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Río sin gracia y roto, él ya no podía quebrarse más, ya no podía hacerse más añicos porque él de milagro seguía en este asqueroso y primitivo mundo. No quería llorar porque ¿Para que? Las lágrimas no sirven son una mierda total que solo le da más poder al que te hace daño haciéndolo sentir superior, grande y poderoso.

Su única y última esperanza ya no existía, la única persona que podía sacarlo de este infierno estaba muerto siendo juzgado por el mismo Satán o el maldito de Dios que no hacia más que eliminar a todo aquel que le podía extender la mano.

Su disque esposo hace ya más de dos semana se había ido y lo único que podía hacer era esperar que no trajera al chico consigo porque eso diría que había ganado y solo la misma muerte podría liberarlos de tal trágico destino.

— Me encantaría matarlos a todos, hacer sufrir a ese maldito — susurro haciendo garabatos sobre la funda que disfrutaba lo más que podía antes de que algo pasara.

Él ya no rezaba, no pensaba en que una divinidad fuese piadosa con él porque ya lo había comprobado que todo lo había dejado solo.



Él ya no rezaba, no pensaba en que una divinidad fuese piadosa con él porque ya lo había comprobado que todo lo había dejado solo

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Un día gris, tan opaco y deprimente como el funeral que se llevaba a cabo en ese momento, no había nadie más que el ahora hijo único Jung y su prometido. El padre del mayor no aparecía, siquiera había llamado, era una mentira si en un futuro dijera que no se había enterado porque la jodida noticia era nacional.

Jung miraba el ataúd de su hermano y Lee al de la persona que les había dado la vida ambos, padre e hijo siendo enterrados a la par en una de las propiedades del mayor. Mark, aunque tuviese preguntas ningunas sería respondida, los muertos no hablan y los fantasmas sólo perturban por lo que hacerse ideas estaba de, además.

Cuando Mark recibió la noticia de que su hermano lo habían asesinado estaba en una reunión bastante importante que haría un cambio en su negocio, por muy mal que sintiese, por más que quisiese gritar, maldecir o llorar no podía y no lo hizo, él era un Jung y era visto como un traficante de nombre y respecto el llorar solo lo haría ver como un hombre débil y bastante sentimental.

No fue hasta mucho después que por primera vez le enseñó a su moreno un lado muy oculto de él, donde las lágrimas salían sin parar y el dolor se esparcía como droga en su cuerpo.

Era Jeno, su hermano, su apoyo, por más que dijese que quería clavarle una bala entre sus cejas era su pequeño e inestable hermano que siempre estaba a su lado aún en la más estúpida decisión.

Cuando los ataúdes fueron enterrados por completo y las flores puestas junto con las lápidas ambos se despidieron una última vez de las personas que ya no existían — Vamos amor — el mayor le extendió su mano siendo tomada y entrelazada.

Después de ese evento los días pasaron con lentitud siendo tortuosos y cambiantes en humor y estrés, ahora con su hermano fuera del negocio y de sus vidas estaba encargando por completo de todo, su moreno no podía involucrarse tanto una por todo lo que se estaba planificando y dos porque estaba en estado el solo exponerlo por completo a sus hombres no era inteligente y corría un peligro que no estaba dispuesto a hacerlo.

De mi propiedad - MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora