Espejismos.

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Lucinda enterró sus manos en el agua cristalina. Hizo un cuenco con sus manos y se las llevó a la cara. El agua resbaló por sus facciones y las pequeñas gotas cayeron a su camisa. No llevaba vestido ese día. Había terminado por optar por que de ahora en adelante solo llevaría pantalones, pues era mucho más cómodo que cualquier falda. Además, ya no tenía porque guardar una etiqueta. Nadie la prestaría atención. Además, ya no tenía a nadie a quién impresionar. 

Miró el cauce del río y recordó aquellos veranos en los que Amanda y ella se bañaban en una laguna cercana con el cántico de los pájaros. Ellas creaban una melodía con su propia risa. ¿A dónde se había quedado esa risa ahora? 

- He pensado en seguir durante unos kilómetros más. - la dijo Dorian. Ella asintió, secándose la cara con la manga de la camisa. A pesar de ser invierno hacia un extraño buen tiempo. 

- Me parece bien. - le dijo poniéndose de pie. Tomó su capa y se la puso antes de volver a subir a su caballo. No esperó a que Dorian la siguiera. Quería llegar cuanto antes. Oyó los cascos de su caballo detrás de ella y supuso que la seguiría, pues ella sabía bien el camino. 

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Thimothée viajaba con un par de escoltas a las tierras del norte. Había sabido esa misma mañana que Dorian y Lucinda también habían partidos por asuntos personales. No le importaba lo más mínimo la vida de Dorian pero si la de su esposa. ¿Qué la habría llevado a regresar? Tal vez no fueran asuntos importantes y simplemente había aprovechado toda aquella confusión para desaparecer del castillo.  

Desaparecer de su vida. 

Sacudió la cabeza alejando aquellos pensamientos. 

No quería pensar en ella ahora. 

- Señor, haremos una parada antes de seguir adelante. - le comunicó uno de sus soldados. 

El chico asintió y les comunicó que iría a dar un paseo. 

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Dorian y Lucinda habían avanzado mucho antes de parar cerca de un pequeño lago para reponer fuerzas. 

El chico le pasó un cacho de queso con pan. Ella le dio las gracias y se lo comió bebiendo el vino que tenían. Dorian la había dicho que el vino siempre sentaba mejor que el agua. Lucinda se había reído ante aquello y había negado con la cabeza. Después de eso bebió un trago y al comprobar que se sentía mejor, siguió bebiendo. 

Aún estaba sobria cuando Dorian la comunicó que ella podría darse un baño si quería mientras preparaba a los caballos para poder seguir. La joven esperó hasta que Dorian desapareció entre la maleza y sus pasos dejaron de oírse. Empezó a desabrocharse la camisa hasta que quedó abierta. Se deshizo de sus botas y el corsé. Se desvistió y se metió en el agua. La había esperado más fría pero descubrió que estaba más caliente de lo que esperaba. Nadó hasta alejarse de la orilla. Se sumergió en el agua y nadó buceando durante unos segundos. Sus oídos comenzaron a pitar y supo que tenía que salir. Cuando lo hizo, una ola de aire frío la golpeó la cara. Su piel se erizó y puso una mueca. Acarició su piel con su mano y notó como su piel se erizaba otra vez. Sumergió su rostro hasta la altura de sus ojos. Le gustaban las figuras que su pelo creaba mientras flotaba en el agua. Le gustaba que el frío la hiciera reaccionar. Le gustaba que su pelo se oscureciera cuando se mojaba. Le gustaba como sus dedos se arrugaban cuando llevaba mucho tiempo dentro del agua. Le gustaba como las piedras se distorsionaban cuando abría los ojos debajo del agua. Le gustaba sentir el frío en su cara cuando salía a la superficie. Suspiró y cerró los ojos, obligando a su cuerpo a relajarse. 

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Thimothée había encontrado una pequeña laguna en la que podría bañarse. Se apoyó en un árbol y contempló la superficie. Casi pudo ver otra vez como Lucinda sacaba la cabeza del agua y dejaba que su pelo flotara a su alrededor. Aquella imagen hizo que el corazón se encogiera dentro de su pecho. Dolía. 

Matrimonio Concertado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora