CAPÍTULO 9

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Ivette

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Ivette

Zac se sentó a mi lado, el profesor Conan aún no había llegado al aula, tocaba Biología como cada Miércoles.

Ayer por la noche Alan y yo logramos salir de nuestro escondite sin ser descubiertos, me acompañó a mi habitación y nos despedimos con un simple movimiento de mano.
No logramos descubrir quién era el individuo que casi nos atrapa, pues los pasos se dejaron de escuchar y al salir no vimos nada.

Conan entró al aula, tenía su pelo marrón bien peinado hacia atrás, llevaba una camisa azul oscuro y unos pantalones tejanos. Dejó su maletín encima de la mesa y aplaudió un par de veces para que todos los alumnos le prestaran atención, y como siempre, lo consiguió.

—Como os dije, vamos a empezar un nuevo proyecto —habló el profesor —es bastante simple, tendréis que realizar un mapa mental sobre las enfermedades hereditarias con ejemplos y dibujos que lo acompañen.

Zac se removió de su lugar para tomar su mochila, de esta sacó unos folios en blanco y bolígrafos.

—Tenéis hasta el viernes —concluyó Conan.

Yo saqué los apuntes que había tomado de las clases, aunque seguramente faltaran cosas, pues no siempre prestaba atención.

—Bueno, ¿cómo quieres hacerlo? —pregunté algo desinteresada.

(...)

Al acabar la clase Zac empezó a recoger sus cosas, habíamos avanzado más de lo que me esperaba.

—Te espero —dijo el castaño cuando acabó de recoger, yo en cambio aún no había metido ni una libreta en la mochila.

—No hace falta Zac —necesitaba hablar con el profesor Conan.

—No, de verdad, quiero esperarte —sonrió levemente.

—Zac, te lo digo en serio, no hace falta —repetí.

Pareció algo decepcionado por mi respuesta.

—Oye, Zac —se acercó Lara con una amplia sonrisa en su rostro, su pelo rubio bien peinado y su uniforme perfectamente planchado — ¿Nos vamos ya?

Él me miró por última vez con una expresión triste, pero no dijo nada más, y finalmente salió del aula acompañado por su amiga.

Cuando todos habían salido del aula me acerqué a Conan, pero no sin antes cerrar la puerta para que nadie nos escuchara.

— ¿Te encuentras bien Ivette?

— ¿Por qué lo preguntas?

—Tus ojeras han aumentado y te noto algo pálida, ¿estás durmiendo y comiendo bien?

Seguramente mis ojeras se debían a mis salidas nocturnas, a veces volvía a mi habitación a las cinco de la mañana y solo me quedaba una hora para dormir.

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