CAPÍTULO 10

224 40 11
                                    

¡Capítulo corto pero muy necesario!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Capítulo corto pero muy necesario!

Ivette

Más gritos, más disparos. La mujer me dejó en la húmeda hierba y corrió, desapareció entre los árboles de aquel bosque...

Unos golpes lograron despertarme, me tapé un poco más con la fina sábana y cambié de posición a una más cómoda para volver a dormirme. Cuando creí estar a punto de dormirme escuché unos golpes tras la puerta. ¿Quién era?

Miré mi reloj, era casi la una de la madrugada. Me pasé una mano por la cara y me levanté de la cama, cuando mis descalzos píes tocaron el frío mármol del suelo provocaron que mi piel se pusiera de punta. Caminé hacia la puerta y la abrí lentamente para no hacer mucho ruido. Me encontré con un chicos de ojos ojerosos, pelo despeinado y pijama arrugado. Zac se encontraba frente a mi puerta.

— ¿Qué haces aquí? —susurré casi de inmediato.

Salí por completo de la habitación y cerré la puerta.

—Necesito hablar contigo —me miró con una expresión triste —de verdad que lo necesito.

Suspiro cansada.

— ¿Qué estupidez me quieres decir ahora?

— ¿Crees que rompería una norma tan solo para decirte una estupidez?

Y es verdad, Zac acababa de romper una norma tan solo para venir a hablar conmigo.

—Yo...quiero entenderte Ivette, quiero que me confíes tus secretos, quiero que seas tú misma conmigo, quiero ser tu hombro en el que llorar...

—Zac —lo interrumpo. — ¿Estás bromeando, verdad? —Él frunce el ceño.

— ¿Por qué crees que estoy bromeando?

— ¿Te acuerdas de aquella pequeña niña de un metro cuarenta y cinco a la que le tirabas piedras junto a tus amigos? ¿Te acuerdas cómo le gritabas rara mientras ella caía al suelo por el dolor de los golpes? ¿Te acuerdas? —Intento no llorar, intento ser fuerte frente a él, no quiero que me vuelvan a pisotear, quiero ser fuerte, pero a veces es difícil.

Lo miro con la cabeza alta y los ojos fijos en los de él, Zac parece estar aún procesando todo lo que he dicho.

—Yo... Lo siento Ivette —agacha la cabeza.

—Vete a la mierda Zac —me doy la vuelta para volver a entrar a la habitación pero él me toma del hombro obligándome a girarme de nuevo.

Cuando me doy la vuelta él extiende su mano hacia mí, la cual está cerrada en un puño.

—T-tengo algo para ti —abre su puño y dentro de este hay una cinta de color amarillo, de inmediato sé lo que significa —rompería las ciento un normas por ti.

Tomo la cinta con delicadeza, él levanta un poco la manga de su camiseta mostrándome así una cinta amarilla igual a la que me ha dado, atada a su muñeca.

—Si tu rompes las normas, yo las romperé contigo, si tu sufres, yo sufriré junto a ti.

Da un paso hacia mí y me ayuda a atarme la cinta en mi muñeca derecha. Sé que si algún superior llega a verlo nos llevaría a la zona de castigos, pero esta vez ya no iría sola, ahora lo tengo a él junto a mí.

—Perdóname por todo lo que te llegué a hacer.

Paso la yema de mis dedos por encima de la cinta. Supongo que la gente puede llegar a cambiar, tal vez no todos, pero algunos sí.

Miro a Zac, el cuál está esperando una respuesta de mi parte, sé que está esperando que lo perdone, y eso es lo que voy a hacer.

—No te preocupes, ya está olvidado.

Zac

¿Debería hacerlo? Quiero hacerlo.

Doy otro paso hacia ella, Ivette no retrocede, tiene sus ojos fijos en mí. Necesito abrazarla, quiero abrazarla, no recuerdo haber abrazado a alguien en mucho tiempo, tampoco me parecía necesario.

Como si un imán me atrajera hacia ella, la abrazo con fuerza, rodeo su delgado cuerpo con mis brazos, y la sensación que eso me provoca es increíble, me transmite una paz que no sabría describir. Sé que abrazo a una persona real, a una persona rota, pero fuerte, que sigue adelante a pesar de todo. Noto los latidos de su corazón chocar contra mi pecho, le acaricio la espalda, Ivette apoya su cabeza en uno de mis hombros, me atrevo a acariciarle el pelo, ese pelo pelinegro que me vuelve loco.

 Noto los latidos de su corazón chocar contra mi pecho, le acaricio la espalda, Ivette apoya su cabeza en uno de mis hombros, me atrevo a acariciarle el pelo, ese pelo pelinegro que me vuelve loco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
101 NormasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora