El día siguiente fue el más ajetreado por diferencia. No había tiempo que perder. Lucinda se probó centenares de vestidos color blanco roto, blanco perlado, marfil, crema...
Al final se decantó por uno de telas finas apiladas unas encimas de otras, haciéndolo opaco poco a poco. Tenía remates dorados aquí y allá y a la luz del sol parecía estar hecho con hilo de luna.
Ensañaron varios tocados y maquillaje acorde con el vestuario. Al final decidieron que lo llevaría recogido en un elegante moño trenzado. El maquillaje era algo bastante natural. Apenas le pusieron polvos y sombras. Cuando se miró en el espejo parecía una de esas niñas risueñas de mejillas sonrosadas que aparecían en los cuadros.
- ¿Qué le parece este, majestad? - preguntó la mujer a su lado de pelo ya canoso.
- Es perfecto, muchas gracias. - las comunicó.
Las sirvientes estallaron en llantos de alegría y agradecimiento por sus sinceras palabras.
Unos golpes en la puerta hicieron que el corrillo se disolviera y dejara visión a la princesa.
Cuando la puerta se abrió todo el mundo se puso delante de ella. La chica frunció el ceño.
- ¿Por qué me tapáis la visión? - preguntó confundida.
- Es vuestro prometido. No puede verla con el vestido de novia señora. Ya lo sabe. - explicó.
Thimothée fue echado de la habitación prácticamente a patadas cuando exigió ver a su prometida. Le negaron la entrada y los aposentos fueron cerrados con llave.
- Le quitaremos todo esto para que pueda hablar con el príncipe tranquilamente. Por lo que tenía entendido tenía una sorpresa para vos. - explicó una mujer más joven.
Lucinda asintió sonriendo y se dejó hacer.
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Una vez desmaquillada, la vistieron con una ropa más adecuada para la ocasión. Esta vez el elegido fue un vestido azul cielo acompañado de una gargantilla color blanco de perlas.
Sus manos fueron cubiertas por unos guantes de terciopelo blanco y con la compañía de otro sirviente, se reunió con el príncipe en los jardines. Un rubí del mismo color que el vestido relucía en su dedo índice.
El paraguas le tapaba el pálido rostro. Thimothée le dijo al mozo que se deshiciera del paraguas, pues en los jardines todo era sombra y no era necesario.
El joven los dejó a solas y Lucinda temió una vez más el comportamiento de su prometido.
- Me han dicho que tienes una sorpresa para mi. - comentó la joven.
Thimothée miró la mano enguantada de su prometida, con el rubí que el mismo le había dado.
- ¿Por qué te negabas a recibir este anillo? - la preguntó tomando su mano con delicadeza.
El rostro de la joven se crispó en una mueca que supo disimular con un suave movimiento de cabeza.
- Los anillos en mi reino son un símbolo de poder. Dependiendo de la piedra que se lleve se transmite un mensaje distinto. - explicó.
- Espero no haberte faltado el respeto de ninguna de las maneras. - la confesó Thimothée. - Desconocía la tradición.
Lucinda negó con la cabeza.
- Todo lo contrario- le comentó aún seria. - Los rubíes solo están en posesión de la realeza y se entregan como símbolo de sumo respeto; así como símbolo de máximo poder.
Thimothée compuso una sonrisa ladina.
- Entonces tu habrás recibido muchos. - la dijo algo decepcionado ante la ridiculez del regalo.
Lucinda negó con la cabeza, acariciando el rubí.
- Nunca nadie me había dado uno. - le contradijo fijando su mirada en los ojos verdosos de su prometido. Eran realmente hermosos a la luz del sol con esos arcos dorados.
Thimothée la miró sorprendido. Al parecer había acertado.
- Ayer no te di las gracias y...
- No tienes por qué hacerlo. Alguien debería habertelo dado hace tiempo. - la interrumpió.
Lucinda sonrió, por primera vez, complacida.
- Aún así insisto en darte las gracias. Fue un gesto hermoso por tu parte. - insistió.
- Ya te he dicho que no quiero tus palabras de gratitud a pesar de la honestidad. No merezco tales honradas palabras. - la contradijo.
Lucinda pareció confundida, de nuevo.
- ¿Por qué no ibas a merecerlas? - preguntó.
- He obrado mal en el pasado. Muchas de mis acciones han causado la deshonra de muchos. No merezco ese amparo. - confesó.
- Siempre se puede obrar mejor en un futuro. No debes culparte por eso. - le aconsejó.
Thimothée sonrió y elevó la mirada. Lucinda no se había dado cuenta pero habían recorrido los jardines y ahora estaban ante la entrada del salón principal. Donde se celebraban los bailes.
El chico siguió mirando al horizonte y Lucinda decidió imitarle.
Una docena de caballos cruzó el puente y llegaron a su posición. Era la corte de su padre.
Su hermana bajaba del caballo y corría hacia ella.
Thimothée contempló como los ojos de la joven se llenaban de lágrimas y corría agarrando sus largas faldas al encuentro de Amanda.
Las princesas se estrecharon en un cálido abrazo y lloraron durante unos minutos, emocionadas. Amanda besuqueó cada centímetro del rostro de su hermana. Thimothée pensó que la borraría las bellas facciones si seguía así.
El joven príncipe acudió al encuentro del rey y charlaron sobre el viaje. Estaban parloteando sobre la calidad del pasto cuando la mano de Lucinda agarró uno de los brazos de su esposo.
- Gracias - le susurró. Acto seguido se puso de puntillas y posó un leve beso en su mejilla. Beso que hizo que el príncipe se mareara. Acababa de besarle.
La suave humedad del beso se había quedado plasmada en su mejilla, como una promesa.
Se giró en redondo para verla marchar. Su cuerpo entero dolía con la mera idea de pensar en estrecharla entre sus brazos. No podía esperar a besar sus labios el día de su boda. Su cuerpo la deseaba de una manera que no había comprendido con ninguna otra mujer.
"¿Lucinda como es que despiertas sentimientos en un corazón de piedra?" - se preguntó el príncipe.
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Matrimonio Concertado.
FanfictionDos reinos destinados a juntarse por la unión de un matrimonio entre príncipes. Dos almas destinadas a unirse en sagrado matrimonio. Thimothée es el heredero a la corona de una de las grandes potencias del momento. Un chico apuesto, rico y con tod...