XXI

1.8K 146 142
                                    

¿Cómo sabes cuándo seguir a tu deber o a tu corazón?」

*Aviso: capítulo extra largo. ¡No digáis que no os lo advertí!

Soñar, aunque debería ser el momento en el que uno puede descansar, no siempre es algo placentero. 

Los sucesos de las últimas horas pasan por mi mente como el resumen de una película, tan seguido que casi se superponen los unos con los otros. 

El ataque de las Trix en Gardenia. 

El robo del fuego del dragón. 

Mi padre en el hospital.

La batalla contra esas abominables criaturas en Alfea. 

Nuestro visita a Domino, el planeta congelado. 

El fantasma de la princesa Dafne. 

Los orígenes de mi familia materna, descubiertos en su templo. 

Los antiguos espíritus guardianes, liderados con el vestigio de magia que mi madre dejó atrás, justo antes de morir. 

La llegada de los especialistas. 

Nuestra misión a Torre de Nubes, incluyendo el reencuentro con Riven. 

El rescate de Griffin y sus alumnas. 

El portal. 

La persecución en motocicleta por los bosques. 

Y, por último, monstruos, muchos monstruos. 

Rememoro ir contra ellos, cómo nos perseguían. 

Recuerdo provocar un pequeño desprendimiento de rocas de montaña para aplastar a un número considerable, pero también a Jake perder el control de la moto. 

Después, nada. Tan solo negro, vacío. 

Dolor. 

Cansancio.

Mucho cansancio.

Jake me llamaba, pidiéndome aguantar despierta, pero no pude cumplir su deseo. 

ஐ ஐ ஐ ஐ ஐ ஐ ஐ ஐ ஐ ஐ ஐ

Primero, siento los dedos de mis manos intentar moverse. Poco a poco voy tomando algo de consciencia. Estoy tumbada. 

Segundo, escucho ruido, mucho ruido. Como si me encontrara en medio de un pabellón. 

Por último, hago intentos de abrir mis ojos. Parpadeo una, dos, tres veces hasta conseguir abrirme paso en la oscuridad que mostraba mi campo de visión. 

Veo un techo. 

No entiendo nada. 

Suelto un gruñido. Hago amago de levantarme, pero rápidamente compruebo que esa no es una opción por el momento. 

A pesar de ello, entre mareos, consigo sentarme milagrosamente.

Estoy en una cama improvisada, tapada con una manta. 

Observo mis manos y brazos, alguien ha puesto un par de vendas. Ni siquiera había notado que me había hecho rasguños, aunque no me sorprende. 

Frunzo el ceño cuando, delante mío, pasan una multitud de personas, todas ocupadas. Algunos llevan cajas, otros mantas, comida y demás. Otros, en cambio, atienden a individuos mucho más heridos que yo. 

Están tan ocupados, que yo parezco el menor de sus problemas. 

De hecho, no soy la única que está, o más bien estaba, descansando en un intento de cama cubierta de vendas y heridas. 

MagicalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora