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Remus

-Lyall: Veo que has hecho amigos.

Comentó el peli castaño de ojos avellanas mirando con una gran sonrisa a su único hijo.

-Remus: Sí, la chica es Elara Potter, el chico de gafas es su mellizo James, el pelinegro es Sirius Black y el bajito es Peter Pettigrew- comentó con una sonrisa al recordar a sus amigos- Los cinco nos hacemos llamar los Merodeadores.

-Lyall: Y... ¿Les has contado eso, ya sabes, el PPP?

-Remus: No... Son mis únicos amigos, no quiero que se alejen de mi por ser un hombre lobo- contestó con los ojos cristalizados-.

-Lyall: ¿No te han dicho nada sobre tus cicatrices?- preguntó con curiosidad-.

-Remus: No, ellos no me juzgan, es verdad que veo la curiosidad en sus ojos, pero no preguntan. De hecho, más de una vez me han defendido de otros alumnos que se metían conmigo por eso, la mayoría de veces Slytherin's.

-Lyall: Me alegro por eso, hijo.

En ese mismo instante, padre e hijo llegaron a la casa de los Lupin.
Era una preciosa casa de dos plantas más ático, decorada con estilo rústico. Además, tenía un amplio jardín donde, hacía 6 años, un pequeño Remus de tan solo 5 años había sido mordido por Fenrir Greyback, convirtiéndolo así en un hombre lobo por el resto de su vida.

Nada más entrar por la puerta, Remus subió las escaleras corriendo a traspiés, tropezando con cada escalón. Al llegar a la planta de arriba, se aproximó a la habitación que había al final del pasillo.

Abrió la puerta lentamente esperando encontrarse lo peor. Y allí estaba. Su dulce madre recostada en la cama, apenas con fuerzas de mantener sus propios ojos abiertos.

Hope Lupin, de soltera Howell, era una delgada mujer con cabello rubio, y ojos ambar, mismos que había heredado su hijo. Era muggles, que en un incidente con un boggart, terminó enamorándose de Lyall y teniendo al pequeño Remus.

-Remus: ¿Como te encuentras, mamá?- preguntó dándole un abrazo a la mencionada-.

-Hope: Ca-da vez voy peor- contestó con un hilo de voz haciendo pausas entre palabra y palabra para tomar aire- ¿Có-cómo te si-entes?

-Remus: Los músculos ya me están empezando a doler, y llevo con dolor de cabeza desde la mañana. Todo me irrita, aunque he conseguido disimularlo- la luna llena caía esta noche. Lo bueno es que eso significaba tener unas vacaciones tranquilas. De cierto modo-.

-Hope: Remus- habló en un susurro- En el momento en-en que me vaya qui-quiero que sigas ad-delante- dijo mientras acariciaba el cabello de su hijo- ¿De acuerd-do?

-Remus: No digas eso mamá, lo superarás, vencerás al cáncer, lo sé- su ojos se volvieron a cristalizar- Sé que lo lograrás.

-Hope: Te quiero, mi pequ-queño lobito.

-Remus: Y yo a tí, mamá.

Ya bien entrada la noche, la luna comenzó a iluminar el sótano, entrando por las pequeñas ventanas de la habitación.

Tan pronto como un rayo de luz lunar llegó a sus ojos, un dolor recorrió todo su cuerpo. Notaba como los músculos se tensaban, la sensación era tal como si estos mismos se fuesen a romper. Los afilado dientes comenzaron a adornar su boca, el espeso plumaje comenzó a recubrir su cuerpo. Ese dolor era cada vez mas y más fuerte hasta que lo llevó a una situación inconsciencia donde, finalmente, el lobo dominó al hombre.

Con un grito desgarrador toda la casa supo que ya no estaba en esa habitación el chico de 12 años, sino que en su lugar había una pobre criatura condenada a sufrir una vez cada maldito mes.

Una vez llegada la mañana, el chico sintió un gran alivio cuando los cálidos rayos de luz calentaron su adolorida piel. Había sobrevivido una luna llena más, aunque no sabía si eso lo alegraba o lo entristecía.

Trató de moverse pero sus extremidades no respondían. Ambos hombros los tenía dislocados, y un dolor punzante le indicaba que varias costillas habían sido destrozadas. Al mirar hacia abajo pudo ver su tibia desplazada hacia un lado. Daba pena.

Tan pronto como logró atrapar la manta que tenía al lado, su padre entró por la puerta con varias pociones las cuales, a regañadientes, Remus se tomó. Estaban asquerosas pero, tan pronto como el líquido resbaló por su garganta, sintió un leve cosquilleo por todo el cuerpo. Poco después pudo volver a respirar tranquilamente sin ningún tipo de molestia, y todos sus huesos y extremidades volvían a estar en su lugar adecuado.

-Lyall: Noche difícil- dijo mientras rodeaba el cuerpo de su hijo con vendas blanquecinas-.

-Remus: No te imaginas cuanto- respondió mientras soltaba quejidos de dolor-.

Con el tiempo, las transformaciones eran cada vez más duras. Cuanto más crecía Remus, el lobo también lo hacía, ganando fuerza y fiereza y, el chico, perdiendo aún más el control de sí mismo.

Definitivamente, esto algún día lo mataría.

ՏᎻᏆΝᎬՏͲᎪᎡՏ /ѕιяιυѕ ϐℓαϲκ/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora