XVI

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 El tiempo acompaña nuestro ánimo 」

Muevo con impaciencia mi pierna izquierda mientras médicos y enfermeros pasan por delante de mí frenéticamente.

Mis oídos pitan, todo me da vueltas.

Mi cabeza repite una y otra vez nuestro último enfrentamiento con las Trix, sin poder creer aún que se han llevado el poder de Bloom, la llama del dragón.

Y que han herido a mi padre.

¿Adivináis en qué he ayudado? Exacto, en nada.

Lo único remotamente útil que he conseguido hacer es sacar a mi amiga de aquel bloque de hielo antes de acompañar a mi padre en la ambulancia.

Dejo de mirar mis pies para desviar mis ojos hacia la señora Grange, que está hablando con los policías de lo que supuestamente ha ocurrido.

La versión oficial es, resumidamente, que Bloom y yo estábamos volviendo del cine, mi amiga se fue a casa y yo me encontré con mi padre para volver. Después de eso, intentaron atracarnos y mi padre, intentando protegerme, salió herido. Sin embargo, en vez de el hielo y los rayos de unas brujas, en el informe constará que ha sido a causa de unas cuchillas y un táser demasiado potente.

Era mejor no implicar a Bloom ni a sus padres, sobretodo por el hecho de que entonces la policía habría entrado a su casa y habría descubierto que el ataque había sido mucho más que un atraco.

Resulta algo extraño que alguien tan apacible e inofensiva como puede parecer Dalia Grange resulte ser una experta mentirosa, pero supongo que son los años de práctica mintiendo sobre su conocimiento y participación en la Dimensión Mágica.

Vuelvo a mirar hacia las puertas que dan a la sección de cuidados intensivos, inquieta y con un nudo en la garganta.

De sólo pensar que él está herido por mi culpa...

— ¡Blue! — vuelvo a la realidad cuando escucho y veo a mi otro contacto de emergencia correr frenéticamente por los pasillos del hospital.

Apenas tengo tiempo para levantarme de la silla cuando Klaus me envuelve en sus brazos, preocupado.

Estoy tan cansada que me dejo abrazar por el hombre que es como un tío para mí.

— He venido en cuanto he podido. — me aparta un poco para examinarme de arriba a abajo — ¿Tú estás bien? ¿Estás herida? ¿Te duele algo?

— Estoy bien. — musito. — Aún no sé nada de papá.

Klaus me frota los hombros y me da una sonrisa tranquilizadora, aunque sus ojos llenos de preocupación por su mejor amigo le delatan.

— Él estará bien, ha estado en situaciones peores.

Y eso que él no sabe ni la mitad.

Os preguntaréis, ¿cómo un barista de la Tierra y un ex soldado de la guardia de Domino acabaron siendo mejores amigos?

En realidad, la historia no es muy complicada, o al menos no es lo más disparatado que he oído los últimos meses.

El día que cayó Domino, mamá nos teletransportó a mí y a papá aquí, siguiendo restos de magia de un portal abierto — que resulta ser el portal que abrió la princesa Daphne para salvar a su hermana Bloom —. La cuestión es que ambos llegamos, un soldado herido y un bebé con relativamente poco tiempo de vida, a un planeta sin magia, ni amigos, ni conocidos.

Sé que papá, de alguna manera, consiguió curarse de sus heridas, y estuvo vagando conmigo sin saber muy bien qué hacer, con magia insuficiente para transportarse a un planeta que pudiera reconocerle o ayudarle. La poca energía que conservaba la utilizaba para que ambos sobrevivieramos.

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