Siete años después. Narrador Omnisciente.
Fred pasaba las yemas de sus dedos por aquella cómoda de robusta madera negra que ocupaba la vieja habitación de Regulus en la casa de los Black en Grimmauld Place... La que fue la habitación de Dené.
Sonrió de lado socarrón. Aquellas cuatro paredes le traían tantos buenos recuerdos... Aquellas cuatro paredes habían sido testigos de cómo él se había enamorado de ella. No podía creer que ésta fuese la última vez que visitaría aquella casa.
Se giró cuando escuchó que la puerta de la habitación se abría y vió entrar a la chica que quería con toda su alma entrar con una caja entre sus manos. Le sonrió en cuanto la vió, tan despistada que aún no había levantado la mirada de la caja que llevaba, y esperó a que ella se acercara a él.
Extendió sus brazos para recibirla en un abrazo, de esos que tanto le gustaban, de esos que le hacían sentir que su mundo podía paralizarse por y para ella.
Cerró los ojos y esperó pacientemente. Pero el abrazo no llegó, no podía. Ella simplemente lo traspasó, como siempre.
Debía conformarse con eso, él lo sabía. Era lo máximo que podía obtener. Pero, ¿cómo culparse de querer más? Él la había amado tanto, añoraba tanto sus caricias y sus besos... Él no debió morir aquél dos de mayo de mil novecientos noventa y ocho.
Tenían tanto por vivir. Ver crecer a su hijo juntos, ser él quién estuviese presente en sus primeras palabras, sus primeros pasos, su primera muestra de magia. Pero no fue él quién enseñó a Reggie a montar en escoba, ni tampoco fue él quién le pilló haciendo su primera travesura para luego encubrirla de cara a Dené como un cómplice. Aunque tampoco podía culpar a Dené de llenar el vacío que él dejó en sus vidas.
Abrió de nuevo sus ojos y se giró para observarla guardar con detenimiento cada detalle que ella creía importante en aquella caja de cartón. Revisaba entre los cajones, y en el armario. También se aseguraba de no dejar nada importante en el baño.
Para cuando salió del escusado su pelo rebelde había sido recogido en un improvisado moño que permitía a Fred ver con mayor claridad esas pequeñas arrugas alrededor de los ojos que le habían surgido a cuenta de los buenos momentos que había conseguido vivir después de todo, y él no podía estar más feliz de ello.
--Toc, toc --murmuró alguien en la puerta al tiempo que sus nudillos golpeaban la madera y Dené levantó la mirada del cajón en el que rebuscaba--. Aquí estás.
--Creía que ya no vendrías a ayudarme --rió Dené volviendo al trabajo.
--Prometí que lo haría. ¿No es así?--preguntó acercándose a ella y tomando las cosas que ella le daba para guardarlas en la caja--. Pero aún no lo entiendo, Dené.
--Ya te lo dije, Draco. No... No puedo volver a vivir aquí --mencionó emocionándose y limpió bruscamente una lágrima que se le había formado--. Me trae demasiados recuerdos de él. No puedo... No puedo coger a Reggie y decirle que mamá llora en cada habitación porque todo le recuerda a su padre. Igual que en el viejo apartamento de mis padres... Demasiado tengo con la tienda. Además, sabes que ya he vendido esta casa. Creía que tú y Harry estábais de acuerdo conmigo en ésto.
--No me refería a eso, Dené --bufó el rubio sentándose a pies de la cama--. La herencia Black no es que sea algo que quiera conservar.
--¿Entonces? ¿Qué no entiendes? --preguntó levantando de nuevo la mirada y un mechón de pelo escapó del recogido.
A Fred le hubiese gustado elevar su brazo, colocar ese rizo en su lugar y luego bajar su mano en una suave caricia por la mejilla de la Black, pero debía conformarse con mirar de lejos como Dené lo hacía por él de forma apresurada.
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La última de los Black • || Libro 1 • FRED WEASLEY ||
FanfictionDenébola Black es la hija resultante del encuentro apasionado entre Regulus Black y Juliet Greengrass, dos Slytherin fieles al Señor Oscuro. Con la repentina muerte de Regulus, Juliet abandona sus creencias por la supervivencia de su hija. Diecisé...