Vuelta a casa.

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Al día siguiente, Lucinda se sentía tan cansada como si hubiera estado todo el día caminando sin rumbo alguno. A su mente vino el recuerdo de ella y su hermana corriendo por los prados verdes entre la alta hierba. Sintió en la punta de sus dedos como los hierbajos le hacían pequeños cortes en los dedos y recordó como su madre la regañaba. Recordó como al día siguiente volvía a hacer lo mismo. Y al siguiente, y al siguiente. Amanda siempre iba con ella sonriendo y hablando sin parar. 

Entonces una cara nueva apareció junto a ellas. Era Thimothée. Recordó ese día que había tejido una corona de florecillas para él. Cómo el había sonreído y había apoyado su rostro en la curva de su cuello. Recordó su cuerpo contra el suyo y su cálida piel. 

Negó con la cabeza, deshaciéndose de aquellos recuerdos. 

Se levantó de la cama, perezosa y caminó hasta la ventana con la intención de salir un rato a pasear. 

Su mirada recorrió las montañas que se vislumbraban al fondo y la deforme mancha de colores grises a los pies del castillo. Tal vez podría dar una vuelta por el pueblo... Descartó la idea al instante al recordar que la gente ahora la reconocería fácilmente. Pensó en su reino y barajeó la  posibilidad de volver a casa. Después de todo, allí no se la había perdido nada. Quería empezar de nuevo en su reino. Echaba de menos su casa. 

Sacudió la cabeza y se vistió para dar un paseo por los jardines. 

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Thimothée gruñó cuando se incorporó y la luz del día le obligó a cerrar los ojos. Miró a su lado como acto reflejo y una nueva punzada de dolor le atravesó el pecho. Cuando estaba borracho su mente no pensaba tanto. Se sentó en su cama y frotó su cara con ambas manos, para despejarse. 

Se dio un baño y se vistió dispuesto a intentar dar un paseo por ahí. Tal vez podría dar un paseo a caballo... 

Su mirada recorrió los campos por los que paseaban él y Evelyn años atrás. Aún recordaba las largas conversaciones que surgían a partir de temas tan ordinarios como el color de las hojas de los árboles. Recordó a una Evelyn sin maldad en su corazón. Comprendió que aquello no volvería, como tampoco lo haría su esposa. ¿Qué pasaría entre ellos ahora? ¿Regresaría ella a su reino? Thimothée no quería perderla de vista pero sabía que era lo mejor para ambos. 

Tomó entre sus manos la carta que reposaba en su escritorio. Era de su madre. El joven la abrió sin mucho cuidado y la leyó rápidamente. 

"Querido he regresado a las tierras del norte al enterarme del estado de tu padre. La enfermedad parece haber ganado la batalla y son sus últimos días de vida. Él no espera que vengas pero yo te imploro que lo hagas. Deja el pasado atrás y ven a despedirte. Trae a Lucinda contigo. Ella podrá darte el apoyo que yo no puedo. 

Espero que leas esto a tiempo y puedas partir cuanto antes. " 

Thimothée dejó la carta en la mesa y se llevó una mano a la nuca. Estrujó la zona sin saber que hacer ahora. 

"¿Tenías que morirte ahora?" le reprochó a su padre. 

No perdió más el tiempo y decidió empezar a hacer el equipaje. Tal vez si le hacía la pelota a su padre le cedería más territorios. 

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Lucinda paseaba entre los jardines, admirando las rosas cuando una voz jovial la interrumpió. 

- Mi lady - dijo la voz de Dorian. 

La joven sonrió y elevó la mirada. 

- Es un placer, majestad - dijo haciendo una pequeña reverencia. 

Matrimonio Concertado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora