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Tan solo espero que ese entusiasmo sea contagioso

Una abuela en la cárcel.

Justo cuando creo que mi árbol genealógico no puede sorprenderme.

Sin embargo, no he dejado de darle vueltas.

Tengo a una abuela en la cárcel.

Zatura, la esposa del gran mago bueno Saladino — y mi abuela, como olvidarlo — cumpliendo condena por dispersar una maldición cargada de magia oscura.

Una maldición que, de hecho, acabó con mi otra abuela (si, todo muy teatral).

Está claro que la historia de amor de mis padres no era tan simple como me la habían planteado en un inicio.

Ahora entiendo por qué la inspectora era tan escéptica conmigo. Si estuviera en su lugar y descubro un caso que incluye una maldición/enfermedad de una plaga de hace años y está implicada, precisamente, la nieta de la responsable en el caso original, también sospecharía.

Aún así, podéis imaginaros que hablar con mi familia no ha sido bonito.

El tío Takashi ha permanecido más neutral — en parte lo entiendo, no era su noticia a propagar — mientras que el abuelo y la tía no sabían dónde meterse.

Con papá ya estoy enfadada, claro, aunque de él no me ha sorprendido tanto.

Lo que me cabrea más a ratos.

Pero, sin duda, quién más me ha decepcionado ha sido Helia.

E incluso yo misma, no puedo evitar recordar una y otra vez la reunión a la que asistimos Jake y yo en el asedio de Magix, cuando alguien mencionó vagamente a Zatura con tono despectivo.

No le había dado importancia a eso, hasta ahora.

Lo que me hace también pensar, si todo el mundo conoce a Zatura, al menos, por ser la madre de los hijos de Saladino y saben que es mi abuelo, no hace falta ser muy listo para sumar dos y dos.

En otras palabras, ¿cuánta gente de Magix y de Alfea era consciente de esto?

Al hablarlo con las Winx más tarde, en nuestro departamento, supe que la plaga de las sombras fue algo de dominio bastante conocido, pero también un tema delicado, así que no es extraño que resulte tabú para muchas personas. La mayoría de aquellos que no lo vivieron saben que fue obra de una organización de hechiceros malvados y no daban más vueltas. Después de todo, no es el primer evento trágico por el que pasa la capital de la Dimensión Mágica.

A pesar de eso, hablar de ello con ellas, aun siendo mis amigas, no fue nada cómodo.

Agradezco que insistieran en el hecho de que no me ven diferente a ayer, que yo sigo siendo yo, independientemente de los miembros de mi familia.

Pero aun así, no puedo evitar pensar ahora que todo el mundo me juzga allá donde voy.

Hasta Bloom debe darme un codazo para que vuelva a prestar atención (si, Bloom, la misma que se durmió ayer en clase).

— La magia se basa en el principio de la continuidad inconsistente, y por eso...

Olvídadlo, ni siquiera puedo prestar atención a Wizgiz más de dos segundos.

Debí quedarme en mi cuarto autocompadeciendome.

Retiro mi mirada de la pizarra, deseando que acabe la clase para seguir vagando cuál fantasma, cuando escucho, de forma muy leve, a unas pequeñas campanillas.

Y luego, una diminuta luz colándose por la ventana.

Pensaría que estoy en el principio de una demencia si no fuera por el hecho de que hasta el profesor alza la mirada en esa dirección.

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