Nobody's gonna love you like me

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Mikasa

Estaba en casa de Carla y Grisha, justamente en la cocina adornando el pastel que tiene un rato de haber salido del horno. Le hizo recordar los días en que Carla le enseñó hacer pasteles, realmente se había sentido muy bien, como si estuviera en casa. Sonrió ante el recuerdo y procedió a lavarse las manos.

Hoy es un buen día, está soleado afuera pero hay aire corriendo, perfecto. Por lo mismo está contenta, porque puede usar la ropa que escogió para este día sin preocuparse si hace demasiado calor allá fuera. Una manga larga roja con florecitas blancas, bombacha de los brazos y lo acompañó con un overol pantalón de mezclilla. Lo raro fue que haya estado en su mente usarlo porque últimamente ha tenido un conflicto con estos, quitártelos para ir al baño es un show, por eso los había evitado a toda costa.

Pero se ve linda, se ve adorable y se siente como rayo de sol hoy, uno muy feliz, como si nada ni nadie, ni si quiera un comentario podrá ponerla de mal humor.
Lo cual, fue distinto a la semana pasada que estaba de un humor de pocos amigos y Eren había tenido mucha paciencia con ella. Después se lo podrá compensar.

En la sala se encontraban Zeke con su sobrina Louise, él estaba leyendo un periódico y ella estaba tratando de convencerlo para que la dejara ir a una fiesta. Enfrente de ellos, en el otro mueble está Annie fingiendo no escuchar, veía su teléfono como si hubiera captado algo interesante que ver. Le pareció gracioso verlos porque todos son rubios.

Mikasa comenzó a ponerle el betún blanco al pastel, estaba concentrada pero atenta a la conversación de Zeke y Louise. No le parece extraño que la chica de dieciséis esté aquí, desde que la conoció hace ya tres años, parece que desarrolló un sentimiento de admiración profunda hacia ella, siempre buscaba su aprobación. Estaba en la línea de un enamoramiento fugaz de adolescente.

Eren le dijo un día que él no tendría que preocuparse por los hombres que ella conociera si no por las mujeres, eso la hizo reír.

—Vamos tío Zeke, déjame ir a la fiesta —dijo su sobrina.

Zeke procedió a tomar su taza de cafe que estaba en el buró negro de lado derecho del mueble.

—Para empezar, tú mamá es la que debió darte permiso, no yo y para terminar no debes ir a fiestas hasta que tengas unos veinte. Por Dios que le pasa a la juventud de hoy.

Mikasa se rio.

—Es más —continuó Zeke—, en esas cosas nunca pasa nada interesante.

—Lo dice quien se escapó de su casa a los diecisiete para ir a una —dijo Annie sin despegar la vista del celular.

—Pamplinas, me equivoqué ¿si? ojalá alguien me hubiera detenido ese día —paso a otra hoja del periódico.

—¿Qué no conociste a una chica ese día?

—Fue mi peor relación y fue tan fugaz. Por eso Louise, estoy tratando de salvarte de esto —Zeke la miró.

Mikasa tomó la manga pastelera para agregar unos detalles arriba, presionando suavemente para que no saliera mucho betún. Chocó su cuerpo contra la barra y al instante pidió una disculpa. Le estaba dando la espalda a los demás, pero aún así pudo sentir la mirada de alguien sobre ella.

—A algunos les va mal, no en todos los casos —Annie bajo su celular, cruzo las piernas y se inclinó un poco hacia el frente para que Louis prestara mucha atención—. Tu no-tía Mikasa sabe mucho de eso.

La azabache se lamió los labios y sonrió ampliamente.

—Estaba esperando el momento en que lo sacaras a colación —dijo, aún así no se giró a verla.

Nadie te va amar como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora