EXTRA 6: JUEGO SUCIO

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El tiempo es un elemento que para muchos puede ser relativo, pero en este cuento, el tiempo ha sido el responsable de sanar heridas del pasado y de abrir una brecha entre la duda y la incertidumbre.
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En uno de los páramos del bosque, los cascos de un caballo se combinaban con el sonido de las ruedas de una carreta al moverse por la tierra, ambos sonidos quedaron detrás de una voz estridente y grave que cantaba con singular alegría.

—Nadie es ágil como él
Nadie es raudo como él
Nadie tiene un cuello como el de Gastón
No hay hombre en el pueblo tan macho
Basta de comparación
Tú, pregúntale a cualquier muchacho
Te dirán que Gastón siempre es campeón.

Detrás del padre que tiraba de los caballos, Gerald y Jean se encontraban en silencio. Ambos amigos no habían vuelto a hablar con el otro desde que el primero de ellos abandonó a los padres de su amada en lo más profundo del bosque; Gerald, aunque estuviera feliz con la aprobación de su padre, se sentía asustado y agobiado por lo que había hecho noches atrás y Jean solo podía sentirse preocupado en niveles nunca antes vistos por su amigo.

—¡Esa es una gran canción! La escuché antes de llegar a la taberna, pero sin duda suena mejor con mi nombre. No es por desmeritarte hijo, pero aún te falta un lago camino para llegar a ser como yo. —Gastón sonrió y golpeó el lugar a su lado, Gerald se puso de pie en la carreta y fue hasta sentarse a lado de su padre—A esta hora, Adam y Bella deben estar en el estómago de algunos lobos... es una lastima, ella era muy hermosa, pero eso le pasa por haber elegido al incorrecto. En fin, hiciste bien acabando con ellos, las hijas pueden ser débiles cuando se trata de sus padres...y Rosabella no es la excepción, oh no, no lo es.

A pesar de lo locamente enamorado que Gerald estaba por Rosabella, una parte de él -aferrada al recuerdo de su madre- le resistía el hecho de estar de acuerdo con todo lo que su padre dijera y pensará. ¿Amaba a su padre? No lo sabía, pero no deseaba decepcionarlo.

Aunque tal vez, era el miedo que Gerald sentía por Gastón lo que realmente le hacía seguirle la corriente.

—Oye, Gerald... aquí entre nos ¿Crees que cierta piedra en la bota no sea un inconveniente para nuestro plan, verdad?

—¿Piedra? —preguntó desconcertado y se observó por instinto sus pies cubiertos por sus botas de cuero negro—No tengo ninguna piedra ¿A qué te refieres, padre?

Gastón resopló, sujetó firme las tiendas de los caballos con una de sus manos grandes y con la otra atrajó a su hijo hacia él—Es muy inteligente que hayas contestando así...ese tonto de atrás podría arruinar todo si quisiera.

“Ese tonto de atrás” con esas simples palabras, el pelinegro entendió a lo que su padre se refería: Jean era el único pasajero que iba en la parte de carga.

—¿Jean? Él no haría algo así, es mi mano derecha, mi segundo al mando —protesto Gerald, cuidando bien no levantar la voz.

—Un hombre siempre necesita quien le lustre las botas Ger y por eso entiendo que seas apegado a Jean...pero no sabemos si él salió igual de enfermo que su padre —el mayor fingió un escalofrío—, sería un verdadero obstáculo...que obvio, yo me haría cargo. No soy mal padre como para dejar que mi hijo maneje con un enfermo así.

«¿Enfermo?» Pensó Gerald sin percatarse de que los caballos habían parado de moverse. El primero en bajarse fue su padre, seguido por Gerald quien en vez de seguirle le pasó a su mayor, se detuvo al ver que Jean no se había movido desde que bajo de la carreta. El pelinegro se se acercó a su amigo y asegurándose de no ser visto por su padre, tomó a Jean por el hombro y lo sacudió un poco al verlo petrificado.

Siempre serás una bestia. [Darbella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora