CAPÍTULO 3

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Ivette

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Ivette.

Caminaba cabizbaja con la bandeja entre mis manos. Había dormido mal, otra vez, aquellos sueños no dejaban de invadir mi mente, y cuando eso pasaba, cogía aquel pequeño teléfono, lo conectaba a los auriculares y escondida en el baño me pasaba todo el tiempo posible escuchando mi música favorita.

"Norma 13: Prohibido el uso de teléfonos móviles."

Estúpidas normas, no iban a poder conmigo, daba igual lo que me hicieran, no iba a seguir sus estúpidos juegos.

Caminé hacia la mesa en la que siempre me sentaba, pero al pasar por un grupo de chicos, uno de ellos agarró disimuladamente una de mis trenzas y tiró de esta hacia abajo, el tirón me provocó un leve dolor, pero nada que no pudiera soportar.

Inmediatamente me giré para encarar al chico. Estaba de pie junto a sus amigos, una media sonrisa burlona invadía su cara, en cambio sus amigos estaban cuchicheando algo entre ellos.

La rabia me invadió de tal manera que ni siquiera me la pude aguantar, y olvidando todo, empecé a chillar.

"Norma 11: Prohibido gritar."

— ¡Puto inmaduro de mierda! ¡¿Te crees gracioso?! —agarré la bandeja con fuerza. Mi mirada no se separaba de la de él. Estaba furiosa y cansada, no podía seguir soportando este desprecio por parte de toda la gente del internado.

Vi cierto miedo en los ojos del chico, tal vez porque temía que en cualquier momento aparecieran los superiores y lo llevaran a la zona de castigos, porque al igual que yo, él también acababa de romper una norma.

"Norma 27: Prohibido faltar al respeto a otros internos."

La diferencia entre él y yo, es que yo ya no le temía a los castigos de este estúpido internado, en cambio él sí.

El comedor se había vuelto silencioso, y todos los internos observaban hacia mi dirección.

Una vez más todos me observaban, todos me criticaban.

Noté sobre mí una mirada mucho más fuerte que todas las demás, una mirada que pedía atención, y sin saber muy bien el porqué, miré hacia una de las mesas, en concreto donde se encontraban aquel par de ojos gris verdoso. Zac observaba la escena atento mientras se mordía el labio inferior nervioso.

Las puertas del comedor no tardaron en abrirse para dar paso a los superiores, los cuales caminaban con pasos confiados y la espalda totalmente erecta. 

El miedo en la cara del chico era palpable, le temblaban las manos y las piernas, parecía que en cualquier momento fuera a caer de rodillas contra el repugnante suelo del comedor.

Pude visualizar fácilmente aquel superior de pelo rubio y ojos marrones, dos de sus compañeros me cogieron por los hombros y me hicieron salir de aquel lugar, pero antes de salir noté su mirada sobre mí, aunque a lo mejor eran imaginaciones mías por no dormir bien.

101 NormasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora