La mañana siguiente el castillo estaba desierto, como de costumbre. Los escasos invitados que se habían quedado a dormir aún seguían en sus aposentos.
Fue por eso por lo que Lucinda decidió dar un paseo antes de iniciar su entrenamiento a escondidas. Siempre solía entrenar con la espada tal y como su padre la había enseñado. No sabía apenas nada excepto como defenderse. Algo que para Lucinda era más que suficiente.
Confiaba en poder coronarse reina pronto para heredar el reino y empezar a establecer alianzas de paz con el resto de los reinos.
Sabía con certeza que nadie querría atacarles ya que eran uno de los imperios mas fuertes pero aún así, Lucinda quería asegurar la estabilidad de su reino.
La princesa se agarró las faldas para evitar mancharlas de barro y llegó al lugar más inhóspito de los jardines.
Los sirvientes la habían visto merodeando por los jardines los últimos años y habían arreglado las partes más vistosas de los jardines aunque Lucinda se había negado.
Por eso ahora tenía que meterse entre ramas y enredaderas para conseguir el macuto que escondía en el tronco de un árbol y cambiarse de ropa. Así, podría ejercitarse más cómoda.
La ropa no era de su talla, pues era de hombre y tenía que apañárselas como podía; pero aún así eso no la había impedido empezar a entrenar por sí sola a escondidas.
Se ajusto el corsé que llevaba para sujetar mejor la camisa y agarró la espada, con ambas manos.
Sintió el peso del arma e hizo algunos movimientos para empezar a habituarse a ella. La última vez que había practicado era algunos meses atrás y su forma había desaparecido.
A pesar del tiempo perdido en menos de media hora sabía hacer simples estocadas, bloquear ataques y hacer alguna que otra floritura para que el combate pareciera elegante.
Su frente estaba cubierta de sudor y algunos mechones se agazapaban en su nuca. Aún con la espada en la mano, se apoyó sobre sus rodillas para recuperar el aliento.
El olor que desprendía a veces la hacía cuestionarse su sexo. Su hermana siempre decía que las verdaderas mujeres nunca sudaban.
Lucinda siempre se reía ante aquello. Si Amanda supiera algo de sus furtivos entrenamientos...
- No esta nada mal para ser una princesa - dijo una voz a su espalda.
Lucinda agarró su espada y la posó en un movimiento rápido en la garganta de su acosador.
- ¿Cómo es que me has encontrado? - le dijo ella observando su anguloso rostro.
Era el Príncipe Thimothée. El borracho de la otra noche. Una de sus posibles alianzas de matrimonio.
El muchacho se encogió de hombros y retiró la espada de su cuello con el dorso de la mano. Fue un movimiento elegante a pesar de la mueca de su rostro.
El príncipe la examino de arriba a bajo con ojo crítico. Sintió su incómoda mirada y se dio media vuelta.
- Vete por donde has venido principito. - le dijo mientras se ponía las vendas para practicar ahora con el arco.
- ¿También sabes tiro con arco? - preguntó evadiendo el comentario anterior.
- ¿A ti que más te da? Fuera. - le dijo cortante.
El muchacho avanzó unos pasos hacia ella y sonrió mientras su mirada recorría su cuerpo una vez más.
- No me mires así pervertido. - le dijo antes de apoyar ambas manos en su pecho e intentar empujarle hacia atrás en vano.
Su constitución era delgada pero al parecer, a pesar de eso era bastante fuerte.
Lucinda se apartó de él y escaló un árbol en donde encontró el arco que guardaba. Tal vez era arriesgado descubrir todas sus armas delante de aquel príncipe pero, honestamente dudaba que pudiera contárselo a su padre. Si lo hacia, tampoco importaba, pues podría escapar del castillo cuando quisiera e ir al bosque.
La princesa clavó las flechas en el suelo y contó la distancia desde el árbol más cercano hasta su posición. Hizo una marca con la mano en el suelo y se dispuso a marcar su diana en el árbol con un trozo de tiza que su hermana usaba para marcar el lugar en el que bordar.
Todo esto bajo la atenta mirada del príncipe. Lucinda se colocó en posición y elevó su brazo derecho para disparar cuando la voz del príncipe la sobresaltó otra vez.
- Debes elevar más el brazo. - la dijo.
Lucinda dejó caer ambos brazos y lo miró con rabia.
- ¿No tienes nada mejor que hacer? - le dijo.
Thimothée, como de costumbre, omitió el comentario y se acercó a ella.
Lucinda supuso que quería corregir su postura cuando rodeó su cuerpo y esperó a que volviera a tirar.
Cuando su brazo estuvo en la misma posición que antes, el príncipe se colocó muy cerca de ella y elevó su brazo mientras miraba fijamente a la diana.
Después se retiró y esperó a que tirara.
Así lo hizo Lucinda y la flecha salió disparada hacia el árbol, dando en el centro de la diana.
Cuando se giró para encarar al príncipe, descubrió que este se alejaba por un estrecho sendero.
Lucinda confundida le vio marchar hasta que su figura se mezcló con la de los setos y lo perdió de vista.
La muchacha elevó la mirada al cielo y descubrió que ya era tarde. Tenía que irse.
Recogió sus cosas y rodeó el castillo para entrar por el pasadizo secreto que conducía hacia su habitación.
Cuando estuvo allí mando a su hermana a ordenar a que la prepararan una tina de agua caliente.
Amanda, de mala gana, dejó su bordado y se fue.
Lucinda salió de su escondite y se cambió rápidamente de vestuario. Se secó el sudor y se aseguró de que el perfume camuflara su olor.
Amanda regresó con los sirvientes con los cubos llenos de agua hirviendo. Lucinda solo mandó verter dos de los cuatro cubos.
Necesitaría los otros dos para lavar su ropa.
La joven se dio un baño y lavó sus prendas. Las dejó secar mientras charlaba con su hermana sobre las posibilidades de ir al pueblo a comprar algunas telas para bordar algunos vestidos nuevos.
Amanda, entusiasmada se preparó para salir, mientras que Lucinda la dijo que ella no iría.
- ¡Siempre tengo que elegir tus vestidos! - la regañó. - Esta vez si verdaderamente quieres vestidos nuevos tendrás que venir conmigo. - la dijo.
La muchacha suspiró y se preparó para salir.
Bajaron a los establos para tomar sus caballos y cabalgaron hasta el pueblo. Si se daban prisa tal vez, podrían dar un paseo por los jardines antes de la hora de comer y disfrutar el día.
ESTÁS LEYENDO
Matrimonio Concertado.
FanfictionDos reinos destinados a juntarse por la unión de un matrimonio entre príncipes. Dos almas destinadas a unirse en sagrado matrimonio. Thimothée es el heredero a la corona de una de las grandes potencias del momento. Un chico apuesto, rico y con tod...