.

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En esa misma noche, lejos del palacio olvidado, la nieve había cubierto el pequeño pueblo de aquél lejano reino. Los pequeños que ahí habitaban, habían sido recostados y una vez que habían quedado profundamente dormidos, sus padres fueron a la taberna de los Le-Gume.

Dentro de aquél sitio, hombres y mujeres disfrutaban de un buen tarro, mientras lo acompañaban de risas, peleas de fuerza o una simple charla. Sin embargo y a pesar de la amena calidez, en la gran silla de cuero que estaba frente a la chimenea, estaba un Gerald Le-Gume. Humillado y furioso por la vergüenza que pasó cuando Rosabella Beauty rechazó su propuesta de matrimonio.

Nadie se atrevía a acercarse, nadie menos su fiel mano derecha.
Jean llevaba hacía su fiel compañero, y dueño de sus suspiros, un nuevo tarro de cerveza. Gerald ya había bebido más que el resto, pero no parecía que el Alcohol pudiera controlarlo.

—¿De verdad fuí rechazado? ¡Nadie me rechaza! Y suma que me arrojó al lodo cómo un cerdo ¡¿Qué hice mal!?

—¿Más cerveza?

—¿¡Para qué!?— Con mucha fuerza, Gerald arrojó el tarro ofrecido hacía las flameantes llamas. —No tiene caso...no soy lo que ella quiere...soy un fracaso—

—¡¿Qué!?— Jean, impresionado terminó por arrojar sus bebidas al piso, corrió hasta quedar frente al pelinegro, a quien sujetó por el cuello de su gabardina.

—¡Gerald! Tienes que quedarte tranquilo...— El rubio esperaba ver una sonrisa por parte de su líder y en su lugar recibió una mirada de desprecio. —Vaya, es bastante penoso verte así, tan...triste y decaído, Gerald.
¡Mira!— Se colocó detrás de la silla de cuero y con esfuerzo logró darle vuelta para que Ger pudiera ver a todos los demás. Quiénes, levantaron su copa. —¡Todos quieren ser cómo Gerald Le-Gume, incluso, si reciben un golpe de por medio!..

No hay nadie que cause tan admiración, de todos eres el campeón...eres el líder y la inspiración ¡Y es muy fácil, saber la razón!—

—¿Jean?— Gerald se sorprendió al escuchar a su compañero ¿Cantar? Pero, en lugar de recibir una respuesta, la canción comenzó coeuforia. Aún así, Gerald no se molestó en detener a su compañero, sus ánimos habían sido calmados cuando las tres hermanas enamoradas, se acercaron y acurrucaron a sus costados.

Nadie...¡Es hábil como él, tan listo cómo el! Nadie tiene un cuerpazo como el de Gerald.
No hay nadie en el pueblo tan macho, no tiene comparación.

A pesar de haber dejado un par de monedas de oro, Jean había logrado que algunos otros se levantarán de sus asientos para cantar a su lado y así, enaltecer al héroe del pueblo.

Gerald se sentía extraño.
Claro que amaba ser el centro de atención, después de todo, era un héroe de guerra. Pero, no se sentía cómodo al recibir todo ese amor y admiración de esa manera, si se sentía cómodo...podría llegar a sentirse como su padre.
Nadie, absolutamente nadie, conocía el secreto del gran Gerald Le-Gume, uno tan grande que podría destruir toda su popularidad en un santiamén.

Gerald si le tenía miedo a alguien y ese alguien era su padre. El general Gastón Le-Gume.

No dejaría que nadie lo supiera, así que, en medio de todo el esplendor de los elogios sobre su fuerza y valor, el azabache tomó la iniciativa para entrar a la diversión junto a los demás.
¡En cualquier competencia superó a todos!— Se puso de pie y escupió con fuerza hacia un escupidero de metal. Con paso firme y con el sonido fuerte de sus botas, Gerald caminó, bajo la entonación grupal, directo a la barra, ahí, tomó un frasco lleno de yemas de huevos frescas y lo levantó en alto. —De chico, docenas de huevo comí para cada día crecer más ¡Y de grande como más, por eso soy tan grande y audaz!—  De un solo movimiento, Gerald bebió más de la mitad del frasco. El sabor era tan familiar como de costumbre y después de haberlo hecho, con una sonrisa engreída, se subió a la barra para guiar a la multitud.

Siempre serás una bestia. [Darbella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora