Francia.

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El viaje había sido tranquilo desde el pequeño enfrentamiento. Thimothée la dirigía la palabra solo cuando era necesario y para preguntarla cosas básicas como: ¿Quieres agua? ¿Necesitas que paremos? ¿Quieres comer algo? 

Lucinda al menos sabía que era atento. No mucha gente lo era. La chica estuvo sola durante todo el viaje y aún así necesito estar sola por completo en el último descanso antes de que llegaran hasta Francia. 

Se justificó diciendo que iba a darse un baño en un lago cercano a lo que nadie prestó atención excepto Thimothée. El cual asintió y la dijo que no tardara mucho. 

Lucinda cruzó el bosque durante una o dos horas hasta llegar al lago. Se desvistió y se soltó el pelo. 

Cuando el agua rozó su pálida piel sintió una descarga de frío que la recorrió todo el cuerpo, poniéndola los pelos de punta. La joven rió, nerviosa ante la sorpresa y se sumergió cuanto antes en el lago. A lo lejos, el suave sonido de una cascada la invitaba a dormirse. 

El sol de finales de verano todavía calentaba lo suficiente como para que si salías del agua el pelo se secara rápidamente. Lucinda buceó un poco, nado un rato y decidió disfrutar de las vistas, aún en el agua. Cerró los ojos y elevó el rostro hacia el sol, disfrutando del suave calor. 

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Thimothée decidió ir en busca de Lucinda, al ver que el sol estaba lo suficientemente alto como para poner fin al descanso. 

Cruzó el bosque, guiado por el leve sonido del torrente de agua hasta un enorme lago, escondido entre los árboles. 

El chico vio una figura en el agua y supuso que sería Lucinda. Incrementó la velocidad de la caminata y se quedó en las lindes, admirando a aquel ser angelical. 

Lucinda estaba sumergida casi por completo, dejando al descubierto parte de su clavícula y su larga cabellera castaña clara de reflejos rubios. 

Thimothée no cabía en su asombro. Se apoyó en un tronco mientras veía como la princesa elevaba el rostro hacia el sol. Tenía un perfil hermoso a su gusto. 

La suave y poco pronunciada línea de la mandíbula se prolongaba hasta su delicada y redondeada oreja. Allí tenía algunas pecas que se extendían hasta su nariz y ascendían hasta su frente. 

Las largas pestañas le rozaban las mejillas cuando cerraba los ojos. Su sonrisa era delicada y hermosa cuando nadie la miraba. ¿Así era la verdadera Lucinda? Thimothée definitivamente quería que aquella versión de Lucinda fuera exclusivamente para él. 

Cuando la chica abrió los ojos nadó hasta la orilla, haciendo formas delicadas con su cabello sobre el agua. El agua iba dejando al descubierto la mayoría de sus curvas y Thimothée, que quería que fuera una sorpresa, se dio la vuelta y volvió al campamento sabiendo que Lucinda no tardaría en regresar.  

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La joven se desenredó el pelo, se lo dejó secar y se vistió con su ropa. Lucinda no tardó demasiado en llegar al campamento, pues sabía el camino. 

Los guardias ya habían preparado todo para la partida por lo que se pusieron en marcha en cuanto la princesa llegó al campamento. 

La joven se montó en su caballo tan elegantemente como siempre y esta vez, Thimothée se puso a su lado. 

Lucinda le miró de reojo esperando a que la dijera lo que quisiera que quería decirle. 

Cuando los guardias ya charlaban, distraídos a mas de cuatro metros de distancia, Thimothée empezó a hablar. 

Matrimonio Concertado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora