III

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「 El príncipe de hielo 」

Un elfo está dando clase

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Un elfo está dando clase.

¿O es un enano?

— ¡Buenos días a todas! Como de costumbre, recae sobre mí dar comienzo al año escolar. Ahora, para todas aquellas que no me conocéis, soy el profesor Wizgiz, vuestro profesor de metamorfosis o, como yo prefiero llamarlo, el arte de cambiar... — el profesor hace un gesto raro, terminando por transformar su aspecto en... la subdirectora — ¡el aspecto! — todas lo contemplamos sorprendidas y aplaudimos. — Al final de año, todas podréis hacerlo mejor que eso. — asegura. Wizgiz vuelve a adoptar su aspecto normal.

Me pregunto cuándo me acostumbrare a las rarezas del mundo mágico.

— Y, como todo final debe tener un principio... — salto de mi escritorio cuando en mi pupitre, y en todos los demás, aparecen espejos — vamos a empezar con un ejercicio muy simple. — me río divertida al ver cómo Stella se maravilla con su reflejo — Concentraos, mirad en el espejo, miraos a vosotras mismas, y pensad en cambiar el color de vuestro pelo. — Y no os preocupéis, si al principio no lo conseguís... ¡intentadlo de nuevo!

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— Intentemoslo otra vez, ¿vale? — me tumbo resignada ante la perseverancia de Bloom. Ambas somos las únicas de la clase que no hemos podido realizar el "sencillo" hechizo del profesor Wizgiz, pero llevamos tanto tiempo tratando que ya me he rendido.

Excepto Bloom, ella es terca como una mula.

— Está bien, sólo una vez más y se acabó. El curso acaba de empezar, si no lo consigues hoy, no pasa nada. — dice Stella — Mira a Blue, lo ha dejado estar.

— No quiero que mi pelo vuelva a arder, muchas gracias. — me excuso. Doy gracias de que no fuese nada grave y no me haya provocado daños irreversibles.

— En nuestra ciudad tenemos un dicho: "No dejes para mañana lo que no puedas hacer hoy" — ruedo los ojos y río ante la afirmación de Bloom.

— No decías eso de los deberes de matemáticas. — cierro la boca y suelto un quejido cuando la pelirroja me lanza una almohada. — ¡Sólo he dicho la verdad!

— De todas formas, — continúa la rubia — de dónde vengo yo no tenemos ése dicho y todos estamos más relajados.

— ¡Stella, por favor! — suelto una risa al ver la cara de la rubia.

— ¡Está bien! — exclama rendida — Pero recuerda, ¡concentrate! Piensa en un color e imagina cómo tu pelo empieza a cambiar. El nuevo color extendiéndose desde la punta de tus cabellos... — aunque admiro la perseverancia de Bloom, no consigo soportar una carcajada cuando veo que lo único que ha conseguido la pelirroja es poner su flequillo hacia arriba.

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