Capítulo 18 ~ Saeta de Fuego

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Las casas unifamiliares de Privet Drive se me antojaban demasiado monótonas y aburridas, sorprendiéndome en gran medida que fuera un estupendo lugar para vivir en el Londres muggle. Aunque, sin duda, estaba convencida de que era porque no conocían el callejón Diagon.

Las casas eran de tonos neutrales, prácticamente idénticas en su esencia, y parecía que no era lo único. ¿Quién querría una vida igual a la de su vecino?

Descendí con práctica en el jardín trasero del número cuatro y retiré el encantamiento desilusionador en cuanto vi que Ojoloco también lo hizo.

Harry, emocionado por toda la comitiva que iba en su busca, salió por la puerta trasera de la casa y se fundió en un efusivo abrazo con Hermione.

--¡Dené!
--¡Harry!

Imité la acción de la castaña y le abracé fuerte. Su descuidado pelo me hacía cosquillas en la mejilla, pero en lugar de ser molesto sólo era un motivo más para sonreír.

--No creí que fueras a recuperarte tan rápido. ¿Cómo estás?

--Ya sabes, unos arañoncitos jamás podrían pararme.

--¿Todo bien, Harry?--interrumpió Hagrid.

Me retiré unos pasos para no acaparar toda la atención del moreno que íbamos a rescatar y pasamos al interior de la casa bajo orden expresa de Moody, dónde Harry nos guío hasta la cocina. Todo estaba tan limpio, tan...reluciente, que parecía que nadie vivía allí realmente. Intenté, inútilmente por el espacio reducido para tantas personas, alejarme lo más posible de Fred apoyándome en la encimera de la cocina, pero el pelirrojo parecía no entender que no le quería cerca y se empeñaba en estar pegado a mí.

Nada más despertar habíamos vuelto a discutir, otra vez. Había intentado hacerme razonar de que el plan de Moody que se aplicaba a mí no era seguro, pero perdió toda oportunidad para explicarse cuando su absurda forma de pensar salió a la superficie demostrando su enorme estupidez.

<<  --Sólo digo que deberías quedarte a esperar en la Madriguera con mamá y Ginny. ¡Hermione también debería! Estarás más segura, a salvo, y dejarás el peligro para quiénes pueden...

--¡Ni te atrevas a mencionar lo que estabas pensando!

--¡No sabes lo que estaba pensando!

--¡Claro que sí! ¡Lo dices porque soy mujer!-- Fred bajó la mirada y musitó alguna especie de  palabrota que no alcancé a oír-- ¡Crees que no estoy preparada para ir de misión porque soy una chica! ¡¿Pero sabes qué?! ¡Estoy mil veces más preparada que tú! ¡Soy mejor en defensa contra las artes oscuras! ¡Mejor que tú en cualquier asignatura de la escuela y mejor duelista!

--¡La vida real es diferente a la seguridad de un aula, Dené!

--¡Yo he luchado contra mortífagos en el departamento de misterios! ¡Luché el día que mataron a Dumbledore! ¡¿Y qué has hecho tú?! ¡Absolutamente nada!

--¡¿Tengo que recordarte cómo acabaste la última vez?! ¡Cometiste la estupidez de ir a por un hombre lobo y te pasaste días en la enfermería! ¡Porque siempre, siempre actúas sin pensar las consecuencias y por eso no vas a ir hoy!  >>

Me giré levemente y le miré. Estaba sonriente y de buen humor... desde que abrió la correspondencia que le había traído una lechuza esa misma mañana.

En un principio la escondió de mi vista y de la de su hermano, levantándose en mitad del desayuno para leerla en intimidad, pero cuando subí al salón para buscarle e informarle de que debíamos irnos, alcancé a leer el nombre del remitente en el sobre que tenía tirado a un lado del sofá mientras leía el trozo de pergamino.

La última de los Black • || Libro 1 • FRED WEASLEY ||  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora