Capítulo 18

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Estaba empapado y jadeaba cansado.

Esa tarde había tenido intenciones de cabalgar un rato para despejar su mente de su más reciente incertidumbre.

Había preparado su corcel sin ayuda, y había pedido a sus empleados desistir de acompañarlo.

Apenas había estado alguna media hora en campo abierto cuando, lo que él describiría como un diluvio, cayó sobre sus tierras.

Volvió a los establos tan pronto como le fue posible decidiendo que esperaría ahí hasta que todo se calmara para volver al palacio.

Sacudió su cabello con frustración y talló sus ojos, intentando retirar la humedad de ellos.

- Cualquiera pensaría que, después de tantas expediciones, usted contaría con alguna clase de talento para leer las nubes –

El azabache se sobresaltó y lo miró en silencio por eternos segundos.

- No soy muy bueno para ello – confesó – necesito algo más de práctica, su majestad –

- Ya veo – asintió sonriente.

Silencio

- ¿Cómo me encontró? –

- Su hermano me dijo que estaría cerca – se acercó cauteloso – dijo que ha tenido un temperamento insufrible –

- Le gusta bromear con nuestros invitados – forzó una sonrisa - ¿viene de paso o...? –

- Me invité a quedarme, si no le molesta. En realidad, fue su majestad quien sugirió mi estadía por el próximo par de días –

- Entiendo, ¿asuntos oficiales? –

- Está preguntando demasiado – entornó los ojos – pero sí. Tengo que resolver algunas cosas antes de la coronación -

- ¿Ha tenido buenas noticias? –

- Maravillosas, de hecho – sonrió – se me notificó que podría ser coronado sin necesidad de matrimonio justo antes de mi partida – suspiró – todo parece indicar que mi primer ministro es un hombre de palabra –

El mayor asintió pensativo y frunció el ceño.

- ¿Entonces a qué viniste? – gruñó pasándolo de largo, llevando a su mascota consigo.

- Veo que las noticias no son de su agrado –

- No lo son – rió seco – mira, no te pido que te pongas en mi lugar, pero al menos trata de no parecer insensible al respecto –

- No estoy siendo insensible –

- ¿No? –

- Ni siquiera me has dejado terminar –

El azabache ató cuidadosamente a su caballo y le regresó la mirada.

- Te escucho –

- Leí tu carta – se acercó nuevamente – me conmovió muchísimo el conocer los motivos de tus decisiones -

- ¿Y lo comprendes? –

- Sí lo hago, y habría hecho lo mismo de ser tú – hizo una mueca – tal vez habría sido un poco más directo y sincero al respecto –

- Es tarde para eso – rió por lo bajo - ¿qué pensaste? –

- Al principio que debía venir y pedirte de favor que me acompañaras de vuelta para contraer nupcias y así mantener mi reinado –

- ¿Y ahora? –

- Ahora pienso que... – tomó sus manos – que no sólo se trata de un deber real, si no de los sentimientos que cargo conmigo –

- Jisung... -

- Jeno – dijo colocándose sobre su rodilla.

El mayor sintió con exactitud el momento en que sus latidos se volvieron pesados y ligeramente dolorosos.

- ¿Sí? – se las arregló para decir.

- Concédeme el honor de llamarte mi esposo – pidió mostrándole una antigua y muy llamativa joya – entiendo que me quieres, y yo te quiero igual. Por favor, cásate conmigo –

El mayor sonrió apretando los labios.

- Eso no fue romántico –

- Eso es cosa tuya, cariño. Las palabras no se me dan de igual forma –

El otro rió divertido y se arrodilló rápidamente para quedar a su altura.

- Jisung – tomó sus mejillas con cuidado – sé que sabes que no hay cosa que me gustaría más que compartir mi vida contigo y hacerte entrega de mis más profundos sentimientos. Sé que sabes que te anhelo y he anhelado cada momento desde aquella vez, y quiero que ahora sepas que te amo. Te amo con fuerza y no dejaré de hacerlo. Permíteme estar a tu lado para compartirte mi dulce amor y hacerte sentir como la extraordinaria... -

- Basta –

- Joya que eres – besó su mejilla - ¿qué dices? –

- Que debiste ser tú quien lo propusiera – frunció los labios – lo haces mejor que yo. Sin embargo – tomó su mano con cautela – quiero que portes la joya familiar –

- No es necesario – murmuró sonrojado.

- Es la seña de que eres mi esposo – acarició su rostro con ternura – mi hombre amado –

El mayor asintió emocionado y extendió sus dedos para que el otro lo ayudara a ponerse la alianza.

- ¿Entonces estamos comprometidos? –

- Así parece – susurró sobre sus labios.

El azabache deslizó suavemente los dedos desde la rodilla de su pareja hasta su entrepierna y la apretó satisfactoriamente.

- No he dejado de pensar en ti desde aquella noche –

- No lo pareció – alejó su mano con brusquedad – tú te fuiste –

- Por favor... -

- No – dijo levantándose de su lugar – si crees que puedes hacer esa clase de cosas... -

Detuvo sus reclamos cuando el otro lo empujó con fuerza hacia una de las columnas y comenzó a atacar su cuello, dejando suaves mordidas ocasionalmente.

Jisung tomó su cabello y lo estiró débilmente para atraerlo a su rostro y besarlo con todas las ganas que tenía desde que lo encontró ahí.

- Pueden descubrirnos – jadeó entrecortado.

- Aquí no, mi amor – dijo besando sus clavículas – puedes ser tan ruidoso como quieras –

- Entonces tendrás que hacerlo duro –

Jeno rió y lo miró a los ojos.

- ¿Dónde están tu modales ahora? –

El menor, en respuesta, se colocó sobre sus rodillas sin despegar su vista de la ajena.

- ¿Vas a hacer algo al respecto? – retó.

El príncipe gruñó, sintiendo su sangre hervir a lo largo de sus venas y comenzó a desabotonar su pantalón con prisa.

Observó a su pareja introducir su falo en su cavidad y se sintió flotar.

Todo lo que sabía, era que quería más.

Que bueno que se arreglaron. Me da mucho gusto.

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