Capítulo 7.

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No sé cómo lo hace, pero Decker no logra conseguir la información de mi esposo, es raro referirme a alguien de esa forma en especial cuando no puedo ni recordar su rostro

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No sé cómo lo hace, pero Decker no logra conseguir la información de mi esposo, es raro referirme a alguien de esa forma en especial cuando no puedo ni recordar su rostro. Bueno realmente pudo conseguir un número de teléfono que ya no pertenece a nadie. Así que viajamos a Las Vegas para nada, el hombre con el que me casé parece ser un fantasma o según las palabras de mi ex  es alguien muy importante que sabe como esconder su identidad. Decker habla por teléfono con mi hermano mientras que yo me paseo por su cuarto de hotel, él en definitiva está obsesionado con el orden. Ambos discuten lo que nosotros previamente discutimos.

Por mi bien necesitamos fingir y seguir adelante con los planes de esta boda, al menos hasta que solucionemos el tema de mi divorcio. Luego de eso pensaré en algo para evitar esa boda, porque si de algo estoy segura es que no voy a casarme con Decker, no en esta vida.

Mientras veo su habitación algo llama mi atención en su maleta y me acerco para comprobar mis sospechas. Un listón de color rosado que me es familiar sobresale de una agenda forrada en cuero, un libro que lleva consigo a todos los lugares, soy una persona curiosa por naturaleza así que me aseguro de que sigue concentrado en el balcón hablando por teléfono y estiro mi mano para tomar el libro.

—¿Qué haces? —mis ojos se abren por la sorpresa y me doy la vuelta lentamente.

Retrocedo un paso para poder mirar a Decker que se encuentra frente a mí y me mira con el ceño fruncido. Le doy mi mejor sonrisa inocente y llevo la agenda detrás de mi espalda para que no pueda verla.

—¡Nada! —Respondo quizá demasiado rápido.

Él me observa en silencio y da un paso para acercarse, instintivamente retrocedo, puedo percibir el rastro de una diminuta sonrisa que disimula enseguida.

—Mientes muy mal, ¿qué escondes ahí Kate?

—Invades mi espacio personal— estiro mi mano libre para empujarlo, pero no logro moverlo ni un centímetro.

—Tu invades mi privacidad y no me escuchas quejándome—su aliento golpea mi rostro e involuntariamente suspiro.

Hago la cosa más tonta para distraerlo, o eso quiero creer.

Lo beso.

Le doy un beso que convierte mis piernas en gelatina y acelera mi pulso, no me conformo con un simple roce de labios, profundizo el beso al no haber sido rechazada, de hecho, la forma en que Decker lleva sus manos a mi cintura me confunde y me hace creer que quería ese beso tanto como yo. Él es un buen besador, hace esa cosa de morder mi labio inferior antes de delinearlo con la lengua y me desarma por completo. Dejo caer la agenda al suelo y en el momento en que se escucha el sonido que hace cuando toca el suelo, él se aparta con una sonrisa y se inclina para tomar la agenda, estoy demasiado afectada como para intentar recuperarla.

Avergonzada y con mis mejillas ardiendo lo empujo y salgo del cuarto. ¡Tonta! Eso es lo que soy, ¿cómo pensé que él iba a devolver el beso por gusto? Era obvio que solo me siguió el beso para recuperar su estúpida agenda, me detengo cuando me llama, ni siquiera sé porqué me detengo solo lo hago y me giro para enfrentarlo. No veo al suelo ni a la pared, clavo mis ojos azules en los suyos y me gustaría que la sonrisa que tiene sea por el beso, pero no, es solo por haber recuperado su agenda.

—¿Estás molesta?

—¡No!

—Lo estás.

—¡Me besaste para conseguir la agenda!

—Tú me besaste a mí, yo solo seguí el beso, obtuve la agenda en el proceso, sí, pero no me quejo tampoco.

—Eres increíble.

—Si seguí el beso fue porque quise, no porque me hayan obligado ni con el fin de obtener la agenda, deja de pensarlo tanto.

—No puedo— acorto la distancia entre ambos hasta chocar mi pecho contra el suyo.

—¿Qué haces?

Acerco mi rostro al de Decker y permanezco frente a él rozando nuestros labios por unos segundos hasta que retrocedo y sonrío, pero es una sonrisa amarga. Ese era mi objetivo, si hubiera querido besarme porque sí, lo hubiera hecho, pero no lo hizo. Él parece percatarse de lo que hice y frunce el ceño.

—Seguí el beso porque lo quise. Kate, nadie me ha obligado a besarte nunca, créeme.

Quiero creerle, pero no puedo.

—Quiero hacerlo.

—Entonces hazlo.

—No puedo.

—Deja de pensar que hago todo lo que me dicen, odio que las personas crean que al ordenarme algo yo vaya y lo cumpla. No es así.

—¡Bésame!

No puedo retroceder cuando sus manos sujetan mi rostro y une sus labios con los míos, me besa como quiero que lo haga, no sigo el beso, pero eso no parece detenerlo cuando su lengua presiona exigiendo que la deje entrar en mi boca y lo hago, no porque disfrute el beso, sino por la sorpresa de la intensidad con que me besa. Este beso es diferente, en vez de hacerme sentir deseada o emocionada me llena de nostalgia, es un beso agridulce.

Una lágrima se une al beso y eso parece acabar el momento, para cuando Decker se separa mis mejillas están cubiertas de más lágrimas. Él acaba de demostrar que no es cierto, nuevamente rompe mi corazón al probarme que siempre que se le ordene algo obedecerá. Viví esta escena muchas veces hace un par de años, siempre me sentí feliz cuando me besaba cada vez que yo lo quería, pero luego de saber la verdad, es algo agridulce.

—No digas nada. Por favor no lo hagas, deja que conserve un poco de mi dignidad.

No me contradice y me deja salir de ese cuarto. Limpio las nuevas lágrimas, mientras que entre sollozos logro llegar hasta mi habitación y me adentro en el cuarto de hotel. Tengo que olvidarlo, debo superarlo y seguir adelante. No me ama, nunca lo hizo y nunca lo hará. Me repito eso al menos una veinte veces.

—Nunca me vio como yo lo veo—murmuro

¿Por qué es tan difícil para mi cabeza entenderlo?

Tomo unas toallas para quitar maquillaje, de mi bolso, y limpio los restos de mi desastroso aspecto, al acabar lavo mi rostro con agua fría y con esto disminuye un poco mi nariz rojiza y mis ojos hinchados. Tomo una larga siesta y despierto justo a tiempo para irnos. Comienzo a preparar mi maleta y le envío un mensaje a Decker para que me ayude a bajarla, hacemos el recorrido hasta el ascensor y luego hacia el auto en completo silencio.

Tomo el primer turno manejando y así pasan las horas, nos detenemos a comer en una cafetería donde apenas pruebo la comida y luego continuamos el viaje. Al empezar a anochecer nos detenemos en un hotel de paso y esta vez no hago ningún berrinche, solo entro a la habitación que me toca y saco la manta que traje y mi almohada. Observo el cuarto y no está tan mal, aun así, no me siento cómoda.

No estoy feliz.

Este viaje ha resultado un desastre para mis emociones. 

Una Lección de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora