De mi propiedad - Markhyuck

22.

Treinta y uno de diciembre, una fecha muy especial para muchos llena de alegría y felicidad donde con ansias se espera un nuevo año lleno de sueños, metas, alegrías y aventuras, donde la mesa está servida con platos calientes y llenos de amor donde en pocas horas la familia se sentaría a degustar mientras el cálido ambiente lleno de risas, chistes y anécdotas los rodeaba.

Treinta y uno de diciembre...donde ahora para él era un día común y corriente donde su corazón ahora estaba vacío y sus esperanzas disminuían un poco más...donde sus bonitos ojos grises ya no tenían ese brillo tan hermoso de antes y su sonrisa ya no existía, donde su pálido cuerpo ahora solo se decoraba con heridas, moretones y quemaduras que su comprador o "esposo" hacia sin piedad alguna — Te extraño mucho madre — susurro tocando con demasiada delicadeza el vidrio de la ventana.

Su madre...la persona que le dio la vida, quien lo quiso y amo cuando ninguno lo hacía, la persona que lo abrazaba y besaba con un amor tan grande que calentaba su corazón y alma, un ser demasiado bueno para el mundo tan asqueroso y retorcido en el que le tocó vivir...

Su sonrisa jamás se borró a pesar de los golpes de su padre, su sonrisa jamás se borró a pesar de los insultos y humillaciones de sus hermanos, ella siempre se les sonría a todos...al mundo aun cuando su piel estaba muy pálida, sus ojos hundidos con bordes negros y su piel lastimada y llena de cicatrices...

— Tal vez ese también sea mi destino... — susurro mirando las nubes que por las noches le hacía compañía — Tal vez... — sus palabras quedaron en el olvido al escuchar los malditos y muy conocidos pasos que solo atormentaban su lo que él creía corta vida.

— Veo que estas más...presentable — hablo ese hombre de cabellos tan negros como el mismo color — Baja, la cena está servida — ordeno retirándose tan pronto como entro, volviendo a la soledad sus ojos se llenaron de lágrimas, odiaba estar en esa casa, odiaba ser etiquetado como un objetivo, odiaba a ese hombre, odiaba a su padre y hermanos, odiaba su actual vida...

— Tal vez esta vez sea diferente — dijo tan bajo como un susurro — Espero que sea diferente madre... — esas fueron sus últimas palabras antes de suspirar como si una parte de su alma escapase.

Saliendo de la habitación con dolor en sus piernas y pies bajo con sumo cuidado las escaleras, su cuerpo ya estaba jodido por lo que no quería esforzarlo aún más — Tardaste — dijo ese horrible hombre ya sentado en la mesa con una cosa de vino blanco entre sus dedos.

— Discúlpame — hizo una muy dolorosa reverencia esperando un golpe o palabra amenazadora que nunca llego.

— Siéntate — ordeno sin siquiera mirarlo, con cuidado tomo asiento en las sillas que muy rara vez utilizaba, cada plato servido lucia impecable y muy apetecible — Sírvete lo que desees, tómalo como una recompensa de tu buen comportamiento — estaba más que sorprendido, en su interior sus ojos estaban bien abiertos al igual que su boca.

La "cena" como era de esperar fue en silencio por parte de los dos, solo el sonido de los utensilios era escuchado, en lo personal no le importaba mucho ya que en su cabeza solo habitaban las preguntas que tenían nombre y apellido, quería encontrarlo, debía hacerlo, tenía que saber de él y que sucedió al menos para tener una pequeña oportunidad de escapar...

— Antes eras platicador — el hombre de traje hablo rompiendo todo silencio creado — Tus ojos ya no son lo mismo siquiera sonríes — en ese momento él no sabía si reír, llorar o gritarle con todas sus fuerzas. ¿Cómo podía decir eso cuando él había acabado con todo rastro de felicidad, alegría o emoción en su ser? — Eres lo que siempre decías que jamás serias, tal vez te hace falta compañía — su mirada no se despegaba de la ensalada — Pronto la tendrás, él es increíble con un aura tan bella y un alma tan preciosa que quema.