CAPÍTULO 16

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Ivette.

Había pasado ya una semana desde mi pelea con Alan, de vez en cuando intercambiabamos miradas, pero nada más que eso.

El profesor tocó el silbato, todos empezamos a correr. Alan y otros superiores vigilaban el lugar, me sentía observada por el rubio.

Me encuentro cansada, aún así corro con todas mis fuerzas, sin siquiera esperarmelo tropiezo con algo y caigo con fuerza al suelo de rodillas, la gente empieza a acercarse para ver si estoy bien, con las fuerzas que me quedan me levanto del suelo, de pie, a mi lado, se encuentra Lara.

— ¡Ivette! ¿Estás bien? —Gritaba Zac mientras corría hacia mí.

Miré mis manos, habían pequeñas piedras clavadas en las palmas, en una de mis rodillas había tan solo unos rasguños, pero en la otra rodilla había una herida la cual estaba empezando a sangrar.

—Lara. ¿por qué lo has hecho? —preguntaba Zac enfadado.

—Yo no he hecho nada, se ha caído sola —se defendía la rubia.

— ¿Te crees que soy tonto? ¿Crees que no te he visto? —Seguía hablando Zac. Él me miró con preocupación y se acercó a mí tomándome por los hombros — ¿Estás bien? —me preguntó.

Yo asentí con la cabeza, aunque me ardía la herida de la rodilla, y también me dolían las manos.

— ¿Segura? Vamos a la enfermería.

Zac tomó mis manos y las miró, luego quitó las pequeñas piedritas que se habían incrustado con cuidado.

—Yo la llevo —escuché a mis espaldas.

Los superiores se habían acercado, uno tomaba de los hombros a Lara, seguramente la iban a llevar a la zona de castigos por romper las normas.

"Norma 23: Prohibido el uso de violencia."

"Norma 27: Prohibido faltar al respeto a otros internos."

Zac se separó de mí cuando Alan me tomó por los hombros y comenzó a caminar conmigo hacia algún lugar.

— ¿Estás bien? —preguntó Alan cuando nos separamos lo suficiente de los demás, yo no respondí, y él no insistió.

Caminamos hasta el edificio, como era de esperar, no me llevó a la enfermería, me llevó de nuevo a un pasillo desolado bastante apartado de los demás.

—Ivette —empezó a hablar, yo apoyé mi espalda contra la pared, pero no lo miré —al menos mírame —se acercó un poco más hacia mí.

Sigo sin decir nada, el silencio invade el pasillo, su mirada empieza a incomodarme, trago con fuerza y empiezo a mover mi pie impaciente.

—Mírame —repitió.

No lo miré.

—Me duele la rodilla, quiero ir a la enfermería. —Le contesté algo seca.

—Está bien.

Salimos del pasillo y caminamos hacia la enfermería, Alan tocó la puerta de esta, una mujer de pelo canoso nos abrió la puerta.

—Pasar. —Dijo la mujer al vernos. Alan y yo entramos, yo me senté en la camilla, Alan se sentó en una silla que se encontraba a un par de metros en frente de mí, no dejaba de mirarme, y a una parte de mí le molestaba, pero a la otra parte le gustaba sentirse observada por él.

La mujer se acercó a mí con algodón en una de sus manos y agua oxigenada en la otra.

Mojó el algodón con el agua oxigenada y pasó este por la herida de mi rodilla para desinfectarla, no pude evitar poner una mueca, la mirada de Alan se suavizó, parecía preocupado.

Para acabar, la mujer puso una suave venda alrededor de mi rodilla.

—No tienes nada grave —habló la enfermera —pero creo que te vendría bien descansar —me dedicó una media sonrisa.

Con un poco de dificultad me levanté de la camilla, Alan se acercó a mí, pero lo detuve.

—Puedo andar sola. —Él no dijo nada.

Salí de la enfermería y él salió detrás de mí.

Me tomó del hombro y me obligó a girarme hacia él. No pude evitar tensar mi mandíbula.

—No puedo más —dijo mientras me tomaba por los hombros —una semana, Ivette, una puta semana —apretó levemente su agarre —entiendo que te hayas enfadado, pero no dejes de hablarme, joder.

Por fin lo miré, tenía su ceño levemente fruncido y su pelo rubio despeinado, cosa que lo hacía más atractivo de lo que ya era.

—Has sido un idiota —solté rápidamente.

—Ivette, te lo dije, no podemos hacer eso, no podemos hacer un incendio —susurró lo último.

Estaba decidida en girarme e irme, pero él me lo prohibió, me tomó de la muñeca y me obligó a permanecer a su lado.

—No he dicho que te puedas ir —dijo a pocos centímetros de mi cara. Mi cuerpo se tensó por completo.

—No tengo porqué pedirte permiso.

—Claro que sí —su rostro se acercó aún más al mío —soy un superior, ¿recuerdas?

Noto su aliento chocar contra mis labios, me cuesta respirar, su cercanía me pone nerviosa.

—Alan... —intento hablar.

Sus labios están tan cerca de los míos que en cualquier momento podrían llegar a rozarse.

—Nos pueden pillar —susurro.

"Norma 100: Prohibido tener un vínculo amoroso con algún superior."

— ¿Pillarnos? ¿De qué hablas? —noto como una de sus manos acaricia mi cintura, baja lentamente hacia mis glúteos y luego vuelve a subir — ¿Crees que quiero besarte?

Mis ganas de acortar la distancia y besar sus rosados labios aumentan cada segundo que pasa.

—Soy yo quien no quiere besarte —miento.

— ¿Segura? —susurra en mi oído.

Alan acaricia mi cuello con sus labios para luego posar un cálido beso en este. Quiero que siga, pero varias cosas no me lo permiten, la primera es que nos pueden pillar y esto podría acabar muy mal, la segunda es que debería seguir enfadada, en ningún momento me ha pedido perdón, y aunque lo hiciera, no me serviría de nada, voy a continuar con mi plan, con o sin su ayuda.

—Superior —hablo un poco más fuerte que antes. Poso mis manos en su pecho y lo aparto de mí, él frunce el ceño —la enfermera me ha dicho que debería descansar.

Alan mira hacia atrás y ve como un grupo de superiores vienen hacia nosotros, luego me vuelve a mirar a mí y me asiente con la cabeza.

—Ve, yo me encargo de contárselo a los demás superiores para que no hay malentendidos.

Le sonrío de una forma un tanto forzada, y luego desaparezco de aquel lugar tan rápido como mi rodilla me lo permite.

Le sonrío de una forma un tanto forzada, y luego desaparezco de aquel lugar tan rápido como mi rodilla me lo permite

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