I

1.2K 112 28
                                    


Una calurosa bienvenida

— ¿Falta mucho? — pregunto de nuevo.

Incluso con la capucha ocultándole la mayor parte del rostro, casi puedo ver a mi padre poner los ojos en blanco.

— Ya casi estamos.

Abro la boca para replicar, sin embargo, otra ráfaga de viento amenaza con tirarme hacia el precipicio más cercano. Lucho no solo por mantener mi equilibrio sino también mi propia capucha en su lugar.

Preferiría estar volando tranquilamente sobre las nubes.
Aunque, con tal viento, sé que eso habría sido firmar mi sentencia de muerte.

Aún así, he de admitir que durante los últimos meses me he acostumbrado demasiado a volar, tanto, que esta caminata está haciéndose interminable.

— Recuérdame de nuevo por qué no podemos usar aunque sea un poquitín de magia.

En cuánto consigo milagrosamente llegar a su lado, veo que se le escapa una sonrisa torcida.

Lo tomo como un logro, desde que nos hemos embarcado en este viaje es la expresión más alegre que he conseguido verle, aunque no me extraña.

— Veo que ya te has acostumbrado del todo a nuestro mundo.

No ignoro el momento en el que ha resaltado el nuestro, refiriéndose a la locura de vida que resulta que estaba destinada a tener.

Por estas fechas, si hace un año me hubieran dicho en serio algo sobre hadas, especialistas, brujas y toda una dimensión mágica lo más probable es que hubiera llamado a emergencias.

Y, sin embargo, heme aquí, formando parte de mi día a día. Parte de mí.

— Pff, qué remedio. ¿Has visto la vida que llevamos? — digo extendiendo los brazos, aún cuando me arriesgo a que el malhumorado viento se lleve mi capa de un tirón.

Añadiré algo, aunque no me considero una persona muy quisquillosa, el planeta Hoggar no es un destino que pondría en una guía turística de “planetas de la Dimensión Mágica que debes visitar antes de morir” porque definitivamente aquí no hay nada que ver.

Lo único que he visto después del portal, hace ya muchos, muchos kilómetros, es tierra, tierra y ah, qué sorpresa, más tierra.

Tierra puntiaguda que amenaza con hacerte trocitos al mínimo tropiezo que te provoque el dichoso viento.

Como guinda, llevamos una eternidad subiendo una maldita colina.

Ya he olvidado cómo eran las excursiones padre e hija normales.

— Ya te lo he dicho, Blue. No podemos dejar que nos detecte tan pronto.

Voy a hablar, pero primero suelto otra maldición al viento que me arrastra hacia atrás. Vuelvo a colocar los mechones de cabello que se han escapado de mi coleta improvisada.

— ¡Pero si nos va a ver de todas formas!

Papá suelta otro suspiro cansado.

— Si nos ve venir, ni siquiera se dignará a recibirnos.

Esta vez, copio su suspiro, aunque suelto un gruñido también.

— ¿Y es mejor ver cómo nos cierra la puerta en las narices?

Papá no dice nada, solo continúa caminando, obligándome a seguirle. No logro adivinar qué está pensando.

Pero como si mi mirada fuera suficiente para presionarle, habla.

MagicalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora