CAPÍTULO 11

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Ivette

"Norma 10: Prohibido llevar ropa amarilla o complementos amarillos."

Desde que volví a la cama no había conseguido dormirme. Miraba la cinta amarilla que rodeaba mi muñeca.

Las palabras de Zac aún resonaban en mi cabeza: "si tu rompes las normas, yo las romperé contigo, si tu sufres, yo sufriré junto a ti."

¿Debería creerlo? ¿Debería olvidar todo el daño que me hizo? ¿Podría él haber cambiado de verdad?

Nunca pensé que la gente pudiese cambiar, si eras alguien malo, lo serías para siempre, pero tal vez había estado equivocada toda mi vida. Zac parecía querer cambiar, en sus ojos creí ver lo decepcionado que estaba con sus actos pasados, realmente quería empezar de cero, quería... ser mi amigo, por eso mismo acepté sus disculpas, le di la oportunidad de empezar otra vez.

Alan

No podía dejar de pensar en una chica pelinegra de ojos tristes, mirarla a los ojos era como ver un día nublado, frío, sombrío.

Recuerdo haberla espiado desde las sombras desde hace meses, me gustaba verla entretenida observando aquellos peces de colores, parecía ser lo único que realmente le importaba.

Ella era realmente humana, tan rota, pero tan fuerte, y entre tantas imperfecciones se podía visualizar su verdadera belleza. Me encantaba verla caer para luego volver a levantarse más fuerte que antes. Simplemente era Ivette, intentando mantenerse oculta entre las sombras de este estúpido internado, pero brillando con intensidad por su fuerza, daba igual cuanto intentara pasar desapercibida, había destacado de todas formas ante mis ojos. Si ella quería escapar, yo le ayudaría, no teníamos nada que perder, solo nos quedaba la vida, e incluso ni eso me importaba perder.

El aire frío de la mañana me hizo volver a la realidad, estaba vigilando el jardín, los internos estaban tomando su hora de descanso, algunos estaban sentados en los pocos bancos que estaban esparcidos por el lugar, y como siempre, manteniendo un mínimo de distancia, no era común tener mucho contacto unos con otros.

La chica que invadía mi mente estaba sentada en la húmeda hierba con la espalda apoyada contra la fuente, pero ya no estaba sola, ahora un chico de pelo castaño ceniza la acompañaba, él parecía explicarle algo y ella sonreía tiernamente, y sin poder evitarlo, sonreí yo también. No podía tener celos, no después de todo por lo que ella había pasado, no después de haber estado sola tanto tiempo, no después de haber sido la "rara" tantos años.

—Superior número veintidós —escuché que alguien decía a mis espaldas, me giré y me encontré con otro superior que mantenía una expresión seria y una pose tensa. —Te toca ir a vigilar la salida —asentí.

Antes de irme miré por última vez a Ivette, estaba colocándose un mechón rebelde tras la oreja.

(...)

Ivette

El lugar olía a libros viejos y a humedad. Poca gente venía a la biblioteca del internado, y cuando alguna persona lo hacía era solo para estudiar para algún examen. A nadie parecía interesarle lo que había escrito en las amarillentas páginas de aquellos libros, pero no iba a culparlos, a mí tampoco me llamaban la atención.

Caminaba por los amplios y largos pasillos de la biblioteca, y aunque no me gustara leer, me resultaba entretenido observar las estanterías repletas de libros tristemente desgastados.

Tomé uno de los libros que me llamó la atención tan solo por su color rosa pálido, miré la portada, pero no había nada en ella, ni siquiera el título.

101 NormasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora