Capitulo 49

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Despedida

Y ahí estaban, juntas.

Desechadas del basurero del amor, viendo y sintiendo lo mismo.

Aún costaba decir cosas lindas de amor, pero la incomodidad se fue absorbiendo de la estancia de las dos.

Viendo sus mismos rostros, sentir las mismas caricias que les aburrieron en todo el drama de un suspiro.

Ver a Roseanne con su mismo carácter prepotente y pedante ¿Era así como la recordaba?.

Estaba viviendo tan siquiera para decir que está abrazando sus pechos como si estos solo fueran aire comprimido en sus pulmones.

De pronto todo fue surrealista.

Seguía oliendo a ese jabón de hombre, seguía teniendo sus mismas pestañas, sus mismos labios y sus mismos ojos.

¿Acaso era Roseanne?.

Todo aquello lo sintió como una poción para decirle que la chica a su lado estaba teniendo una terrible jugada de la vida.

La atrajo consigo y le dió un beso en su frente, que más que un solo beso fue una despedida.

La besó, pero ese beso no se sentía sincero, se sentía forzado por algo sin salida.

Agarró un pétalo de cabello absorbiendo el perfume que la jodió. Ella jodió su vida y aún sabiendo que la amaba.

Sonrieron, y fue donde dejó de sentir amor hacia su vida y sus miserias. Fingía estar bien entre medio de sus brazos, pero era mentira.

Era una mierda que siguiera viva, ni los más prestigiosos espías hubieran encontrado a esta mujer en el mundo, ni una llamada del presidente hubiera sido suficiente para hallarla con vida.

¿Realmente de ella se enamoró?. De esa mujer de la que ahora le da la espalda.

De la que una vez vio caminar sobre el campus con su puta arrogancia, de la que sus ojos la dejaron en la puta mierda, de la que tenía sexo a diario y ahora solo tiene como respuesta una simple e inútil mirada.

¿Se enamoró de ella por como era o por cómo la trataba?.

La noche, el final de un día alocado que sobre todo fue destrozado por la rubia de su costado.

Sentía que respiraba, ya no tenía sangre en sus manos y por fin su cerebro funcionaba a la perfección. Sus piernas ya no dolían, su tobillo estaba sano y cuando todo era un arcoiris a lo lejos.

Roseanne, siendo la malvada de la novela, dejó caer su cabeza sobre el espacio del cuello de la castaña con leves lágrimas en los ojos.

— Jane.— susurró como si no tuviera vida.— Tengo que irme.

Junto sus frentes con calma y sin otra despedida, ella se levantó sin mirarle el rostro a Jennie.

Acomodó su ropa blanca y pálida y sin más, abrió la puerta saliendo sobre el oscuro pasillo.

Jennie la veía expectante, quería pararse de la cama y salir corriendo hasta hallar su destino.

Quería llorar pero no podía, sus lágrimas se acabaron consiguiendo un malestar en su abdomen. Todo el dolor desprendido volvió a su pobre cuerpo dejándola inválida.

Trato de gritar, quería romper sus cuerdas vocales y decir que volviera a su vida. Juraba que está vez iban a estar juntas, pero de nuevo, su más grande amor la decepcionó como antes.

Rosé de nuevo se fue de su vida, y no precisamente para volver otra vez.

Su corazón dejó de latir.

Y en ese momento sintió su cerebro ser desconectado del aparato que la mantenía con vida.

Cerró los ojos aún con las ganas de gritar y aunque trató, sólo se distinguían quejidos que lentamente fueron silenciados a medida que dejara de existir.

Todo se apagó justo cuando eran las 12 de la noche.

Y el resúmen de su día final, cuando inició con una resaca y a las horas posteriores llegó Roseanne para dejarle con los pelos de punta y con el corazón en la mano, cuando la mañana comenzó con lo inevitable.

Siguió la tarde cuando por fin se convenció de estar cerca de ella y perdonarle su ausencia.

Las horas de conversación y perdón no fueron más que discusiones alborotadas con disgusto.

Y al final, la noche.

Que se acostaron para darse cuenta que no estaban destinadas como creyeron.

Que sus vidas eran en vano y no valió la pena la espera. Que no fue el amor que querían y no tuvo otra opción la persona que no debería de fallarle, en dejarla como en un inicio.

El día, la tarde y la noche representó lo que un mal amor hace.

Fue la prueba de que Jennie dejó de pensar, de respirar y de sentir por estar muerta y sin el amor de la chica que creía correspondida.

Estaba muerta en su soledad, y no fue culpa suya por todo el dolor que sintió de joven. Las horas perdidas en cosas sin un fin y los dilemas de su adolescencia, y la desdicha del amor de la mujer más horrenda del mundo.

Murió sintiendo su cerebro dejarla en paz y eso fue lo mejor de su día.

☔️.

For the Love of Jane [Chaennie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora