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La abalancha de sentimientos que le embargo fue tan arrasadora que su lado alfa y su parte racional resultaron igual de afectadas.

Su lobo aullaba dolido por perder los últimos vestigios del aroma de su amada y es que las feromonas que Steve soltó por todo el lugar habían reemplazado a las de Maya.

Sus cachorros llevaban el aroma de otro omega, la casa solo olía a té con miel, una mezcla dulce sin ser empalagosa pero lo bastante fuerte para acabar con la racionalidad de Anthony.

Sin mediar palabra había tomado a sus hijos para llevarlos al cuarto de baño, quería quitarles cualquier aroma externo, al ser cachorros todavía poseían tintes del aroma de su madre en conjunto con el suyo, quería rescatar aquello.

Morgan y Peter estaban asustados, el aroma de su padre solo los alteraba más, un café picoso que provocaba irritación en sus naricitas.

La añoranza y ansiedad que Stark sentia solo fue en aumento cuando se dió cuenta que él también llevaba el aroma de Steve.

Se sentía como un maldito traidor, como si estuviera ahogándose, el dolor que sentía en el pecho hacía dupla con el nudo en su garganta.

Su alfa deprimido se mantenía en acuerdo con su parte racional, todo él seguía extrañando a su esposa, la necesitaba, necesitaba que lo bañara con su dulce aroma para no seguir disfrutando de la calidez que el de Steve le proporcionaba.

Eso le hacía sentir peor.

A sabiendas de no poder controlar la situación dejó a sus pequeños en medio de la alcoba saliendo a prisa para dirigirse a la propia, al único lugar que todavía seguía oliendo a ella, a la mujer de su vida.

Se acostó en la cama tratando de impregnarse de la fragancia a jazmín y moras de su amada.

No pudo evitar gritar dolido aferrándose a la ropa de cama

Steve se sintió terrible al escuchar los gritos desesperados del alfa, nunca fue su intención dejar salir sus feromonas que ya creía inexistentes.

Tuvo que salir de su estupor al escuchar los gritos de los cachorros, se debatió entre ir o no, ya habia hecho suficiente pero, no podia ser ajeno al dolor de esa familia.

Corrió hasta los niños encontrandose con una escena desgarradora; ambos abrazados en el suelo llorando tanto como sus pulmones se lo permitían, con los cabellos mojados y solo cubiertos por una toalla cada uno.

Se arrepentiría de ello pero volvió a esparcir su aroma con la intención de calmar a los infantes. Una tarea difícil ya que escuchaban asustados los gritos y maldiciones de su padre, así como también los golpes que provenían de la habitación de este.

El omega sentía como los gemelos temblaban entre sus brazos.

-Estarán bien, lo prometo

Trató de mantenerse fuerte, de ser el roble de aquella familia rota, pero no pudo continuar con esa falsa fortaleza, no cuando los menores lloraban y pedían a gritos el regreso de su madre.

-Perdón, por favor perdóneme- se disculpó infinidad de veces por provocar aquello pero sobre todo, por no poder ser lo que necesitaban.

Llegó un punto en que los cachorros cayeron rendidos entre sus brazos, Steve en ningún momento los soltó, se quedó ahí toda la noche escuchando con pesar y hasta celos, como Anthony suplicaba el regreso de Maya

Gold RushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora