capítulo XXI

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-Cinco, despierta -lo sacudo levemente, pero nada-. ¡Cinco! -exclamo, cerca de su oído. Veo como su mano se eleva y segundos después se dirige hacia mí, inmediatamente me aparto de él antes de que su mano me pueda tocar.

-¡Cállate! -exclama, sobando su oido. Abre los ojos un poco y se acomoda en su asiento.

-Lo siento. No quería despertarte, pero acabo de ver al señor que vimos ayer paseando a su perro -le informo y inmediatamente voltea ver a todos lados-. Aquí no, tonto. A unos cuantos departamentos de aquí se encuentra su auto.

-Bien. Este es el plan -dice, con una sonrisa maliciosa.

Nos dirigimos a la dirección que le dije y le indico en donde se encuentra el auto de aquel sujeto.

Minutos después veo al señor dirigirse hacia su auto.

-¿Lista? -me pregunta cinco, volteando a verme.

-Sí.

El señor abre la puerta de atrás y mete a su perro, para después abrir la puerta del conductor y adentrarse en el auto. Ambos nos teletransportamos adentro del auto, yo en el asiento de atrás y cinco en el asiento del copiloto.

-Oh, cielos -dice el señor, algo asustado y sorprendido al mismo tiempo.

Intenta salir, pero le agarro los hombros desde atrás y cinco le coloca una navaja cerca del cuello.

-No intente escapar, o la navaja que se encuentra a centímetros de su cuello la ocuparé para asesinar a su perro -le amenazo, y siento a través de mis manos en sus hombros, como tensa su cuerpo.

Obviamente si intenta escapar no voy a matar a su perro, es solo para que diga la información que cinco necesita.

-Solo tienes una oportunidad, ¡una sola!, para decirme qué es lo que hacen en ese laboratorio

-Fabrico diversas prótesis para pacientes falsos, se las facturan las aseguradoras y las venden en efectivo en el mercado negro -dice, su voz suena temblorosa.

El perrito de a lado me empieza a lamer mi brazo y eso me hace cosquillas. Intento no soltar al hombre de los hombres, pero el perro se pone de pie recargando sus manitas en mi hombro y comienza a lamer mi mejilla.

-¿Incluyendo ojos? -pregunta cinco.

-Sí, es lo que más me solicitan. Se venden... Como pan caliente.

Suelto al hombre y alejo un poco al perro. Vuelvo a ejercer fuerza en los hombros del hombro, manteniéndolo en el asiento.

-Tengo una lista de espera, de unos veinte compradores.

-O sea que el número de serie que te dí...

-Pudo haber sido comprada, sí clandestinamente -completa el señor.

-Necesito esa lista, Lance. Nombres y teléfonos, y la necesito ¡Ahora! -le pide, cinco.

-No la tengo, bueno, no encima. En el laboratorio está la única copia.

-Bueno, pues que esperas, enciende el auto -le ordeno. Dejo de agarrar sus hombros para que pueda conducir y agarro al pequeño perrito.

-Bien -busca nerviosamente las llaves en sus bolsillos y segundos después enciende el motor del auto.

Después de media hora en la que solo me dedico a observar la ventana. Sin saber que más hacer, tomo al perro en mis brazos y lo acuesto en mi regazo, para después acariciarlo suavemente.

-Deja eso -me ordena cinco.

-¡No! -exclamo. Cinco se gira hacia mí y toma al perro en sus manos, apartando al perro de mi regazo.

Lo siento si alguna vez dije que te odiaba.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora