CAPÍTULO 8

288 43 46
                                    

Ivette

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ivette

La espalda me dolía a más no poder, sentía como si me dieran martillazos en la cabeza, tenía frío y estaba incómoda. Me removí de mi lugar para finalmente abrir los ojos, seguía ahí, en la sala de profesores tras la pila de cajas, pero no estaba sola, a mi lado estaba Alan profundamente dormido, con su pelo rubio despeinado, una expresión tranquila, y su boca ligeramente abierta.

Lo observo unos segundos más de lo debido.

Finalmente tomo a Alan de los hombros y empiezo a sacudirlo de un lado a otro para que se despierte, el rubio tarda unos segundos en reaccionar, pero finalmente lo hace, al abrir los ojos inmediatamente inspecciona su alrededor con la mirada, bosteza y se pasa una mano por la cara.

—Buenos días primero que nada —habla Alan con la voz más ronca de lo normal.

—No hay tiempo para tonterías Alan —miro mi reloj —son las cinco y media de la mañana, tengo que volver a mi habitación antes de que sean las seis.

Al final resultó bastante fácil llegar a mi habitación, los superiores aún no habían salido a vigilar y todo se encontraba despejado.

(...)

En la clase de matemáticas me senté en una de las filas del final, observé a Zac, el cual estaba sentado unas filas más adelante, a su lado estaba Yeray, él hablaba de una forma muy animada mientras Zac se limitaba a asentir con la cabeza.

Saqué un folio en blanco de mi mochila y un par de bolígrafos, el profesor empezó a explicar el tema, pero las matemáticas no eran lo mío, ni nunca lo serían, por esa misma razón dejé de prestarle atención a aquel hombre de corbata roja y pantalones de pitillo color beige.

Destapé uno de los bolígrafos y empecé a trazar líneas en el folio, no eran líneas cualquiera, estaba dibujando el plano del internado, iba a encontrar la salida de este lugar, iba a salir de aquí, iba a rehacer mi vida.

(...)

Las gotas de lluvia caían con fuerza contra el suelo, provocando aquel especial aroma llamado petricor, el sonido que producía me relajaba de sobremanera. Me gustaría poder estar en estos momentos al lado de una chimenea disfrutando de un chocolate caliente mientras paso las páginas de un libro.

Me tocaba clase de física y química, todos iban directos hacia el aula, pero yo sin pensarlo ni un segundo, tomé la dirección contraria. Empecé a bajar las escaleras sin prisa, aunque sabía que si algún superior me pillaba estaría en problemas.

Salí del edificio, aire fresco y gotas de lluvia no tardaron en chocar con mi rostro y revolotear mis cabellos.

Caminé hacia la fuente central, me senté en el suelo y apoyé mi espalda contra la fuente, cerré mis ojos y respiré hondo. La lluvia era fría, y sentía todo mi cuerpo temblar, pero a la vez me gustaba sentir la suavidad con la que las gotas recorrían mi cuerpo.

101 NormasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora