Capítulo 24 ~ Díctamo

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Abrazada a la taza del inodoro, estaba en plena clase de cómo una mujer puede perder toda compostura cuando aparecen las náuseas matutinas en el embarazo.

Estiré el brazo lo más que pude para alcanzar a tirar de la cadena sin levantarme del suelo, cuyo contacto era más cálido que la temperatura que hacía fuera de este absurdo apartamento que ahora era mi prisión.

El invierno había llegado hacía un par de semanas y la nieve cubría el acerado de Northumberland Avenue imposibilitando la llegada de mi prima cada día para su visita, pues en su estado no podía hacer apariciones. Y, aunque Fred venía cada día, debía seguir atendiendo la tienda con normalidad a pesar de que corría cada vez más riesgo.

Aún no tenía del todo claro que teníamos exactamente, pero lo que si sabía a ciencia cierta es que se sentía como aquél año de su último curso en Hogwarts antes de que me rompiera en mil pedazos el corazón. Con Angelina rondando por ahí incluida.

Me levanté con esfuerzo del suelo y me miré en el espejo levantando el gran jersey que me había tejido Kreacher como regalo de Navidad. Apenas se apreciaba algo abultado mi vientre. No podría decir que estaba plano, pues jamás lo había sido, pero tampoco lo veía diferente a pesar de contar con cuatro faltas de período.

Abrí el grifo sacudiendo la idea de que algo iría mal de mi mente y lavando mi boca para quitarme el sabor amargo que dejaba las náuseas cuando escuché un estruendo.

Me quedé paralizada unos instantes aún con el grifo abierto. Tardé en reaccionar más de lo que debía en cerrarlo y no hacer ruido dado que los intrusos, pues escuchaba varias pisadas, habían abierto la puerta de entrada sin cuidado.

De normal, todos mis visitantes eran bastante cautelosos en su entrada. Fred entraba prácticamente en silencio y mi prima, pese a su torpeza magnificada por el embarazo, no era tan ruidosa.

Estaba asustada, paralizada. Pensé que me habían encontrado, que finalmente no había sido tan buena idea esconderme allí sola.

Me coloqué tras la puerta del baño para escuchar mejor y urdir un buen plan de defensa, pero sólo alcanzaba a oír una serie de sonidos que parecían quejidos de dolor y me temí lo peor por mi viejo elfo.

No me lo pensé, saqué inmediatamente mi varita del escote. Seguía siendo mi sitio favorito para guardarla desde la boda de Bill y Fleur.

Respiré profundo, un par de veces, y salí con varita en ristre. La valentía nunca había sido mi fuerte, pero velar por la seguridad de aquellos a los que consideraba familia sí, y Kreacher lo era.

--Suéltame, me haces daño.

--Ah--grité del susto y volví a esconderme tras la puerta del baño.

Estaba preparada para un mortífago, hasta quizás para el que no debe ser nombrado en persona pero jamás para una Señora Weasley muy enfadada tirando de la oreja del gemelo que aún conservaba las dos con dificultad.

--¡No pienso soltarte hasta que te disculpes con Denébola! Oh, Fred. Estoy absolutamente disgustada --gritaba Molly y me asomé de nuevo detrás de la puerta aún dudosa de salir--. ¡Aprovecharte así de una dama! Ruego disculpes ésta intrusión, Dené. No quería asustarte--dijo soltando al fin la oreja muy enrojecida de su hijo para acercarse a mí y abrazarme abriendo la puerta que me separaba de ella-- ¡Cuánto lo siento que te hayas visto sola en tu estado! ¡Pero no tenía ni idea! ¡El patán de mi hijo! ¡Y tú! ¡Tan inocentemente te entregaste! ¡Que avergonzada estoy de las acciones de Fred! ¡Qué diría Sirius!

Acepté el abrazo totalmente extrañada interrogando a Fred con la mirada, que se sobaba la oreja adolorida.

--Lo sabe--articuló el pelirrojo en un susurro mientras su madre seguía disculpándose por los atrevimientos de su hijo.

La última de los Black • || Libro 1 • FRED WEASLEY ||  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora