Capítulo 2.

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Observo a mi madre caminar frenéticamente frente a mi cama mientras mueve sus brazos exasperada y lo único que he logrado percibir de toda la situación es mi cabeza martillando por su aguda voz taladrando mi cerebro

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Observo a mi madre caminar frenéticamente frente a mi cama mientras mueve sus brazos exasperada y lo único que he logrado percibir de toda la situación es mi cabeza martillando por su aguda voz taladrando mi cerebro. Anoche salí de fiesta y supongo que mi hermano se encargó de traerme, Grigori Morgan, el hijo prodigio de la familia, yo por otro lado solo puedo representar una carga para mis padres. ¿Pero qué esperaban? Mi padre se encargó de mantenerme en una caja de cristal protegiéndome de todo y una vez que conocí la libertad he sabido aprovecharla al máximo.

Lo que me lleva a mi actual problema.

Los pasos de mi madre se detienen al igual que el sermón. Observo como clava los grandes ojos azules —como los del señor perfección y los míos—, en mí y se acerca hasta el borde de la cama para de un fuerte tirón quitarme la cobija. Estoy enojada al igual que ella, pero cubro mi cabeza con la almohada deseando que el dolor desaparezca, cuando pensé que se iba a dar por vencida escucho un intercambio de voces en mi habitación y alguien me levanta, mi almohada se cae en el camino y Grigori me carga hasta el baño, donde me tira en mi tina que está llena de agua helada. Suelto una barbaridad de palabras en contra de mi hermano que se encuentra riendo al lado de mi madre.

¡Maldito Grigori! Hasta en estos momentos él intenta quedar bien con mis padres.

Mi madre por otro lado, se acomoda el cabello que se movió de su lugar y me da una última advertencia para que me arregle y baje al comedor donde nos esperan unos invitados especiales. Me permito observar su apariencia para darme una idea de los invitados y como siempre luce impecable, lleva uno de sus trajes de diseñador y las joyas familiares, observo a mi hermano a su lado y este lleva un traje como los que usa cuando va a la empresa.

—Apresúrate y vístete como una dama Kisa—ruedo los ojos al escuchar a mi madre llamarme de esa forma.

No odio mis raíces, al contrario, creo que si tuviera la oportunidad de vivir con mi familia materna ya habría huido a Rusia hace mucho.

—No me hagas repetir todo Kisa, nuestros invitados te han esperado lo suficiente.

Mi madre se mantiene en la puerta esperando una respuesta de mi parte, pero culparé al alcohol que todavía se encuentra en mi sistema por mis siguientes acciones. Me quejo en ruso, en específico me quejo de mi dictadora madre y recibo un libro en mi cabeza como consecuencia. Sabía que poner la estantería en esa pared no sería bueno. También me hago una nota mental para no volver a beber siento que mi cabeza va a explotar y no me volveré la persona más inteligente si sigo ese camino.

¿Quién insulta en ruso a la persona que le enseñó ruso? Yo. Soy esa clase de persona que tiene más problemas con una resaca que con la borrachera.

Me acaricio la frente y saco el pobre libro cuyas páginas ahora se encuentran empapadas. Mi hermano capta mi atención mientras sale riendo así que le lanzo el libro de vuelta, mientras lo insulto con mi mejor ruso. Algunas veces se siente tan bien dejar ir toda la frustración solo diciendo groserías en ruso en medio de la calle. Solo en una ocasión alguien se río al escucharme, pero en mi defensa no esperaba que alguien estuviera caminando bajo la lluvia y escuchando los delirios de una estudiante despechada.

Una Lección de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora