First time

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Katlyn manejó hacia el edificio donde residía, mientras pensaba en el giro completo que su vida había tenido desde hace tiempo.

Por fin estaba volviendo a ser feliz, después de absolutamente todo lo que había pasado. Por fin su sonrisa volvió...

Al entrar saludaron a Jack, el portero del edificio. El era un hombre amable.

[ . . . ]

— ¿Y bien? — la rubia salió del baño de se habitación con un vestido color azul marino.
Esta era la octava vez que se cambiaba de vestido para tener la aprobación del atuendo por parte de su mejor amiga.

— Carajo Katlyn, por qué demonios no sacaste ese jodido vestido desde el principio. Nos hubiéramos ahorrado todo ese tiempo perdido.

— ¿Entonces es un sí?

— Claro que sí, además resalta el color de tus ojos. Me encanta.

— Bien, porque yo también me cansé de probarme vestidos. ¿Quieres almorzar? — la ojiverde se tumbó en la cama.

— Creo que es obvio que sí.

— Llamaré a Jack para que pida algo de comida por nosotras. Por cierto Pegs, ¿Irás al anuncio conmigo?

— No Katlyn, me aburriría y además no quiero sobrar, así que mejor me quedo aquí preparando todo para mañana.

— Está bien, está bien. Voy a llamar a Jack entonces.

[ . . . ]

El resto de la tarde Katlyn estuvo hablando con Peggy mientras se preparaba para salir con James. Al igual que preparaban todo para ir a los entrenamientos previos para la guerra.

La noche llegó y mientras Katlyn daba los últimos retoques a su peinado y maquillaje el teléfono de su apartamento sonó.

— ¡Yo voy! — dijo Peggy.
>> Es para tí Kat.

— ¡Ahora voy!
>> ¿Hola?
                                                       — ¿Hola? ¿Katlyn?
— Sí, soy yo.

              — Soy James, estoy fuera del edificio         donde me dijiste que estuviera.

— Oh, sí ahora bajo James. Dame un minuto.

Sin más que decir la rubia rápidamente colgó el teléfono, tomó una chaqueta, se despidió de su mejor amiga y corrió hacia el ascensor.

Mientras menos pisos faltaban para llegar, más se desesperaba.

Vamos... Vamos...

Las puertas del ascensor se abrieron de par en par mostrando al ojiazul esperando fuera del edificio con un ramo de margaritas y su uniforme de sargento.

La rubia caminó felizmente hacia el soldado.

— ¡Hola! — la ojiverde lo saludo entusiasmada.

— Oh, ¡Hola! Te vez muy bien.

— ¿Enserio? Pues muchas gracias.

Había una vez... En 1940 (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora