Chapter One, beginning

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Brooklyn...

Una lluviosa mañana, Katlyn Jones... Una rubia de ojos verdes se preparaba para enlistarse en el ejército. Con un pesado suspiro salió de su apartamento para pasar por su mejor amiga... Margaret Carter, más conocida como Peggy... O como Katlyn acostumbraba a llamarla... "Pegs".

En el camino pensaba en todas las maneras y argumentos que daría para ser aceptada, mientras en la radio se reproducía el anuncio de necesidad de soldados en la guerra.

Una vez fuera del edificio donde residía  su mejor amiga, anunció su presencia con el portero del edificio para luego volver a su auto.

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                                      Katlyn

— Dios, que horrible clima. — la castaña entró al auto temblando.

— Si gustas en la parte trasera del auto hay una manta.

— Pues muchas gracias señorita Jones.

— ¿Dormiste bien?

— No pude hacerlo, ya sabes cómo son, se pondrán histéricos cuando sepan que las candidatas somos nosotras.

— Por Dios Peggy relájate, ya hablé con el doctor Erskine.

— Lo sé, pero el coronel Philips...

— Si nos dejan ir ten por seguro que perderán esa jodida guerra. — la ojiverde la miró con confianza antes de arrancar el auto.

Manejé cuidadosamente hasta el imponente edificio, cuando  bajamos  frente a la residencia inhalé antes de  salir del auto, mis piernas se sentían como gelatina mientras que el calor invadía mi cuerpo haciendo que mis manos quedasen empapadas de sudor en poco tiempo.

— Al carajo, lo haremos genial.— dijo la castaña dando una leve palmada en el hombro de Katlyn.

— Demonios estoy nerviosa...

— Esa no es la Katlyn que yo conozco.

— Ya lo sé...

Con pasos imponentes,  haciendo notar nuestra presencia ambas entramos al establecimiento. Dónde una amable recepcionista nos pidió nuestras solicitudes.

Peggy y yo decidimos tomar asiento en las sillas que estaban en aquella sala de espera mientras miraba a la puerta con impaciencia, esperando a que el doctor Erskine entre por esa puerta y selle las jodidas solicitudes de una buena vez.

En su lugar entró el coronel Philips, quien nos miró algo extrañado, sin embargo nos pidió que pasáramos al campo de pruebas.

Mis botas resonaban por los pasillos hasta que llegamos a un campo donde se encontraban varios obstáculos y una gran pista.

— Escuchen señoritas, van a correr lo más rápido que puedan una vuelta a la pista, luego tomarán un rifle y dispararán a los blancos, subirán por esa cuerda y se arrastrarán por el lodo con esos rifles. Si logran hacerlo en menos de veinte minutos se quedan... Si no, espero no volverlas a ver por aquí.

Cómo pidió el coronel, hicimos todo lo que nos dijo.

Sumamente cansadas y sucias, empapadas en lluvia caminamos hacia el coronel.

Philips nos mostró el cronómetro.

19.9 minutos...

— Que quede claro que están aquí no porque Erskine me lo haya pedido, están aquí por su mérito. Vayan a descansar o a celebrar. Están dentro del ejército. Un camión pasará mañana por ustedes, sean puntuales.

Había una vez... En 1940 (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora