Estaba empapado y jadeaba cansado.
Esa tarde había tenido intenciones de cabalgar un rato para despejar su mente de su más reciente incertidumbre.
Había preparado su corcel sin ayuda, y había pedido a sus empleados desistir de acompañarlo.
Apenas había estado alguna media hora en campo abierto cuando, lo que él describiría como un diluvio, cayó sobre sus tierras.
Volvió a los establos tan pronto como le fue posible decidiendo que esperaría ahí hasta que todo se calmara para volver al palacio.
Sacudió su cabello con frustración y talló sus ojos, intentando retirar la humedad de ellos.
- Cualquiera pensaría que, después de tantas expediciones, usted contaría con alguna clase de talento para leer las nubes –
El azabache se sobresaltó y lo miró en silencio por eternos segundos.
- No soy muy bueno para ello – confesó – necesito algo más de práctica, su majestad –
- Ya veo – asintió sonriente.
Silencio
- ¿Cómo me encontró? –
- Su hermano me dijo que estaría cerca – se acercó cauteloso – dijo que ha tenido un temperamento insufrible –
- Le gusta bromear con nuestros invitados – forzó una sonrisa - ¿viene de paso o...? –
- Me invité a quedarme, si no le molesta. En realidad, fue su majestad quien sugirió mi estadía por el próximo par de días –
- Entiendo, ¿asuntos oficiales? –
- Está preguntando demasiado – entornó los ojos – pero sí. Tengo que resolver algunas cosas antes de la coronación -
- ¿Ha tenido buenas noticias? –
- Maravillosas, de hecho – sonrió – se me notificó que podría ser coronado sin necesidad de matrimonio justo antes de mi partida – suspiró – todo parece indicar que mi primer ministro es un hombre de palabra –
El mayor asintió pensativo y frunció el ceño.
- ¿Entonces a qué viniste? – gruñó pasándolo de largo, llevando a su mascota consigo.
- Veo que las noticias no son de su agrado –
- No lo son – rió seco – mira, no te pido que te pongas en mi lugar, pero al menos trata de no parecer insensible al respecto –
- No estoy siendo insensible –
- ¿No? –
- Ni siquiera me has dejado terminar –
El azabache ató cuidadosamente a su caballo y le regresó la mirada.
- Te escucho –
- Leí tu carta – se acercó nuevamente – me conmovió muchísimo el conocer los motivos de tus decisiones -
- ¿Y lo comprendes? –
- Sí lo hago, y habría hecho lo mismo de ser tú – hizo una mueca – tal vez habría sido un poco más directo y sincero al respecto –
- Es tarde para eso – rió por lo bajo - ¿qué pensaste? –
- Al principio que debía venir y pedirte de favor que me acompañaras de vuelta para contraer nupcias y así mantener mi reinado –
- ¿Y ahora? –
- Ahora pienso que... – tomó sus manos – que no sólo se trata de un deber real, si no de los sentimientos que cargo conmigo –
- Jisung... -
- Jeno – dijo colocándose sobre su rodilla.
El mayor sintió con exactitud el momento en que sus latidos se volvieron pesados y ligeramente dolorosos.
- ¿Sí? – se las arregló para decir.
- Concédeme el honor de llamarte mi esposo – pidió mostrándole una antigua y muy llamativa joya – entiendo que me quieres, y yo te quiero igual. Por favor, cásate conmigo –
El mayor sonrió apretando los labios.
- Eso no fue romántico –
- Eso es cosa tuya, cariño. Las palabras no se me dan de igual forma –
El otro rió divertido y se arrodilló rápidamente para quedar a su altura.
- Jisung – tomó sus mejillas con cuidado – sé que sabes que no hay cosa que me gustaría más que compartir mi vida contigo y hacerte entrega de mis más profundos sentimientos. Sé que sabes que te anhelo y he anhelado cada momento desde aquella vez, y quiero que ahora sepas que te amo. Te amo con fuerza y no dejaré de hacerlo. Permíteme estar a tu lado para compartirte mi dulce amor y hacerte sentir como la extraordinaria... -
- Basta –
- Joya que eres – besó su mejilla - ¿qué dices? –
- Que debiste ser tú quien lo propusiera – frunció los labios – lo haces mejor que yo. Sin embargo – tomó su mano con cautela – quiero que portes la joya familiar –
- No es necesario – murmuró sonrojado.
- Es la seña de que eres mi esposo – acarició su rostro con ternura – mi hombre amado –
El mayor asintió emocionado y extendió sus dedos para que el otro lo ayudara a ponerse la alianza.
- ¿Entonces estamos comprometidos? –
- Así parece – susurró sobre sus labios.
El azabache deslizó suavemente los dedos desde la rodilla de su pareja hasta su entrepierna y la apretó satisfactoriamente.
- No he dejado de pensar en ti desde aquella noche –
- No lo pareció – alejó su mano con brusquedad – tú te fuiste –
- Por favor... -
- No – dijo levantándose de su lugar – si crees que puedes hacer esa clase de cosas... -
Detuvo sus reclamos cuando el otro lo empujó con fuerza hacia una de las columnas y comenzó a atacar su cuello, dejando suaves mordidas ocasionalmente.
Jisung tomó su cabello y lo estiró débilmente para atraerlo a su rostro y besarlo con todas las ganas que tenía desde que lo encontró ahí.
- Pueden descubrirnos – jadeó entrecortado.
- Aquí no, mi amor – dijo besando sus clavículas – puedes ser tan ruidoso como quieras –
- Entonces tendrás que hacerlo duro –
Jeno rió y lo miró a los ojos.
- ¿Dónde están tu modales ahora? –
El menor, en respuesta, se colocó sobre sus rodillas sin despegar su vista de la ajena.
- ¿Vas a hacer algo al respecto? – retó.
El príncipe gruñó, sintiendo su sangre hervir a lo largo de sus venas y comenzó a desabotonar su pantalón con prisa.
Observó a su pareja introducir su falo en su cavidad y se sintió flotar.
Todo lo que sabía, era que quería más.
Que bueno que se arreglaron. Me da mucho gusto.
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Kingdom
FanfictionAlgunas veces, ser heredero de la corona, regir todo un país y tener miles de responsabilidades a tu cargo, no es como lo pintan las películas. Para el joven futuro rey no era un cuento de hadas, tampoco. Especialmente por que, para lograr su asce...