Siempre serás una bestia. [Darbella]

La pequeña Rosa.

—Me parece que para seguir con esta historia, debemos remontarnos hace mucho tiempo atrás.

—¿Puedo ayudar? ¡Deseo conocer la infancia de Rosabella y Gerald!

—Lo siento Brook. Pero tu madre y yo conocemos está historia al pie de la letra. Verás, hace 17 años atrás...

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El cuento de la bella y la bestia se había completado una vez más. Belle y Adam vivían dichosos y con alegría, gobernando con mano justa su reino. Y su felicidad fue mayor cuando su pequeña rosa, a quién llamaron Rosabella, llegó a su vida.

Rosabella Beauty, prima de Briar Beauty, creció no cómo una niña normal. Creció como una princesa, una joven princesa que sacó el lado intelectual de su madre sin duda alguna. Podían verla pegada en la biblioteca, leyendo pequeños libros ilustrados en compañía de sus padres y fueron ambos quienes le plantaron la pequeña semilla de la justicia.
Ella vivía para proteger a cada criatura que estuviera en peligro.

Sin duda alguna, era el orgullo de su familia.

Pero, en una alejada cabaña rústica, vivían los Le-Gume. Gastón, quien había evadido lo que hubiera Sido una fatídica muerte, había contraído matrimonio con la trilliza verde, con quién dió a luz a un pequeño niño de oscuros cabellos. Gerald Le-Gume.
Gastón y su esposa trabajan día a día para que el pequeño fuera como su padre.

Pero Gerald nunca mostró señales de ser lo que un día fue Gastón. Gerald no encontraba divertido el cazar a los animales del bosque, pero eso no quitaba que fuera un tirador nato desde niño.
Pero para su padre, eso no bastaba. Él mismo se encargaba de hacerle recordar a su hijo, que el mundo era para los valientes y decididos...no para idiotas débiles que veían por otros.

El rey Adam y Gastón, enemigos a morir que no podían ver la cara del otro...no esperaban que sus familias se volvieran unidas gracias a sus únicos hijos.

Todo comenzó una tarde de invierno.
Gerald había huido de casa como ya era costumbre. Estaba harto de los enfados de su padre y como sus grandes músculos terminaban por lastimarlo. Prefería mil veces el perderse en el bosque, pues era en su inmensidad en donde su llanto se perdía.
Gastón siempre había presumido de tener al hijo más grandioso de todos, pero sus tratos no eran lo que tanto presumía. Gerald no quería matar a la bestia, él quería ayudar a cada ser que podría.

¿Era algo imperdonable para él?

—¡AHHHH lo odio!— Su pequeño pie termino golpeando una roca que lo hizo resbalar por uno de los pequeños riscos del bosque.
Su cuerpo golpeó repetidas veces al caer, hasta que terminó boca abajo en un montón de flores.
La duda de cómo volvería a casa para la cena era algo que lo aterraba.

Pero no tanto como lo que había pasado. Al levantarse, se vio rodeado de feroces lobos que parecían haber visto a su cena. Gerald retrocedió lentamente sin perder el contacto visual con el líder de la manada.

“Recuerda, Hijo. Cuando tengas al animal frente a tí, velo a los ojos para demostrar tu fuerza... lentamente deberás sacar tu arco y disparar justo en al corazón. Tu vida primero antes que la de otro...”

Las palabras de su padre habían llegado a él en ese momento en que sus pequeñas manos tomaron su arco y que en un movimiento rápido ya se encontraba listo para disparar.

—¡No!— De pronto, una pequeña de castaño cabello con mechones rojizos se puso entre él y el lobo alfa. —¡No debes hacerlo! ¿Que crees que haces, eres salvaje?...—

—¡Es un lobo, quítate niña que te comerá!— La pequeña castaña nego con la cabeza al acercarse lentamente al animal.
Y valientemente extendió su mano hacia él mientras agachaba la cabeza un poco. Gerald no creía lo que había visto: El lobo se había dejado acariciar por la niña y después toda la manada de había ido. —¿Cómo... cómo hiciste eso? ¡El pudo devorarte así ZAS!— Gerald imitó la mordida de un lobo.