La última de los Black • || Libro 1 • FRED WEASLEY ||

Capítulo 01 ~ Yo soy Denébola Black

Huyendo de la primera Guerra Mágica, Denébola y su madre partieron a España con la idea de hacer crecer sus negocios allí lejos del lunático que amenaza al mundo mágico. Once años después, aún sabiendo que su hija estaría más segura en Beauxbatons, decide guiarse por el sentimiento de nostalgia que le invade y aceptan la plaza en Hogwarts. Dené, como le gusta ser llamada, introvertida e inteligente, no entiende porqué el sombrero seleccionador la colocó en Slytherin.

A punto de comenzar su sexto año, sus amigas muggles de la infancia deciden hacerle un regalo antes de marchar, como cada septiembre, a ese lujoso internado en Inglaterra: un cambio de look total, haciendo que todos se pregunten quién es aquella chica guapa de Slytherin.

La respuesta era sencilla, era la persona que había llegado para revolucionar Hogwarts. Lo que Dené desconocía era que su madre, terriblemente enferma, iba a marcharse de este mundo antes de las vacaciones de navidad, obligándola a convivir con el prófugo de la justicia más buscado en el mundo mágico, su tío Sirius, y todo aquél grupo indeseable que se hacía llamar Orden del Fénix.

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Cómo cada final de diciembre, las clases en Hogwarts llegaban a su fin permitiendo a los alumnos volver a casa durante las vacaciones de Navidad. Si de mi dependiese, este año me quedaría en el castillo, pero mi nuevo tutor no pensaba lo mismo.

Jamás llegué a comprender porqué motivo mi madre le había dado mi custodia a un licántropo que sólo tuve la suerte de conocer en mi cuarto año en calidad de profesor, y mucho menos entendía porqué él había aceptado.

La carta que mi madre adjuntó a su testamento era clara y concisa. "Remus Lupin es un viejo amigo de tu tío, y sólo bajo su cuidado podrás estar cerca de tú familia." rezaba uno de los párrafos.

"Tú familia", cómo si un hombre desquiciado, un asesino peligroso y despiadado mereciese ese reconocimiento. Un hombre que había estado ausente los dieciséis años de mi vida y que había abandonado a mi padre a su suerte.

No lograba entender el afán de mi madre por llevarme hasta esa casa, cuando podría estar al perfecto cuidado y bajo el amparo del apellido Malfoy. Una familia respetable y de buena posición con la que nos unía los lazos familiares de los Black. O los Greengrass, pero de nada me servía lamentarme ahora, pues el tren ya había iniciado su marcha hacia mi nuevo hogar.

Odiaba mi vida y mi destino, pero lo que más me consumía era el hecho de encontrarme sola en el mundo ahora que mi madre había muerto.

Me apetecía ir a la honorable casa de los Black tanto como que me pillase el tren, es decir, absolutamente nada, aunque si tuviese que decidir entre ambas elegiría la segunda. No tenía amigos en esa estúpida ciudad, dudo que acabe teniéndolos y, la verdad, era hora de ir mentalizándome de que ya no volvería a ver a los míos. No cuando mandar cartas a través de lechuza no era la mejor opción si todos tus conocidos eran muggles, cosa bastante deshonrosa para mi apellido. "No, no tenemos línea de teléfono" le había repetido por enésima vez a mi mejor amiga el día que nos despedimos, porque eso era infinitamente mejor que decirle que ningún aparato muggle funcionaba dentro de los terrenos de Hogwarts, pero lo que no sabía era que jamás volvería a hablar con ella.

Esa mañana, la estación de Hogsmeade estaba a rebosar de niños correteando, alguna lechuza suelta que ululaba por ahí, pero sobretodo llenaba el ambiente el humo producido por la locomotora que pitaba impaciente por partir.

Di una patada a mi baúl, dónde descansaba mi lechuza, provocando que la jaula de ésta resbalase y tuviese que pillarla en el aire en medio del berrinche que me marqué antes de montarme en el tren.

Paseé chocando con gente a la que no me molestaba en pedir disculpas hasta encontrar un compartimento vacío y me escondí ahí. Tanteé en mi bolsillo en busca de mi varita y un pequeño paquete envuelto que me acompañaba en cuanto el tren se puso en marcha y nos alejamos de la estación.