| 07 | UN SACERDOTE, UN DIVORCIO Y UNA APUESTA

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KYLE

El rostro de Shoshanna se encontraba casi deformado por el desagrado de la situación que acababa de presenciar. Maldita Ginger... ¿Por qué demonios tuve que darle el código del elevador? Estaba claro que era una psicótica de esas que no se conforman con una negativa. Quería reírme al imaginarla ofreciéndole a Shoshanna un masaje íntimo, pero estaba seguro de que la acompañante que tenía a mi lado me arrojaría el tacón por la cabeza al menor suspiro que saliera de mí.

Ella era odiosa, sumamente exasperante. Insufrible y desagradable, aun así, quería besarla. Quería tocarla. Mucho. Por todas las jodidas partes de su cuerpo. Su cabello rubio estaba recogido en una cola de caballo, apenas tenía maquillaje en su rostro, lo que dejaba apreciar su hermosura natural. Llevaba unos jeans ajustados y una camiseta clásica en color blanco.

Me dediqué a observarla mientras se acomodaba en el sofá y rebuscaba entre sus carpetas. Desde el momento en que la vi en la barra, llamó mi atención su reticencia hacia mi persona, pero cuando se identificó, el capricho que había sentido años atrás por la mejor amiga de mi hermana retornó más fuerte y potente. Identificaba sus gestos, sus movimientos. La manera en que acomodaba el cabello que se le escapaba de la coleta. Necesitaba romper el hielo y reconquistar a la mujer, pero sabía que gracias a Samantha y su cruel broma, me iba a costar lágrimas de sangre.

La habitación se llenó de un silencio incómodo mientras cada uno se sumergía en sus propios pensamientos. Shoshanna se esforzaba por concentrarse en las carpetas, pero podía percibir la tensión que emanaba de ella. Era como si estuviera rodeada por una barrera invisible que la protegía de cualquier intento de acercamiento.

—Shoshanna... —mi voz, suave, tratando de romper la barrera —. Sé que esta situación es... extraña.

Elevó la mirada hacia mí, y en sus ojos encontré una mezcla de molestia y cautela. No iba a ser fácil, lo sabía, pero estaba decidido a superar este obstáculo.

—Quisiera volver a disculparme por lo que sucedió. Fue inapropiado y no debiste haber estado expuesta a algo así.

Ella asintió, aceptando mis disculpas, pero no dijo una palabra. La distancia entre nosotros parecía aumentar en lugar de disminuir. Necesitaba encontrar una manera de romper el hielo y hacer que Shoshanna se sintiera cómoda a mí alrededor.

—Debo confesar que cuando te vi en la barra, no esperaba que fueras la misma que solía pasar veranos en la casa del lago con mi abuela.

Ella levantó las cejas, como si estuviera sorprendida de que recordara esos momentos. La barrera empezaba a ceder, aunque fuera ligeramente.

—Supongo que los tiempos han cambiado desde entonces.

—Sí, pero algunas cosas no cambian. Aún eres la Shoshanna con la que solía compartir risas, chocolates y citas cinefilas que terminaban en besos apasionados. —intenté ofrecerle una conexión con el pasado, una conexión que esperaba que ayudara a disolver la tensión presente.

La sonrisa en su rostro creció un poco, y aunque la cautela persistía, parecía que la barrera estaba comenzando a resquebrajarse. No obstante, sabía que aún quedaba mucho trabajo por hacer para reconstruir cualquier puente que Samantha hubiera derribado con sus acciones.

— ¿Podemos empezar? —Interrumpió de nuevo, cruzando los brazos sobre su pecho —. Tengo cosas que hacer.

Suspiré.

— ¿Algún compromiso? —Por favor, no digas una cita.

—No te importa eso. —tomó unos papeles con unas preguntas impresas y clavó esos dos iris celestes en mí —. Comencemos, por favor.

SEDUCEME ©  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora